Diabetes y anemia perniciosa
En 1922, en Canadá, Banting y Best inyectaron un extracto pancreático a un muchacho cuya diabetes se consideraba terminal, y sus síntomas remitieron. Inmediatamente surgió una gran demanda mundial de la sustancia salvadora, una hormona denominada insulina. Este avance revolucionario supuso el Premio Nobel para ambos científicos.
Las autoridades de la Universidad de Toronto se dieron cuenta de que necesitaban plantearse los problemas de la fabricación y distribución de insulina con un enfoque comercial, para lo que recurrieron a una empresa farmacéutica estadounidense. A mediados de 1923, se comercializaba ya suficiente insulina para tratar a miles de diabéticos en Norteamérica. Las empresas farmacéuticas europeas que fabricaban insulina bajo licencia de la Universidad de Toronto obtuvieron también un notable éxito.
Después de estos excelentes resultados, la misma empresa estadounidense produjo en 1928 un extracto de hígado de gusto aceptable; anteriormente, los afectados por la anemia perniciosa tenían que comer regularmente hígado crudo para sobrevivir, un régimen al que sustituyó el nuevo fármaco. El tratamiento de la anemia perniciosa volvió a transformarse en 1948, cuando un equipo de investigación dirigido por el doctor Lester Smith aisló la vitamina B12, también conocida como cianocobalamina, a partir de hígado. La compañía descubrió la forma de fabricar esta vitamina en grandes cantidades mediante la fermentación de la pita o agave.
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