Efectos del alcohol
Las acciones farmacológicas que provoca el alcohol se manifiestan a diversos niveles, siendo la más importante la parálisis inespecífica del sistema nervioso central, que afecta la corteza cerebral, con desinhibición de los centros subcorticales, en primer lugar.
A continuación, el cerebelo, médula espinal y bulbo, con depresión de los centros respiratorios. La acción está relacionada con la concentración de alcohol que se alcanza en sangre, produciéndose estado de coma cuando se alcanzan concentraciones superiores a 3 g/l En concentraciones inferiores produce una sensación de euforia y analgesia, que facilitan el vínculo psicosocial del hábito de beber alcohol.
A nivel hepático provoca inhibición de glicogénesis, aumento de síntesis de triglicéridos, disminución de la actividad del ciclo de Krebs y reducción de la oxidación de ácidos grasos.
A nivel del aparato circulatorio a dosis moderadas produce vasodilatación periférica, pero vasoconstricción coronaria y esplácnica (intestinal), mientras que en dosis altas provoca depresión de los centros vasomotores del bulbo.
A nivel renal actúa como diurético, ya que inhibe la hormona antidiurética.
Otras acciones, generalmente tóxicas, son a nivel del aparato digestivo ya que produce irritación de las mucosas e interferencia con la absorción de lípidos, minerales, ácido fólico y algunas vitaminas (B12). En el músculo, produce alteraciones estructurales de la fibra muscular, que pueden llevar a miopatía. En médula ósea provoca anemia macrocítica y sobre el nervio óptico puede llegar a causar atrofia.
El alcohol se metaboliza en el hígado en un 90-98% oxidándose y originando acetaldehído. Esto se realiza por la alcoholdeshidrogenasa que representa el 80 % de su metabolismo. Otra vía es mediante intervención del sistema de oxidación de etanol microsómico (MEOS) que representa un 20 % y mediante el sistema de la catalasa, que tiene menor importancia (2 %). Una vez formado el acetaldehído, se transforma en acetato, que se incorpora al ciclo de Krebs.
La enfermedad o toxicomanía alcohólica es un proceso gradual, que se desarrolla entre 15-20 años y que pasa por diversas fases, debido al uso continuado de alcohol ya que se crea una dependencia fisiológica y psicológica hacia el mismo. La evolución puede ser más corta, dependiendo de la sensibilidad individual y de la cantidad ingerida. Una ingesta diaria de menos de 80 g. de etanol puro puede considerarse segura, mientras que por encima de los 160 g. existe una casi total seguridad de desarrollar alcoholismo y adquirir trastornos tóxicos, principalmente hepáticos.
Los efectos clínicos inmediatos dependen de la cantidad ingerida correlacionándose los efectos con la cantidad de alcohol en sangre o alcoholemia
Al principio, con pequeñas cantidades, actúa como depresor (no como excitante) del sistema nervioso central. Se produce una conducta más instintiva, comportamiento espontáneo, estado de ánimo elevado y disminución de la ansiedad, dando una sensación subjetiva de mayor confianza en sí mismo y mayor osadía. Se produce locuacidad, pérdida de control emocional y disminución de juicio objetivo y capacidad autocrítica. Con la ingestión de cantidades mayores conducen a un cuadro de embriaguez, acentuándose las vivencias anteriores, tornándose el estado anímico variable, con oscilaciones eufóricas, agresivas y depresivas, pérdida de atención y memoria, trastornos de la percepción, incoordinación motora y somnolencia.
La intoxicación aguda por alcohol, embriaguez o borrachera, es el resultado de un consumo excesivo de bebidas alcohólicas en un intervalo corto de tiempo. Desde los primeros momentos, cuando se produce euforia y sobreestimación de las propias facultades, disminuyen los reflejos y la agudeza visual. Más tarde se pierde el control del comportamiento y se actúa bruscamente. La última fase consiste en una sensación de depresión y apatía, que en casos graves puede llegar a un estado de coma etílico.
Alteraciones psicosociales
Las alteraciones psicosociales graves llevan a la marginación social definitiva. Aparecen alteraciones de carácter, con irritabilidad, autoengaño, tendencia a la tristeza, sentimientos de culpabilidad, suspicacia, paranoidismo, celotipia y sentimiento de soledad. Las alteraciones de conducta se refieren a la búsqueda de pretextos para beber y preocupación por tener bebidas alcohólicas y sintomatología de embriaguez cuando se produce.
Existen asimismo manifestaciones sociopatológicas, bien familiares como es el desajuste, disgregación y degradación familiar. En el aspecto laboral el absentismo y la baja laboral, descenso de rendimiento e incapacidad, con producción de accidentes son las manifestaciones principales. En el aspecto social las principales manifestaciones son la pérdida de interés, con aumento inicial y posterior disminución de la sociabilidad, pérdida de hábitos higiénicos y tendencia a la marginación, con posibilidad de conductas delictivas o antisociales.
Junto a las manifestaciones anteriores, existen manifestaciones físicas, como pérdida de apetito, algias, gastrálgias, pirosis, náuseas y aparición de síntomas de trastornos psiquiátricos (delirios paranoides, síndromes depresivos y alteraciones de la memoria) y alteraciones neurológicas (temblor, polineuritis) así como alteraciones hepáticas, fundamentalmente hepatitis.
El paso a la adicción del alcohólico se puede definir cuando hace presencia el síndrome de abstinencia. Según la gravedad debe hospitalizarse al paciente y vigilancia estrecha de las constantes vitales.
Los tratamientos aversivos son de base reflexológica e intentar condicionar una repulsión al alcohol. Las técnicas se basan en la asociación de la toma de alcohol con un estímulo desagradable. Una forma particular consiste en el empleo de fármacos interdictores del alcohol (disulfiram, sulfonilurea, etc.) que inhiben la acción de la alcoholdeshidrogenasa, aumentando la concentración de acetaldehído, con desagradables sensaciones físicas. También deben emplearse terapéuticas psicosociales para evitar las posibles recaídas.
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