Sistema Sanitario y Seguridad Social
El primitivo esquema asistencial, como ya hemos visto, se centraba casi exclusivamente en la atención médica individualizada de los enfermos, considerándose que la persona sana no necesitaba cuidados. Según fueran las sociedades y los ambientes, el tratamiento era realizado por personas con diferente grado de formación, limitándose en ocasiones a prácticas mágico-religiosas. El padecimiento de epidemias y la existencia de enfermedades "malditas", como la lepra, obligaron a la defensa colectiva contra determinados procesos patológicos, que la sociedad asumió como una responsabilidad compartida.
Durante mucho tiempo, el enfermo buscó la curación con sus propios recursos, acudiendo a los sanadores que en cada época y latitud podía encontrar. Los acontecimientos históricos modificaron profundamente la estructura de la sociedad, sus costumbres, su cultura y el concepto de salud; se forjaron las profesiones sanitarias y aparecieron diversos dispositivos asistenciales. Los poderes públicos tomaron conciencia de la necesidad de establecer determinadas garantías a favor de la población, principalmente las que se referían al desarrollo de las medidas higiénicas, la medicina preventiva y el saneamiento ambiental. Desde el siglo pasado, la Seguridad Social participó en el campo de la salud, incluyendo entre sus prestaciones las de atención médica y protección en el medio laboral.
La situación resultante de estos planteamientos, reproducidos en la mayoría de los países, ha originado la aparición de numerosos dispositivos de salud, con dependencias, patrimonios, cometidos y reglamentaciones muy diferentes. En general, podría comprobarse que, en muchos casos, el Estado ha asumido la gestión de la salud pública en su concepción clásica y ha reglamentado los cometidos asistenciales de las autoridades regionales, provinciales y municipales. La Seguridad Social concede prestaciones médicas y farmacéuticas y dispone de centros y servicios propios o contratados. La iniciativa privada ha desarrollado sus dispositivos propios de acuerdo con unos planteamientos de rentabilidad económica. Cualquier país, considerado en un momento determinado, presenta una compleja estructuración histórica en la organización sanitaria, que es necesario asumir y que tiene que ser aceptada como punto de partida de cualquier planteamiento que pretenda racionalizar la gestión de las prestaciones de salud. A la complejidad de tantos factores estructurales existentes en la mayoría de los países debe añadirse la propia diversidad de los elementos que intervienen en el mantenimiento y elevación del nivel de salud de una colectividad humana, aspectos todos ellos que se presentan a la consideración del planificador sanitario que pretenda racionalizar los servicios, coordinarlos, evitar duplicaciones y adecuar costos con eficacia. Generalmente, la organización del dispositivo de salud se ha realizado en gran medida según las tradiciones locales y respetando los intereses existentes.
La OMS define el sistema sanitario como el conjunto de todas las actividades, oficiales o no, relacionadas con la prestación de servicios de salud a una población determinada, que debe tener acceso adecuado a la utilización de dichos servicios. Este sistema sanitario estaría integrado por el personal de salud disponible, los procedimientos de formación de este tipo de personal, las instalaciones sanitarias, las asociaciones profesionales, los recursos económicos que por cualquier motivo u origen se pongan al servicio de la salud y el dispositivo oficial y no oficial existente. Todo este conjunto debe armonizarse en un sistema homogéneo que, respetando las actitudes y preferencias de la población sobre las modalidades asistenciales, permita utilizar los recursos habilitados para el logro de la máxima satisfacción de los objetivos prefijados. En este sentido, no hay ningún modelo concreto único que permita resolver todos los problemas de salud de una colectividad. El amplio carácter del sistema sanitario obliga a especializar por sectores los distintos cometidos que han de satisfacerse solución que posiblemente sea la más acertada , vinculando la salud pública directamente a la responsabilidad del Estado, por afectar por igual a todo el colectivo. Pero éste intervendría sólo secundariamente en el campo específico de la asistencia médica, en el que actuaría principalmente como ordenador y fiscalizador, estableciéndose a otros niveles Seguridad Social, entidades de asistencia colectiva, etc. varias alternativas que permitieran a cada sector de la población ejercitar una posibilidad de elección sobre el planteamiento que le resultara más satisfactorio. En cualquier caso, la ordenación de la asistencia médica debe adaptarse a la estructura sociopolítica y económica de la sociedad a la que debe servir.