1.1. El marco político y social

En el siglo XVIII se produce una profunda transformación de la sociedad que finaliza con la Revolución francesa y la Independencia de los Estados Unidos. Se acaba así con el Antiguo Régimen y empezamos, en la historiografía española,  a hablar de la Edad Contemporánea.

Nos hemos referido al proceso al comienzo del tema: la Ilustración, que al decir de Kant es «la salida del hombre de su culpable minoría de edad», comienza a desarrollarse con fuerza en toda Europa. Sin embargo, no en todos los países pasarán por este proceso con la misma velocidad y profundidad. Quizás podamos decir que el Sacro Imperio (Alemania) y Francia son los representantes más cualificados del movimiento. Inglaterra había seguido desde el siglo XVI su propio camino; estas diferencias podrían sintetizarse en la oposición filosófica entre racionalistas y empiristas, que sólo con Kant, a finales del siglo XVIII, harán parcialmente las paces. Sin duda, el arranque del movimiento debe buscarse un siglo atrás, en la época de René Descartes. En Alemania será Leibniz el representantes más destacado del racionalismo, aunque incluso en el XVII se perciben en el Imperio Germánico tendencias irracionalistas, que posteriormente se desarrollarán en el Romanticismo. En las Islas, por su parte, encontraremos a J. Locke y a D.Hume como los más nítidos representantes del empirismo.

Retrato de Inmanuel Kant

Retrato de Inmanuel Kant
Imagen en WikipediaDominio público

En cualquier caso, algo está cambiando, y lo hace a fondo, pues el movimiento cultural que conocemos como Ilustración lejos de ser una consecuencia de los cambios económicos y sociales, es motor de esos cambios. Así vemos cómo las monarquías absolutas van cediendo el paso al despotismo ilustrado cuyo lema «todo para el pueblo, pero sin el pueblo» indica con nitidez las intenciones de los detentadores del poder, que no pueden evitar que la burguesía comercial y financiera, cuyo poder real se encuentra en el dinero (banca, seguros) y en los intercambios no sólo comerciales, sino también financieros, la burguesía, digo, intente traducir su poder económico en poder político. Además, junto a la alta burguesía aparece una burguesía media (comercio, servicios) que asentada fundamentalmente en las ciudades contribuirá a los numerosos cambios que han de producirse a lo largo del siglo. Las monarquías tradicionales habían sustentado su poder en un fundamento religioso: la monarcas recibían su poder de Dios; pero éste, en crisis desde el XVII, tiene que ceder su puesto a la Razón (que será entronizada incluso como diosa durante la Revolución). Los juristas, abandonado el principio teológico, buscarán una nueva fundamentación a las monarquías, pero como se manifestará con rapidez parece que la diosa Razón no sostiene con fuerza a las monarquías, sino que más bien las deja caer de su pedestal; es decir, los burgueses que apoyan las tímidas reformas de los reyes acabarán exigiendo pasar a primer plano. Los ingleses ya habían hecho su propia revolución de matriz puritana y serán precisamente los puritanos, desembarcados en Virginia, los que acabarán fundando los EEUU (Declaración de Virginia): un país nuevo sin reyes, una república.

En este camino, lentamente, se abre en lo político el paso al liberalismo y a los derechos individuales, entre ellos, el derecho al voto (censitario: no olvidemos que los revolucionarios son también burgueses y no proletarios), pero al mismo tiempo estamos asistiendo a profundos cambios sociales: la desaparición del feudalismo y el nacimiento de las sociedades industriales, que supondrán una verdadera revolución por la aparición de nuevas clases. No debemos olvidar que a lo largo del siglo XVIII se incrementa tanto la producción agrícola (nuevos cultivos: patata, maíz) como industrial y se asiste a una mejora de las condiciones sanitarias, que se traducirá en un incremento de la población.

El siglo XVIII, last but no least, es un siglo formidable para la ciencia: el método experimental y la aplicación de las matemáticas provocarán una revolución no sólo en el mundo de las ideas, sino también en el de las formas de vida. Baste citar los nombres de Newton o Leibniz para mostrar los cambios que se anuncian. Ahora bien, el ideal científico—ideas claras y distintas, experimentación y construcción de hipótesis naturales—se reflejará también en el terreno del arte, que dará un giro en dirección opuesta al barroco para buscar en el Renacimiento esa claridad, que a veces, sin embargo, poco tiene que ver con la vida real. Claro que el rococó tampoco: se trata de un estilo de la aristocracia y para la aristocracia.

Importante

  • En el siglo XVIII se produce una profunda transformación de la sociedad. 
  • La Ilustración comienza a desarrollarse con toda su fuerza, sobre todo, en Alemania e Italia.
  • Aparece también el Despotismo Ilustrado y lo religioso cede paso a la razón. 
  • En lo político se abre paso a la democracia
  • Por último, el siglo XVIII fue un momento formidable para la ciencia. 

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Nos hemos referido al proceso al comienzo del tema: la Ilustración, que al decir de es «la salida del hombre de su culpable minoría de edad», comienza a desarrollarse con fuerza en toda Europa. Sin embargo, no en todos los países pasarán por este proceso con la misma velocidad y profundidad. Quizás podamos decir que el (Alemania) y  son los representantes más cualificados del movimiento. Inglaterra había seguido desde el siglo XVI su propio camino; estas diferencias podrían sintetizarse en la oposición filosófica entre racionalistas y empiristas, que sólo con , a finales del siglo XVIII, harán parcialmente las paces. Sin duda, el arranque del movimiento debe buscarse un siglo atrás, en la época de  En Alemania será Leibniz el representantes más destacado del racionalismo, aunque incluso en el XVII se perciben en el Imperio Germánico tendencias irracionalistas, que posteriormente se desarrollarán en el Romanticismo. En las Islas, por su parte, encontraremos a J. Locke y a D.Hume como los más nítidos representantes del .

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