Curiosidades

Curiosidad
Los ríos cambian el paisaje: el caso del Guadalquivir.
La acción de las aguas de los ríos sobre el paisaje es bastante más intensa de lo que en principio parece. Los cauces de los ríos actúan en ocasiones como si tuvieran vida propia, se mueven, cambian, rellenan depresiones, erosionan laderas, etc. El Guadalquivir en este sentido, es uno de los más activos, aunque esto también sucede en otros ríos peninsulares.
Hace varios miles de años, la desembocadura del Guadalquivir era muy diferente a como la contemplamos hoy. Lo que actualmente conocemos como la marisma, ese espacio pantanoso, llano y formado por la acumulación de sedimentos, no era otra cosa más que un gran lago de escasa profundidad. Los rellenos, que el río ha ido aportando durante los últimos miles de años, han provocado su colmatación o relleno, y han tenido como consecuencia que en la actualidad el antiguo lago haya desaparecido, hasta dar lugar al paisaje bajo y húmedo que hoy día es la marisma.
En otras ocasiones no han sido los rellenos sedimentarios del río, sino la propia mano del hombre, la que ha activado el proceso de cambio. Es lo que ha sucedido en la ciudad de Sevilla. Hasta hace más de un milenio, uno de los brazos del río pasaba por lo que hoy es aproximadamente el centro de la ciudad, pero probablemente durante la Alta Edad Media el cauce fue cegado y hoy se encuentra desviado de lo que es el curso primitivo que tenía hace dos mil años o menos.
Imagen de satélite de la marisma del Guadalquivir que expresa todos los cambios experimentados por el río a lo largo de los últimos milenios |

Curiosidad
Las aguas termales.
Existen determinados lugares en los que las aguas subterráneas son abundantes. Pero sin embargo, no existen demasiados puntos en los que estas aguas afloren a la superficie, ya que, para que eso suceda, han de encontrarse a elevadas temperaturas, para que de esta manera, provoquen su ascenso en forma de vapor. También es necesario que exista una falla o grieta bajo la superficie del suelo para que permita salir a las aguas al exterior.
Cuando esto sucede, se las denomina aguas termales, debido a la elevada temperatura que pueden alcanzar cuando afloran a la superficie. Es frecuente que, para aprovechar sus propiedades terapéuticas basadas en el calor y en su composición química, suelan existir en estos lugares balnearios que explotan este excelente fenómeno de la naturaleza.
En España encontramos algunos ejemplos como las Burgas en Orense, Caldas de Montbui (Barcelona), Caldas de Reis (Pontevedra), Alange (Badajoz) o Alhama de Granada, por poner solo algunos.
![]() Aguas termales en el balneario de Alhama de Granada Imagen en Wikimedia Commons de El Quijote bajo CC |

Curiosidad
Las redes fluviales.
Al conjunto que forma el recorrido de un río con el de sus afluentes se le llama red hídrica o red fluvial. Existen numerosos tipos de redes dependiendo de cómo sean las relaciones entre el río y el resto de los cursos de agua que configuran su cuenca: reticular, dendrítica, circular o anular, anastomosada, etc.
Cuando los ríos efectúan una curva muy pronunciada en su cauce se le denomina meandro. En ocasiones, los meandros pueden llegar a cerrarse del tal modo, que acaban estrangulándose, con lo que el recorrido del río acaba adquiriendo una recorrido más lineal, sin tantas curvas.
Cuando los ríos se encajan en el lecho y varían la altura por la que anteriormente recorrían, forman lo que se denomina una terraza fluvial. Las terrazas fluviales suelen tener muy distintos tamaños y formas, generalmente poseen una gran fertilidad dado que sus materiales son sedimentarios, y son los testigos del nivel de base que alcanzaba el cauce del río en épocas anteriores.
Imagen en Wikimedia Commons de SOTOS bajo CC |

Curiosidad
La Albufera de Valencia.
La Albufera es una laguna litoral cerrada al Mar Mediterráneo por una larga barra arenosa o restinga. Se estima que hace dos mil años, es decir, en época romana, la superficie que ocupaba esta laguna era de unas 30.000 hectáreas, sin embargo, hoy día no llega ni siquiera a la décima parte de esa cifra, pues su superficie actual se calcula que es de unas 2.800 hectáreas.
Cabe preguntarse a qué ha sido debida esta espectacular reducción de la superficie ocupada por el agua. Y la respuesta no puede hallarse principalmente en causas naturales, sino humanas. A lo largo del tiempo, pero sobre todo durante los dos últimos siglos, los agricultores han ido rellenando paulatinamente esta antigua laguna colmatándola mediante el aporte progresivo de materiales arenosos de las proximidades que han acabado prácticamente por cegarla.
De esta forma, se ha generado un nuevo espacio inundable en el que se dan con gran fertilidad cultivos como el arrozal. Este proceso fue magistralmente narrado por el escritor Vicente Blasco Ibáñez en su novela Cañas y Barro, publicada en 1902,
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