La medicina del Renacimiento

Es conveniente examinar la gran aportación del Renacimiento a los estudios biológicos centrados en la medicina. Las facultades de medicina de las universidades italianas fueron la más notable salvedad a la esterilidad y el oscurantismo general. En la Universidad de Padua, especialmente, la facultad de medicina había conquistado un elevado prestigio y atraía a las mentes más brillantes. Esto no pudo mejorar notablemente la práctica médica, pues tuvieron que pasar bastantes siglos antes de que se conociera la suficiente química y biología para aplicarla de un modo eficaz en la batalla contra la enfermedad. Lo que hizo, sin embargo, fue contribuir enormemente al progreso de la ciencia natural.

Los médicos italianos y el gran número de sabios extranjeros que empezaron a estudiar medicina no estaban aislados. Se mezclaban libremente con artistas, matemáticos, astrónomos e ingenieros. De hecho, muchos de ellos seguían también esas profesiones. Copérnico, por ejemplo, estudió y ejerció como médico, además de ser administrador y economista. Fueran estas relaciones las que dieron a la medicina europea, y especialmente a la italiana, su característica orientación descriptiva, anatómica y mecanicista. El cuerpo humano fue objeto de disección, explorado, medido, determinado y explicado como una máquina tremendamente complicada. La explicación fue excesivamente simple; mucho de lo que hoy sabemos acerca de la función o la historia evolutiva de los órganos entonces ni siquiera se sospechó, ni podía sospecharse. Sin embargo, se fundaron una anatomía, una fisiología y una patología nuevas – debemos los dos últimos términos al gran médico francés Jean Fernel (1497-1558) – de carácter esencialmente moderno, sobre la base de la observación y la experimentación directas, empezando a quebrantarse así la autoridad clásica y la tradición mágica en la medicina.

 

Este trabajo encontró su epítome en el gran De Humani Corporis Fabrica de Andreas Vesalius, que dio la descripción más completa de todos los órganos del cuerpo. Pero seguía faltando una crítica seria de la imagen clásica de Galeno poniéndose una buena anatomía al servicio de una mala fisiología. Sin embargo, la escuela fundada en Padua por Vesalio en 1537 produciría una serie de anatomistas que llegaría hasta Harvey. Vesalio se convirtió en médico del emperador Carlos V. Su rival, Francisco I de Francia, tuvo como cirujano a un hombre que contrastaba con Vesalio en muchos aspectos, Ambroise Paré (1510-90). En realidad se trataba de un artesano inculto que escribía en un francés coloquial acerca de lo que veía con sus propios ojos y ejecutaba con sus manos. Revolucionó el tratamiento de las heridas, especialmente las de bala, que se hicieron muy corrientes en esa época de mortíferas guerras.

 

La mecánica del cuerpo humano

No sólo en los cielos y en las piedras las viejas concepciones eran sustituidas por las nuevas: al mismo tiempo tenía lugar un ataque igualmente efectivo en el universo interior, en la naturaleza del cuerpo humano. La imagen cosmogónica de Aristóteles se centraba esencialmente en la Tierra y el hombre. Al hombre, situado en el centro del universo, se le suponía en contacto directo con todas las partes de éste por medio de influencias y espíritus que le relacionaban con las esferas planetarias. El mismo hombre era un mundo en pequeño, un microcosmos. Los médicos griegos habían explicado detalladamente su funcionamiento, y la descripción de los órganos del cuerpo humano realizada por Galeno se había convertido en cosa tan sagrada como la descripción celeste de Tolomeo. La nueva anatomía del Renacimiento, especialmente la obra de Vesalio, mostró que la imagen de Galeno era errónea. Así, el corazón ocupa en el cuerpo el mismo lugar central y regio que el Sol en el universo. La hermosa demostración de Harvey acerca de la mecánica de la circulación dio gran impulso a la idea de que el organismo era una máquina, aunque más tarde quedara claro que se trataba de una mucho más complicada que la que los hombres de los siglos XVI y XVII habían imaginado.

Sin embargo, el descubrimiento de Harvey tuvo muy pocos efectos inmediatos en la medicina, aparte de justificar los métodos utilizados para evitar la muerte por pérdida de sangre empleados ya por algunos cirujanos como Paré. Pero se trataba de algo absolutamente necesario para una fisiología racional. La imagen del organismo que se infiere de la obra de Harvey consiste en un conjunto de órganos, que pueden llamarse «campos irrigados», provistos de una circulación que pone a cada uno en comunicación con el resto de un modo químico y nutritivo.

Más personajes: Miguel Servet; William Harvey 

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