EL DULCE ROSTRO DE MI INFANCIA.

Después de indagar en mi infantil memoria y después de forzarme por recordar tiempos buenos y momentos agradables en ratos donde la sombra de mi niñez introvertida me perseguía, sólo tengo recuerdos dulces de mi Señorita de Párvulo, Señorita Loli.

Yo tenía cuatro años cuando mis padres decidieron que era hora de que la niña fuese a la escuela, entonces entrábamos con cinco años, pero ya sabía escribir y leer. Después de la No Pedagogía que utilizó mi padre conmigo para que aprendiera antes de ir a la escuela, creía que la escuela iba a ser un lugar de tortura donde los niños/as escribíamos a base de tirones de pelo y guantazos limpios.

Pero gracias a Dios no fue así, me encontré con un grupo de niños/as sonrientes y felices que jugaban y hablaban de sus cosas antes de que llegara esa persona que nos tenía que mandar a callar. Recuerdo que no era en septiembre porque llevaba una capa roja para contrarrestar el frío y me hice amiga de una niña que llevaba también una capa de distinto color.

Al momento llegó la maestra, una señora alta con un pichi vaquero y unas botas altas de tacón negro, al ser tan alta no reparé en su cara hasta los dos días siguientes. Empezó la clase contándonos el cuento de “ Caperucita Roja”, lo narró con tanta dulzura que creía que me estaba contando otro cuento. Al mirarla a la cara vi el rostro más dulce que jamás había visto, me miraba con una cara que entonces no podía describir, era dulzura, nitidez, trasparencia, tantas cosas que hoy en día al recordarla me alegra el alma de maestra y me anima a ser la persona dulce y el rostro paciente que tienen mis alumnos/as en la clase todas las mañanas.

Mª Carmen Manzano Martínez. Maestra de Primaria.