3.2. Los complementos y la ministra de la moda
Los complementos cobraron una vital importancia para las clases adineradas de las cortes y ciudades más importantes de Europa, así como del nuevo mercado internacional que se abrió tras dos siglos de expediciones e invasiones: las colonias que en América, África y Asia poseían las grandes potencias europeas.
Fue tal la cantidad de adornos, la complejidad de los peinados, los petos y corpiños anudados con lazos a la espalda, que cualquier dama necesitaba al menos una sirvienta o asistenta que le ayudara a vestirse y arreglarse.
Uno de los complementos estrella fue el abanico, verdadero portador de un lenguaje codificado que servía para transmitir infinidad de sentimientos y claro, de seducir y ser seducido. Los abanicos eran para los cortesanos del dieciocho lo que para nosotros son los emoticonos del wassap. Abanicos había de muchos tipos y precios, que demostraban el estatus social de su dueño, y algunos estaban pintados por los más famosos pintores de la época, llevaban incrustaciones de marfil y diamantes, y bordados con hilos de oro. Los hombres también los usaban, pero sus abanicos eran más sobrios, de colores oscuros y menos ostentosos.
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Aristócrata luciendo un traje a la polonesa |
Hombre vistiendo a la moda hacia 1780 |
Se siguen usando pelucas que hasta 1770 son pelucas sencillas, cortas, con bucles a los lados y de color blanco. Estas pelucas se empolvan con polvo de arroz de tonos pastel blanco, rosa o lila. Pero la cosa cambia durante el reinado de María Antonieta por culpa de su peluquero. Parece que ambos se apostaron el más difícil todavía y los peinados llegan a alcanzar un metro de altura, en donde los cabellos compiten con lazos, flores, perlas, piedras preciosas y hasta miniaturas de carrozas, animales y retratos. Nunca hasta entonces el peinado fue tan extravagante y provocador como durante estas décadas de peinado moda Pouf, en honor al nombre del peluquero real artífice de estos alocados peinados imposibles. .
Y el maquillaje no era algo exclusivo de las mujeres, sino que también los hombres se maquillarán, usando polvo de arroz para dar una tonalidad blanca al rostro, se exagerarán las mejillas con rojo intenso y se realzarán los ojos con tonos rosas y violetas. Algo muy común durante el rococó fue que las mujeres simulasen algún lunar en las mejillas pintándolo con lápiz negro. Los sombreros también fueron muy del gusto de la época, sobre todo en Inglaterra, que se adornaban con plumas de animales, flores secas, cintas y encajes.
Curiosidad
Esta obsesión de empolvarse hasta las pelucas se debe a una razón social: si tu piel y tu aspecto general era de blancura y hasta palidez significaba que pertenecías a la aristocracia y no tenías que trabajar, por lo que no te achicharrabas en el campo trabajando de sol a sol y por eso tu piel estaba inmaculadamente blanca. De hecho, hay una expresión en inglés para designar a las personas poco refinadas: redneck, que significa literalmente cuello rojo, en alusión a los campesinos.
![]() La modista Rose Bertin Imagen en Wikipedia . Dominio público |
En esta época hubo una figura clave en el estilismo rococó, una mujer que abrió una pequeña boutique cerca de la Ópera de París que pronto hizo las delicias de la exigente aristocracia francesa y que gracias a la duquesa de Chartres se convirtió en la modista, amiga y confidente de la mismísima reina María Antonieta: se trata de Rose Bertin, apodada por el pueblo francés como la ministra de la moda.
Rose Bertin comenzó vendiendo lujosos diseños exclusivos y sombreros atrevidos que pronto llamaron la atención de la reina, quien la hizo traer a Versalles en 1772 y le abrió su propio taller en un edifico anexo al palacio. Dos veces en semana la reina acudía encantada a conocer las nuevas novedades de sus propuestas, y poco a poco la diseñadora fue haciendo trajes más atrevidos, sombreros más complejos que culminaban esos peinados cada vez más elaborados. El éxito de Bertin traspasó las fronteras francesas y todas las cortes europeas pagaban una verdadera fortuna por hacerse con los nuevos trajes de Bertin.
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Jóvenes vestidas y peinadas a la moda |
Sinónimo de lujo, elegancia y exceso, la alta costura tuvo su primera estrella en esta menuda mujer llamada Rose Bertin. Tras el estallido de la Revolución Francesa, Bertin se trasladó a Londres donde siguió confeccionando hermosísimos trajes para las clases más adineradas pero dejando atrás los desmadres decorativos de la época de María Antonieta.
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María Antonieta luciendo uno de sus peinados |
Otro de los peinados imposibles de la reina francesa |
Importante
Los complementos fueron igual de importantes que los vestidos. Las pelucas son al principio sencillas, de color blanco y con bucles a los lados, pero hacia 1770 aparece la moda Pouf y los peinados alcanzan hasta un metro de altura profusamente adornados con los más disparatados elementos. Los guantes eran obligatorios, y solo dejaban ver los dedos en el caso de los guantes mitones. Los abanicos portaban un lenguaje cifrado y el maquillaje a base de polvo de arroz y colores rosáceos y lilas lo usaban tanto hombres como mujeres. La primera gran modista de la historia fue Rose Bertin que trabajó para María Antonieta.
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Los hombres también los usaban, pero eran más sobrios
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Todo lo contrario, eran los preferidos de la reina y llegaron a medir hasta un metro de alto, con extravagante y profusa decoración
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