6. Siglo XXI: consumo responsable
Tanto tienes, tanto vales. Este ha sido el motor de la sociedad occidental durante siglos, interrumpido cada cierto tiempo por un movimiento revolucionario que eliminaba (generalmente por medios violentos) a los que acumulaban la mayor parte de la riqueza para devolver esta a los desposeídos. Solo para que surgiera otra nueva clase dominante, que a su vez iba a enriquecerse a costa de los dominados. Este culto al materialismo está siendo cuestionado por movimientos cívicos que preconizan la austeridad y el consumo responsable como forma de vida. La felicidad está en el SER, no en el TENER. Los bienes materiales no liberan, muy al contrario, esclavizan. Ni más ni menos, las mismas ideas que asumían y defendían los filósofos griegos que siguieron las lecciones de Sócrates: autarquía y simplicidad, como vías para conseguir la felicidad y el equilibrio. Algunos ejemplos:
El decrecimiento pretende la construcción de un nuevo modelo de sociedad en el que la economía se encuentre al servicio de las personas, se establezca una nueva relación entre el ser humano y la naturaleza, y, sobre todo, se reivindique la ciudadanía, desarrollando la participación y la toma de decisiones por medio de la democracia directa. Frente al individualismo, la competitividad, el egoísmo y la búsqueda del máximo beneficio económico, se deben recuperar valores como la ayuda mutua, la solidaridad, la austeridad y la justicia social. Nos proponen vivir mejor con menos: usar de manera consciente la electricidad, el agua, la calefacción, las basuras y el reciclaje. También reducir la compra de cosas que no necesitamos y comprar con criterios éticos, ecológicos y sostenibles. Organizar planes de ahorro energético en comunidades de vecinos y crear, por ejemplo, huertos ecológicos urbanos, en las casas, comunidades de vecinos o jardines de nuestros barrios.
"El 80% de lo que como lo consigo así desde hace un año. Lo que más abunda es pan. Cada noche se tiran miles de barras. La verdura suele venir empaquetada y limpia. La fruta a veces está golpeada, pero en general tiene buen aspecto. Se encuentran muchísimos yogures y la mayoría sin caducar. La pasta o el arroz a veces simplemente tienen el paquete roto, y eso ya los convierte en basura", explica Madeleine, que no es vegetariana, a pesar de que la palabra freegan naciera como contracción entre free (libre, gratis) y vegan (vegetariano que rechaza cualquier producto animal).
"Cada persona decide su grado de compromiso", explica esta mujer de 50 años. Ella vive en el corazón del West Village, en un amplio apartamento lleno de libros; trabaja como portavoz de una ONG, y antes, para una multinacional. "Lo mío es una decisión consciente: desobedecer la orden de comprar. Es un boicot a la sociedad de consumo. Se gasta en exceso, y eso está matando al planeta. Por eso he minimizado todas mis compras. Los libros son usados, los electrodomésticos los arreglo, la ropa es de mercadillos gratuitos". El club de los comedores de basura El País, 2 de diciembre de 2007
María Carmen Quero Cuevas, profesora de Economía en el Instituto de Enseñanzas a Distancia de Andalucía (IEDA) escribe un extenso artículo en el que menciona muchas de estas corrientes ciudadanas en pro de un consumo razonable: "El crecimiento económico previo a la actual crisis fomentó una ola de consumismo que sumergió a la sociedad en una cultura de consumo compulsivo bajo la creencia de que, cuanto mayor fuera este, implicaría alcanzar superiores niveles de bienestar, felicidad y estatus social.
Artículo completo: El consumo responsable: una alternativa con futuro y un reto para la educación |