1.1. Un arqueólogo loco

Esta es la historia de un hombre al que sus contemporáneos tacharon de chiflado porque creía que las historias de Homero eran ciertas.

fotografía de Heinrich Schliemann
 Heinrich Schliemann
Heinrich Schliemann (1822 -1890) ha sido uno de los más famosos arqueólogos de todos los tiempos y, desde luego, quizá el más inspirado de todos ellos.
fotografía de Sofía, la esposa de Schliemann, con las joyas de Helena

Sofía con las joyas de Helena
Imagen en Wikimedia. Dominio público

Nacido en una familia humilde, heredó de su padre la pasión por los textos de Homero, en particular por la Ilíada. Él le contaba, como si de cuentos se tratase, las gestas de Aquiles y Héctor, le hablaba de la soberbia de Agamenón y del amor de Paris y Helena. Desde pequeño creyó que aquellas historias habían sido ciertas, aunque muy lejos, en el espacio y en el tiempo. Ningún historiador les daba crédito. Pero, al contrario de lo que suele suceder con un niño que termina por saber que los cuentos son cuentos, Schliemann mantuvo toda su vida su fe en la realidad de esos relatos.
No pudo continuar sus estudios mucho tiempo. A los catorce años comenzó a trabajar de dependiente para ayudar a la maltrecha economía familiar. Compaginó su trabajo con el aprendizaje de idiomas, para los que tenía una capacidad innata, al igual que para los negocios. En pocos años logró amasar una fortuna y dominar casi todas las lenguas de Europa. Viajó muchísimo, fijó su residencia en diferentes países, aumentando cada vez más sus conocimientos y su patrimonio. Se casó con una aristócrata rusa, pero en su matrimonio no tuvo éxito.
Tras unos años en Estados Unidos, y tras una grave enfermedad, volvió a Europa y retomó sus antiguas inclinaciones: realizó estudios de Ciencias de la Antigüedad y Lenguas Orientales en la Sorbona (París).
Cerca ya de los cincuenta años, llegó a su destino: Grecia. Se divorció de su esposa rusa y se buscó una griega, Sofía. Guiado por los textos de Homero llegó a Hissarlik (Turquía), decidido a demostrar que Troya había existido, y no solo en la imaginación de Homero. Tras innumerables intentos que sin duda habrían desanimado a cualquier persona menos entusiasta, su piqueta al fin tropezó con un pedazo de lo que alguna vez había sido Troya.
Descubrió preciosas joyas que pensó que habían pertenecido a Helena, y con ellas retrató a su esposa. Después, siguiendo las huellas de Agamenón, marchó a Micenas. Nuevamente le sonrió la fortuna, que suele favorecer a los hombres tenaces y arriesgados. La máscara de Agamenón, el tesoro de Atreo... Todos son nombres que él dio a los objetos y a los lugares que iba descubriendo.

Pregunta de Elección Múltiple

Pregunta

Agamenón y Menelao eran hijos de:

Respuestas

Atreo

Tiestes

Pélope

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Pregunta

Ciudades micénicas fueron:

Respuestas

Esparta

Atenas

Tirinto

Retroalimentación

Pregunta

La civilización micénica se desarrolló...

Respuestas

...en el milenio II a.C

...en el milenio I a.C

Retroalimentación

Pregunta

Schliemann deseaba realizar excavaciones en Hissarlik y Micenas:

Respuestas

Para enriquecerse.

Porque se había enamorado de una joven griega.

Porque quería demostrar que las historias de Homero tenían una base real.

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