2. Metodologías de enseñanza en contextos de formación de formadores
Cuando se habla de metodología didáctica se hace referencia a la “forma de enseñar”, es decir, contempla tanto la actuación del profesor como la del estudiante, así como su relación durante el proceso de enseñanza-aprendizaje (E-A). La metodología se nutre de los principios y procesos basados en las diferentes teorías acerca de cómo aprendemos, en base a ellos, el docente puede secuenciar, organizar y seleccionar diferentes actividades y recursos, así como regular el tipo de relación e interacción con los estudiantes.
Las investigaciones sobre metodologías didácticas no han podido probar que una metodología sea mejor que el resto en cualquier situación de E-A. La eficacia de la metodología depende de la combinación de muchos factores: resultados de aprendizaje u objetivos previstos, características del alumnado y el docente, la materia a aprender, y las condiciones materiales y físicas. Por tanto, la mejor metodología podría ser, en realidad, una combinación de metodologías.
Para clasificar las diversas metodologías didácticas y analizar sus características, Brown y Atkins (1988) proponen que las diferentes metodologías de enseñanza pueden ser ubicadas en un continuo: en un extremo estaría la lección magistral en la que la participación y el control del estudiante es mínimo, mientras que en el polo opuesto se sitúa el estudio individual o autónomo en el que la participación y el control del profesor son mínimos.
Han de tenerse en cuenta dos ideas clave: “si no ha habido aprendizaje, no ha habido enseñanza” y “se debería hablar menos de la calidad de la enseñanza, y más de la calidad del aprendizaje”. El formador debe ser el impulsor de las competencias que necesitan desarrollar los estudiantes. Puede compararse con la analogía de un constructor de puentes: su tarea es construir un puente entre el conocimiento y su aplicación y los alumnos, por lo que ha de mirar bien a la otra orilla, fijarse en cómo aprende el alumnado, para construir el puente mejor y más seguro posible (Morales, 2008).
Brewer y Worman (1999) explicaban las condiciones que debía propiciar el docente para desarrollar un proceso de E-A eficaz: 1) crear un ambiente de aprendizaje donde el alumnado sea positivamente influido para querer aprender, 2) contar con las posibilidades adecuadas para que ocurra el aprendizaje, y 3) utilizar dichas oportunidades.
Las llamadas “metodologías activas” enfatizan un planteamiento docente centrado en el rol activo y protagonista del alumnado dentro de su propio proceso formativo, fomentando su autonomía en el aprendizaje, el desarrollo de competencias y especialmente la capacidad para aprender a aprender.
Según de Miguel (2009, p. 22), “la forma de proceder que tienen los formadores para desarrollar su actividad docente puede considerarse como el método de enseñanza”. Este autor señala entre los más relevantes: la lección magistral y lección magistral interactiva, el estudio de casos, el aprendizaje basado en problemas (ABP) y el aprendizaje por proyectos (APP), o el aprendizaje cooperativo (AC), entre otros. A continuación se detallarán algunos de estos métodos que se pueden aplicar en el contexto formador de los técnicos.