Historia inicial
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| Apple on a Tree in Fall Imagen de Chris Campbell en flickr. Licencia CC |
Se preguntarán ustedes qué quién soy. ¿No me reconocen? No se confundan, piensen un momento. Pertenezco a la misma estirpe que la manzana de Eva, y la de Guillermo Tell. Unos siglos después, en el XX, será famosa otra manzana, la de unos aparatos diabólicos, Apple creo que se llamarán. No sé bien, a mí esas máquinas modernas me interesan poco.
Pero no voy a distraerlos con dudosos mitos religiosos y anécdotas históricas difíciles de comprobar. Mi elegante y perfecto descenso sí que fue fundamental para el desarrollo de la ciencia moderna. Aquella magnífica caída fue el combustible que alimentó la creación y el estudio del movimiento, la relación entre el tiempo y el espacio.
Soy la manzana de Newton. Esa, sí, seguro que se acuerdan, la que le cayó en su blanca y perfumada peluca, la famosa manzana que le inspiró la Ley de la gravitación universal. Dicen que al sentir el golpe, pensó que las mismas leyes que hacían girar la Luna alrededor de la Tierra, serían las que provocaron mi caída.
Mi histórica caída le trajo a la memoria el descubrimiento, por parte de Galileo, de la gravedad y de la famosa relación
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Pero, no se crean ustedes lo que se cuenta de que Newton reflexionaba bajo la sombra de un manzano en el jardín de su casa materna en la ciudad de Woolsthorpe. Cuando yo me dejé caer, él estaba durmiendo la siesta con acompañamiento de ronquidos incorporados.
Es imposible que encontrara en esas circunstancias la forma de relacionar el escaso segundo que tardé en caer, con los tres metros que recorrí desde la rama hasta su duro y sabio cráneo.
No se dejen engañar, yo caí porque quise, porque quería dar el salto al estrellato y ser famosa y, por supuesto, por mi propio peso.
