Para poder atender nuestras aulas de manera adecuada es necesario conocer el perfil del alumnado que accede a las modalidades no presenciales.

El número de personas que optan a este tipo de enseñanzas se ha visto incrementado notablemente en los últimos años. Si bien la edad media de los estudiantes comprendía de los 30 a los 42 años, cada vez se nota más la participación de personas con un rango de edad comprendido entre los 20 y 29 años.

Las causas que llevan a este sector de la población a estudiar con este sistema son diversas:

• Conseguir una mejora laboral.
• Incompatibilidad horaria con la enseñanza presencial por cuestiones laborales o cargas familiares.
• Buscar una nueva oportunidad en estudios no finalizados en el sistema régimen general .
• Imposibilidad de asistir al centro por motivos de salud o privación de libertad.
• Ser deportista de élite o cursar enseñanzas de conservatorio.

En términos generales, en estas enseñanzas solo puede matricularse alumnado mayor de edad, aunque, de manera excepcional, acceden también menores de edad en determinadas circunstancias como la privación de libertad o padecer una enfermedad crónica. 

Sea cual sea el caso, hablamos de personas que necesitan un sistema educativo flexible, que puedan acceder a los contenidos y recursos en horarios compatibles con su vida diaria y que puedan contar con el apoyo del profesorado. La orientación es un pilar esencial para favorecer una matrícula responsable acorde con su contexto personal y su disponibilidad horaria.

Por lo tanto, debido a todas estas circunstancias, nos encontramos con un alumnado susceptible de abandonar los estudios en cualquier momento. De ahí la importancia de la labor del docente, que será el encargado de orientar, motivar y facilitar retroalimentaciones significativas sobre el proceso de aprendizaje a fin de prevenir el abandono.