La primera célula solar se construyó hasta 1883, ¡¡ya ha pasado tiempo!!, seguro que creías que era más reciente. Su autor fue Charles Fritts, quien recubrió una muestra de selenio semiconductor con un pan de oro para formar el empalme, en sus inicios era bastante arcaico pero se vio que era posible transformar la energía solar en eléctrica, la eficiencia de este primer dispositivo era del 1%, esto es, solo se aprovechaba el 1% de la energía que le llegaba.

La célula solar como se conoce ahora se patentó en el año 1946, pero fue con la carrera espacial iniciada en la guerra fría cuando se avanzó en el desarrollo de la energía fotovoltaica. Se empezaron a lanzar satélites espaciales, la URSS lanzó su primer satélite en 1957, y los EE.UU. unos meses después, para el funcionamiento de estos satélites era necesaria la energía eléctrica y la forma de conseguirla en el espacio era recurrir al sol. Se mejoró la eficiencia de los paneles llegándose al 6%.

Se extendió el uso de los paneles a las naves espaciales y esto permitió que siguiese avanzando la investigación para conseguir cada vez células solares más eficientes y se llegó a obtener a principios de los años 80 del siglo pasado paneles con una eficiencia de 17%. En los años 90 se siguió investigando e incorporando nuevos materiales a la obtención de las células fotovoltaicas, obteniéndose en esta década eficiencias del 19% y el 20%. En la actualidad la estación espacial internacional posee unos inmensos paneles solares que le suministran la energía necesaria para su funcionamiento.

Ya en el siglo XXI se ha seguido apostando por la investigación en paneles solares con el fin de obtener energía de una forma limpia y sostenible. En nuestros días se ha generalizado el uso doméstico e industrial de los paneles solares, siendo una de las fuentes de energía imprescindibles en estos momentos, la eficiencia de los paneles ha aumentado y supera el 34% aunque los que podemos encontrar en el mercado rondan el 20%.