Las primeras hipótesis sobre la circulación sanguínea
Hipócrates (hacia 469-399 a.C.) y Aristóteles (384-32; a.C.) sostenían que el corazón era el origen de la sangre, de los vasos sanguíneos y de un calor innato que daba lugar al pulso y al latido cardíaco. El médico anatomista Galeno (hacia 129-199 d.C.) demostró mediante vivisección que el ventrículo izquierdo contenía sangre, pero pensó que ésta pasaba al ventrículo derecho por unos orificios invisibles existentes en el tabique intermedio. La contracción del corazón impulsaba la sangre hacia las arterias desde el ventrículo izquierdo, mientras que el derecho permitía la salida de «vapores» de desecho. La incorrección de esta teoría fue demostrada por el médico árabe Ibn an-Nafis (hacia 1205-1288), quien observó que la sangre viajaba del ventrículo derecho al izquierdo pasando por los pulmones; pero sus ideas no tuvieror aceptación y cayeron en el olvido. Los dibujos anatómicos sobre las válvulas cardíacas realizados por Leonardo da Vinci (1452-1519) podrían haber ayudado a corregir los errores de sus antecesores, pero eran propiedad privada y no fueron por ello suficientemente difundidos. Andreas Vesalio (1514-1564) observó que el tabique interventricular era impenetrable, pero no logró explicar cómo la sangre pasaba del lado izquierdo del corazón al derecho. Miguel Servet (1511-1553) observó que la sagre pasaba del lado derecho del corazón al izquierdo por los pulmones, pero murió en la hoguera acusado de herejía. Más tarde, en ese mismo siglo, las cosas empezaron a cambiar: Andreas Cesalpino (1519-1603), que acuñó el termino circulación, defendió la teoría del retorno de la sangre venosa a través de las venas y el profesor de Harvey en Padua, Fabricius ab Aquapendente (hacia 1533-1619), pensó que las válvulas de las venas impedían el reflujo de la sangre venosa. Stephen Hales (1677-1761) midió la presión sanguínea insertando tubos en las arterias y en las venas de animales y registrando la altura a la que subía la sangre y sus variaciones en relación al latido cardíaco.
Más información: Miguel Servet; William Harvey