Efectos fisiológicos de los estimulantes

 La cocaína actúa como dopaminérgico mediante el bloqueo de la recaptación del neurotransmisor y aumentando la actividad sináptica. Los efectos sistémicos de las anfetaminas y cocaína incluyen aumento de la contracción cardíaca, aumento de la presión arterial y tasa cardíaca, dilatación de las pupilas , vasoconstricción periférica, aumento de la temperatura corporal, relajación de la musculatura bronquial y aumento de la presión venosa central, presión arterial pulmonar y flujo sanguíneo renal. La cocaína es un anestésico local tópico y vasoconstrictor de las membranas mucosas. Dosis bajas de estimulantes aumentan el estado de alerta y capacidad cognoscitiva y física. El apetito puede reducirse, pero este efecto desarrolla tolerancia y cuando se retiran existe un fenómeno de rebote, con un aumento notable del apetito.

Con su uso continuado se encuentra tolerancia aguda a los efectos euforizantes de la cocaína cuando la sustancia se emplea repetidamente en dosis única. No obstante, un día o dos más tarde, la subida puede ser obtenida con la misma dosis anterior. La tolerancia para los efectos cardiorespiratorios también se desarrolla. El cese abrupto de la administración de un estimulante se limita generalmente a una alteración del comportamiento, como reflejo de la alteración cerebral, más que marcadas alteraciones de los signos físicos. Durante los excesivos períodos de sueño que suceden en el período de abstinencia, el EEG muestra aumento en la proporción de sueño tipo REM y se producen pesadillas. En raras ocasiones, se producen cefalalgias, salivación, calambres musculares y confusión.

El efecto adverso más común provocado con el empleo de la cocaína es la pérdida de control, de tal forma que acontece un severo síndrome de dependencia, con rechazo de cualquier actividad constructiva. La toxicidad aguda es dependiente de la dosis y se caracteriza por los efectos simpaticomiméticos: hipertensión, taquicardia, hipertermia, arritmias y posteriormente convulsiones, depresión del tronco cerebral y colapso cardiorespiratorio. Tras una "borrachera" de cocaína se puede producir ataque cerebral, coma, vasculitis intracraneal, infarto de miocardio o muerte súbita. A menores dosis se observan breves períodos de paranoia y alucinaciones.

La toxicidad aguda anfetamínica también se caracteriza por excesiva estimulación simpaticomimética y comúnmente provoca comportamiento paranoide muy similar a la esquizofrenia paranoide aguda. Se puede apreciar un comportamiento estereotipado compulsivo, alucinaciones táctiles ("bichos" caminando bajo la piel) y alucinaciones visuales o auditivas.

El uso crónico de la cocaína lleva a la ulceración o perforación del tabique nasal. Los adictos crónicos normalmente están típicamente débiles y sufren infecciones con frecuencia, como resultado de la falta de higiene, falta de sueño y malnutrición. Existen evidencias de daño celular en el cerebro de animales tratados crónicamente con estimulantes, lo que eleva la posibilidad de padecer parkinsonismo. También es frecuente el aumento de esquizofrenia entre los consumidores habituales de estimulantes. En la mujer gestante, de uso de cocaína provoca un aumento de partos prematuros, con nacidos de bajo peso y neurológicamente anormales.

El tratamiento de las reacciones de ansiedad e irritabilidad puede ser a base de tranquilizantes, mientras que las reacciones psicóticas agudas requieren el empleo de antipsicóticos. El síndrome de abstinencia requiere un cuidado sintomático y la búsqueda intensa de la cocaína debe vigilarse para evitar la recaída. El estado más problemático del tratamiento sucede cuando el individuo retorna a su ambiente habitual y se enfrenta a la oportunidad de restablecer el uso de estimulantes.