Después de leer la información anterior, “Los hombres también lloran”, lee esta breve y antigua historia y dale la vuelta inventándola de nuevo pero está vez actualizada.
Había una vez un niño llamado Pablo, que siempre se preocupaba mucho por los demás. Un día iba por la calle con su padre y vio a un perrito muy triste, delgado y abandonado, Pablo sintió tanta pena que empezó a llorar sin consuelo. Su padre le dio un fuerte tirón del brazo y lo llevó a un lugar apartado, allí lo sujetó fuertemente y le gritó diciéndole que dejara de llorar de inmediato, si no quería que desde ese momento le llamaría Paula, pues un niño no debía llorar y menos por ese motivo.
Desde ese día Pablo cada vez que sentía ganas de llorar se pellizcaba fuertemente y hacía todo lo necesario por no derramar una lágrima.
Pasado un tiempo Pablo le comentó a su madre que le parecía muy interesante poder dedicarse a la enseñanza. Su madre le dijo que era estupendo que fuera profesor de universidad pero él le dijo que quería ser maestro de niños pequeños. Su madre le dijo que por favor se olvidara de esa horrible idea o todo el mundo se reiría de él ya que ese trabajo era para mujeres solteras.
Finalmente Pablo se convirtió en un hombre lleno de rabia que acabó convirtiéndose en un triste profesor de universidad.