El tapón legal que impide que el móvil sirva para encontrar a personas desaparecidas.
El cuerpo sin vida de Juan Manuel Zornoza se encontró en la Serra de Gallcanta, cerca de Manresa. Tenía 68 años, había salido a caminar por la mañana y empezaron a buscarlo después de mediodía. Pese a que su móvil daba tono de llamada, es decir, estaba encendido y con cobertura, fue imposible localizarlo y ahorrar un día entero de búsqueda.
La familia pidió que se utilizara cualquier medio para localizar el smartphone del desaparecido. Se intentó la triangulación por antenas, pero no daba un punto preciso. Y no había ningún cauce rápido y legal para obtener la geolocalización del móvil, normalmente activada por defecto en estos dispositivos. Los equipos de rescate siempre aluden a la importancia de las primeras horas para encontrar con vida a la persona. Pero aquí se topan con un muro en el que están implicados el derecho a la privacidad, la burocracia interna de las compañías y la falta de protocolos de actuación.
Google y Apple, las dos empresas que dominan los sistemas operativos de los móviles, registran información periódica sobre la ubicación de los Android y de los iPhone. Cuando esta se encuentra activada se emplea para mejorar algunos servicios, así como para enviar publicidad online basándose en intereses personales. En las políticas de Google se ilustra con este ejemplo: “Si tienes el historial de ubicaciones habilitado y visitas estaciones de esquí frecuentemente, puede que se te muestre un anuncio de equipamiento de esquí al ver un vídeo en YouTube”.
“Desde hace unos años, cuando empezó a mandarse la ubicación por WhatsApp, esto ha pegado un salto tremendo. Ahora, cuando alguien se pierde, se le localiza en cuestión de minutos si te consigue mandar el mensaje con la localización. Es ir a tiro hecho”, afirma Miguel Ángel Rodríguez, jefe de dotación del GERA en Navacerrada. “Antes no era así. Cuando tú contactabas, aunque la persona te cogiera el teléfono, solo te podía decir desde dónde había salido, por dónde había circulado, qué veía.”.
El caso de Juan Manuel Zornoza muestra la realidad de otro tipo de búsquedas, en las que no se puede contactar con la persona, pese a que el móvil tiene cobertura. Isabel, su mujer, solo tiene palabras de agradecimiento para los equipos de rescate y para los voluntarios que ayudaron en aquellas horas de incertidumbre. Pero le queda la amargura de que no se pudiera localizar el móvil de ninguna forma. No puede comprender cómo con toda la tecnología que existe hoy esto no era posible. La respuesta de los equipos de búsqueda siempre era la misma: no es legal. “Pero en un caso de vida o muerte…”, insiste ella.
Para buscar a Juan Manuel se desplegaron dos helicópteros y ocho dotaciones terrestres, de Mossos d’Esquadra y Bombers de la Generalitat de Catalunya. Se pidió la triangulación de las antenas para localizar el terminal, pero no se pudo hacer nada para obtener la ubicación del smartphone que registra periódicamente la cuenta de Google (en este caso se trataba de un Android). Finalmente un familiar lo encontró, ya fallecido, buscando con su moto de motocross. Había pasado un día entero.
Fuente EL PAIS Transformación Digital