2. Píndaro

La lírica griega clásica
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Píndaro (en griego Πίνδαρος) nació, se cree en Cinocéfalos, Beocia, hacia el 518 a.n.e.

 
busto de Píndaro

Píndaro
Imagen de Ctac en Wikimedia. Licencia CC

Es uno de los autores más mimados por la posteridad, y se trata de una fama bien merecida. Tras escribir, a los veinte años, su primera Pítica, le llueven encargos de todas partes en Grecia. Escribió todo tipo de cantos corales, entre ellos cuatro libros de epinicios (Olímpicas, Píticas, Ístmicas y Nemeas), que han llegado prácticamente intactos hasta nosotros.

Los epinicios se componían para celebrar el regreso de un vencedor en los juegos a su tierra natal. Evidentemente, se trata de un homenaje al deportista: los pormenores relativos a la competición son muy escasos, y se habla sobre todo del campeón, de sus triunfos, su familia y su ciudad. Como eran cuatro las competiciones panhelénicas, se explica que los epinicios fueran tan populares. A pesar de no ser el tema principal, el mito sigue ocupando el centro del poema en espacio e importancia. Puede estar relacionado con la ciudad, la vida del vencedor, o bien proponerse como ejemplo.

Píndaro insiste muchas veces en su papel como poeta, en que la poesía es un don divino que hay que acrecentar con el esfuerzo diario. Se considera a sí mismo profeta, intermediario entre los dioses y los hombres. Una concepción tan profunda y seria ha de reflejarse en su obra: la forma de sus cantos ha de ser sólida y simétrica, pero sin excluir el movimiento, en tanto que la poesía es esencialmente dinámica. Es consciente de su propia importancia: de nada servirían las hazañas de los hombres si el poeta no las perpetuase. Como consecuencia de estas ideas, Píndaro centra su atención en los grandes hombres y en sus descendientes, es decir, en la aristocracia. También ensalza continuamente a los dioses, porque un canto que proviene de ellos ha de encaminarse a su alabanza. Cualquier maldad atribuida a los dioses es falsa. Trata a Homero y Hesíodo de impíos, y niega muchos aspectos de la leyenda heroica en que los dioses aparecen en actitud poco airosa.

Escribió, según se sabe:

  • un libro de himnos
  • un libro de peanes: himnos a Apolo
  • dos libros de ditirambos: canciones en honor de Dionisio
    relieve de una estela que muestra a un atleta ciñéndose la corona
    Atleta ciñéndose la corona
    Imagen de Becante en Wikimedia. Licencia CC
  • un libro de prosodia: canto entonado cuando la procesión se dirigía al templo
  • tres libros de partenios: para coros femeninos
  • un libro de  hiporquémata: canto coral festivo y alegre
  • un libro de encomios
  • un libro de trenos: cantos fúnebres
  • cuatro libros de epinicios: cantos de victoria para vencedores en juegos deportivos

En sus poemas se refiere muchas veces a sí mismo, se dirige a las Musas, al coro o a su director, habla de sus sensaciones, emite opiniones propias, consejos, máximas, finge dudar en la elección del tema, etc.

Para Píndaro el canto debía ser magnífico en su adorno. Los elementos estéticos se acumulan, envolviendo por entero la estructura de la composición, y se disponen en grandes periodos. Sabe conducir la atención del oyente hacia lo que para él es la más importante a través de los sonidos, el léxico, incluso el ritmo del poema. Recurre a infinidad de figuras estilísticas. Todo esto podía haber dado lugar a composiciones cargadas de retórica, pero el propio movimiento de la obra lo evita. El resultado es grandioso, y desde luego de difícil comprensión e inabarcable en todas sus facetas. Su léxico debe mucho al homérico, y son frecuentes también los términos dialectales muchos vocablos que resultan innovadores en poesía coral. En el epíteto se muestra sobre todo la riqueza y variedad de su estilística. Muchos están tomados de la épica, pero resultan sorprendentemente bien adaptados y flexibles.

Tuvo una vida larga y feliz y murió en Argos en el año 438 a.n.e.