2. La ética

"La virtud es, por tanto, un hábito selectivo, consistente en una posición intermedia para nosotros, determinada por la razón y tal como la determinaría el hombre prudente. Posición intermedia entre dos vicios, el uno por exceso y el otro por defecto. Y así, unos vicios pecan por defecto y otros por exceso de lo debido en las pasiones y en las acciones, mientras que la virtud encuentra y elige el término medio. Por lo cual según su sustancia y la definición que expresa su esencia, la virtud es medio, pero desde el punto de vista de la perfección y del bien, es extremo".

Platón y Aristóteles Ética a Nicómaco Aristóteles

Rafael Sanzio: Platón y Aristóteles
Detalle de "La escuela de Atenas"
Imagen en WikimediaDominio público

Ética a Nicómaco
Edición en griego y latín. 1566
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Paolo Veronese: Aristóteles
Biblioteca Marciana
Imagen en WikimediaDominio público

La Ética a Nicómaco comienza afirmando que toda acción humana se realiza con una finalidad, y esa finalidad es la búsqueda de un beneficio. El bien último al que aspiran todos los hombres por naturaleza es la felicidad. Aristóteles identifica la felicidad con una vida buena. Pero no todos los hombres tienen la misma concepción de lo que es una vida buena, de la felicidad: para unos la felicidad consiste en la posesión de bienes materiales, para otros el poder, para otros el conocimiento, etc. ¿Es posible encontrar algún punto en común que permita decidir en qué consiste la felicidad?
En las acciones humanas es donde podemos encontrar los elementos que nos permitan responder a esta pregunta. Cada sustancia tiene una función propia que viene determinada por su naturaleza, y no se debe actuar en su contra; el bien para el hombre, la felicidad, consiste en el ejercicio de su función como hombre. Esta función tendrá que estar relacionada con la virtud, definida como la costumbre del buen obrar. Si sus actos le conducen a realizar esa función, serán virtuosos; en el caso contrario se alejará de su propia naturaleza y, con ello, de la felicidad.
Las virtudes vienen a ser de dos clases: las virtudes llamadas éticas o de carácter, especialmente la justicia, que vienen del alma desiderativa en tanto que esta obedece a la razón; y las virtudes denominadas dianoéticas, intelectuales o racionales, que son las que permiten alcanzar la felicidad y vienen del alma racional misma. 

La ética de Aristóteles por Fernando Savater
Vídeo de Javi Mansi en Youtube

Las virtudes éticas
A lo largo de nuestra vida nos vamos forjando un carácter (ἔθος), a través de nuestras acciones, en relación con la parte volitiva de nuestra naturaleza.
Aristóteles analiza las acciones humanas y concluye que hay tres aspectos fundamentales que intervienen en ellas: la volición, la deliberación y la decisión. Es decir, queremos algo (volición), deliberamos para conseguirlo y tomamos una decisión acerca de la acción precisa para alcanzar el fin propuesto.  Las fases de deliberación y decisión establecen la subordinación de la conducta al pensamiento, y exigen contrastarla con la experiencia para poder determinar si nuestras decisiones son acertadas. La deliberación sobre los medios supone una reflexión previa a la elección. Una vez que he decidido y elegido, si la decisión ha sido correcta, se repetirá, llegando a convertirse en conducta habitual.
Esa reiteración de una conducta acertada genera la virtud. Y, por el contrario, si la decisión adoptada no es correcta, y se persiste en ella, se genera un vicio. Virtudes y vicios están igualmente presentes en el comportamiento humano, por lo que Aristóteles define la virtud ética como un hábito, el hábito de elegir bien y conforme a una regla, la de la elección del término medio óptimo entre dos extremos.
No hay una forma de comportamiento universal en la que pueda decirse que consiste la virtud. La experiencia personal y las circunstancias son elementos a considerar en la elección de nuestra conducta. Cada persona tiene su "término medio", lo que es justo para una persona puede ser insuficiente o excesivo para otras. 
 Relieves con danzarinas

Relieves con danzarinas
Imagen de Tilemahos Efthimiadis en  Wikimedia. Licencia CC

Las virtudes dianoéticas
Aristóteles parte del análisis de las funciones de la parte racional o cognitiva del alma, de la διἀνοια, para determinar las virtudes dianoéticas. Estas funciones serían la función productiva, la función práctica y la función contemplativa o teórica. A cada una de ellas le corresponderá una virtud propia.
La realización de la función productiva supone el conocimiento o dominio de un arte. A la función práctica, que es la actividad del pensamiento que reflexiona sobre la vida ética y política del hombre, le corresponde la virtud de la prudencia. Gracias a ella estamos en condiciones de elegir nuestras pautas de comportamiento. La prudencia es una virtud fundamental y sin ella difícilmente podremos adquirir las virtudes éticas. Hay distintos tipos de prudencia (individual, familiar, política), según se aplique a la vida pública o privada.
Por lo que respecta a las funciones contemplativas o teóricas, propias del conocimiento científico (matemáticas, física, metafísica) la virtud que les corresponde es la sabiduría (σοφία). La sabiduría es el nivel más elevado de virtud al que puede aspirar el hombre y Aristóteles la identifica con la verdadera felicidad.
En efecto, el saber teórico es un fin en sí mismo que tiene su propia recompensa. Claro que el hombre debe atender a todas sus necesidades, por lo que necesariamente ha de gozar de un determinado grado de bienestar material para poder acceder a la sabiduría. Será un deber del Estado, por lo tanto, garantizar que la mayoría de los ciudadanos libres estén en condiciones de acceder a los bienes intelectuales.

Sobre la Justicia
La justicia es la virtud completa por cuanto refiere a otras personas, pues es más difícil ejercer la virtud con los demás que solamente consigo mismo. Así la virtud en general es justicia vista en relación con los demás. Trata luego de la relación entre la justicia y la ley, una relación necesaria para que el bien del otro se consiga, pues el hombre por sí mismo siempre busca el propio bien. Por ello, se necesita una ley.

Sobre la amistad
El libro VIII está dedicado al tema de la amistad, que define como un fenómeno universal y necesario a todo humano. Es más excelsa que la justicia porque puede existir sin ella.
El fundamento de la amistad es el amor verdadero a sí mismo. Cada hombre bueno es amigo de sí porque disfruta de su pasado y de su futuro, mientras que el malvado está en guerra constante dentro de sí, y entonces la amistad es difícil. Si alguien se ama a sí mismo, sabrá amar a los demás, y por eso puede comenzar una amistad.