Los años 50, un mundo diferente: Arquitectura y diseño, la revlución racionalista

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2º de Bachillerato

Fundamentos del Arte II

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Los años 50, un mundo diferente:

Arquitectura y diseño, la revolución racionalista

Tras el final de la II Guerra Mundial el mundo entró en una nueva hora, pues muchas cosas habían cambiado desde los años treinta. Hiroshima y Nagasaki supusieron una verdadera ruptura: la era atómica se había iniciado. Dos grandes superpotencias emergieron de la guerra—EEUU y la URSS—mientras que la ya vieja Europa se replegaba: en pocos años desaparecerían los imperios coloniales (Reino Unido, Francia), caería el Telón de Acero sobre Centroeuropa y la polarización afectaría a todas las áreas—desde la economía al arte. El Tercer Mundo, un nombre hoy en desuso, empezaba a levantarse y numerosos países conocerían un desarrollo sin precedentes. Por otra parte, el capitalismo cambiaría su rostro y comenzaría su carrera por transformar las sociedades industriales en sociedades de consumo.

Sin embargo, la historia no se crea de la nada y todo lo que se construyó a partir de 1950 hunde sus raíces en el tiempo de entreguerras (si es que, finalmente, no hubo una guerra en dos etapas). El arte no es ajeno a todos estos procesos y en la arquitectura lo podemos ver bien reflejado: sin los cambios económicos y sociales no podría entenderse, por ejemplo, ni el urbanismo ni la arquitectura de Brasilia; pero sin la permanencia de las aportaciones de la década de los treinta sería impensable comprender a Le Corbusier o a la van der Rohe. Dicho con otras palabras: la arquitectura y el diseño, como la sociedad, sufrieron grandes cambios e hicieron frente a tensiones nuevas y diferentes. Sin duda, los artistas buscaron soluciones nuevas, pero provenían de una tradición que no podían ignorar. Se trata, por decirlo así, de un proceso dialéctico entre la fidelidad a la tradición y la necesidad de la innovación (piénsese, por ejemplo, en lo que debió suponer la producción estandarizada no sólo de objetos muebles, sino también de edificios). En esa tensión crecen las obras de las que vamos a hablar en este capítulo.

Silla Barcelona de Mies Van der Rohe
Silla Barcelona de Mies Van der Rohe.
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