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Es un magnífico orador, conoce el arte de no decir nada en una gran arenga
Molière
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Captura de pantalla de la web de El mundo today. Uso racional |
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La oratoria llamada "epidíctica" no era deliberativa ni judicial Estaba destinada a la exhibición del orador, y se puso en práctica en ámbitos privados, como simposios, o ceremoniales, como epitafios. Gorgias fue uno de los pioneros del desarrollo de la oratoria epidíctica en Atenas. En el año 427 a.n.e. al frente de una embajada procedente de Leontinos, consiguió asombrar a los atenienses gracias a discursos de exhibición como Elogio a Helena. Gorgias se convirtió en una referencia para la oratoria ática, especialmente por el empleo de una serie de recursos estilísticos (antítesis, repeticiones, asonancias) e incluso métricos (la existencia de metros completos intercalados en la exposición prosística) que aproximaban la prosa oratoria a la poesía. De hecho, esas figuras tuvieron tanto éxito, gracias a la intervención del sofista, que acabaron denominándose "figuras gorgianas". Dentro del ámbito epidíctico también hay que incluir manifestaciones oratorias ceremoniales como son los discursos fúnebres pronunciados en honor de los caídos por la patria. El epitafio se pronunciaba dentro de un contexto ceremonial en el que un orador recibía como un honor el encargo de actuar como maestro de ceremonias. Los oradores fúnebres tenían que ajustarse a una serie de ideas y tópicos impuestos y que constituían un corpus de lugares comunes que su público esperaba escuchar.
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Pierre Granier, Isócrates. Versalles Imagen en Wikimedia. Licencia CC
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Isócrates (436-338 a.n.e.) ateniense, fue discípulo y seguidor de Sócrates y Platón, quien, en su diálogo Fedro, se refiere a Isócrates como un joven enormemente prometedor. Durante el reinado de los Treinta Tiranos de Atenas, Isócrates dirigió una escuela de retórica en la isla de Quíos. Tras regresar a Atenas, aproximadamente en el año 403 a.n.e., escribió por encargo discursos legales. En el año 392 a.n.e. fundó una escuela donde enseñaba a los jóvenes llegados desde todos los rincones del mundo griego el arte de la redacción de ensayos y la oratoria. Sus temas eran la actualidad política del momento, y el tono de estos discursos tenía una altura moral que distinguió las enseñanzas de Isócrates del mero ingenio y el gusto por el efecto inmediato de los sofistas, sus rivales entre los maestros de retórica. Murió a consecuencia de un ayuno voluntario en el año 338 a.n.e., en protesta por la pérdida de independencia de Grecia. Entre las obras de Isócrates que hoy se conservan figuran 21 discursos y 9 cartas. En discursos como el famoso Panegírico (380 a.n.e.), defendió con insistencia la unificación de las ciudades-estado griegas como única medida de protección contra la amenaza de la invasión persa. Tras fracasar en este empeño, instó a eminentes personalidades militares a encabezar las tropas griegas en una guerra contra Persia, como podemos ver en Filipo (346 a.n.e.), donde hace un llamamiento a Filipo II de Macedonia. El Areopagítico y Sobre la paz (ambas del año 355 a.n.e.) se ocupan de la política ateniense y el ocaso de la democracia griega. Las cartas de Isócrates abordan temas tan dispares como la educación, el arte de la retórica, el poder de la belleza, las advertencias dirigidas a los déspotas y el llamamiento a los líderes. Entre ellas destacan Contra los sofistas, Elogio a Helena, Arquidamo, Antídosis y Panatenaico. Isócrates ocupa un lugar destacado en la historia de la prosa ática. Su estilo se caracteriza por la fluidez de su cadencia, la compleja estructura de la frase y el frecuente uso de la antítesis. Sus escritos sirvieron de modelo a Demóstenes y, más tarde, a Cicerón.
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