2.3. La flota
Roma siempre contó, desde antes de las guerras púnicas, con la ayuda de una pequeña flota, primero mercante y posteriormente de guerra, como fuerza complementaria del ejército.
Es cierto que el hecho de que sus primeros enemigos fueran de tierra adentro retrasó el desarrollo de su marina de guerra. Sin embargo, Roma nunca rehuyó su expansión por mar, ni cuando fue consciente de la inferioridad de su flota respecto a la de los enemigos.
En el siglo IV a.n.e., saqueos por parte de flotas griegas en las costas del Lacio y el ataque de los galos en el interior, hacen que los romanos reaccionen estableciendo unas colonias en las costas, para vigilar y proteger el litoral. Para ello, construyen pequeños barcos de guerra que, ante un ataque, les permitiera salir al mar a rechazarlo. Con el paso del tiempo sus barcos sus barcos mejoraron mucho para resultar competitivos ante enemigos mayores.
La primera verdadera armada se construyó para luchar contra los cartagineses, expertos navegantes, en la primera guerra púnica. La superioridad de los cartagineses (en número de barcos y en táctica) hizo que los romanos llevaran al mar su sistema de combate en tierra. Para ello, equiparon cada barco con un garfio (corvus) y un puente colgante (manus ferrea): el primero les permitía enganchar e inmovilizar el buque enemigo del que recibían el ataque; el segundo facilitaba el paso de los soldados romanos al barco enemigo, donde emprendían luchas cuerpo a cuerpo.
Cuando los romanos se hacen con la hegemonía del Mediterráneo, para mantenerla deciden el desarme naval de todas las potencias derrotadas; sin embargo, el prescindir de la flota trae consigo una seria amenaza de la piratería que obliga al emperador Augusto a la organización de flotas permanentes para proteger la navegación en mares y ríos.
Respecto a los mandos, durante la República, no hay jefes distintos a los del ejército de tierra, pero durante el Imperio tenemos, por debajo del emperador, un prefecto (praefectus) al mando de cada escuadra, luego los navarcas (navarchi), comandantes de cada barco a cuyas órdenes estaban los centuriones, suboficiales que a su vez tenían el mando sobre la tropa.
Formar parte de la marina no era algo que estuviera bien considerado, de ahí que la mayoría de los efectivos que luchaban en el mar fueran los ciudadanos más humildes (libertos, esclavos o aliados provinciales).
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Quinquerreme Imagen en Wikimedia. Dominio público |
En lo que respecta a la tipología de los barcos de guerra (naves bellicae) hay que destacar tres clases:
- Naves de exploración (actuaria navis), muy pequeñas y rápidas (se movían a vela y remo);
- Naves de avituallamiento o carga (oneraria navis), naves rudimentarias e inseguras que transportaban leña, agua, caballos, etc.;
- Naves de combate propiamente dicho (liburna navis): naves ligeras de diferentes tamaños y remaje (birremes, trirremes, quinquerremes).

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Retroalimentación
Verdadero
Una de las pruebas que reflejan este desprestigio es el que la mayoría de los efectivos que luchaban en ella eran ciudadanos humildes, libertos, esclavos o aliados provinciales.