Historia inicial

La invención de la lira

 Hermes con su pétaso, caduceo y sandalias aladas y una bolsa de dinero en la mano, como dios del comercio

Franz Weiß: Hermes
Imagen de Richard Mayer en Wikimedia.
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a. Cuando Hermes nació en el monte Cilene su madre Maya lo dejó envuelto en pañales en un bieldo, pero desarrollándose con una rapidez asombrosa se convirtió en un muchacho, y tan pronto como Maya volvió la espalda se escapó y fue en busca de aventuras. Llegó a Pieria, donde Apolo guardaba un hermoso rebaño de vacas, y decidió robarlas. Pero temiendo que lo descubrieran sus huellas, confeccionó rápidamente herraduras con la corteza de un roble caído y las ató con hierbas trenzadas a las pezuñas de las vacas, a las que luego condujo de n oche por el camino. Apolo, descubrió la pérdida, pero la treta de Hermes le engañó, y aunque fue hasta Pilos en su búsqueda hacia el oeste, y hasta Onquesto hacia el este, al final se vio obligado a ofrecer una recompensa por la captura del ladrón. Sileno y sus sátiros, ansiosos por obtener la recompensa, se diseminaron en diferentes direcciones para descubrirlo, durante largo tiempo sin conseguirlo. Finalmente, un grupo de ellos pasó por Arcadia y oyó el sonido sordo de una música como la que nunca habían oído hasta entonces, y la ninfa Cilene, desde la entrada de una cueva, les dijo que un niño de extraordinario talento había nacido allí recientemente y que ella le hacía de niñera. El niño había construido un ingenioso instrumento musical con la concha de una tortuga y algunas tripas de vaca, y con ese instrumento había arrullado a su madre para que se durmiera.

b. ¿Y quién le dio las tripas de vaca?, preguntaron los vigilantes sátiros al ver dos cuerpos extendidos fuera de la cueva. "¿Acusáis de robo al pobre niño?", preguntó a su vez Cilene, y cambiaron palabras duras.

c. En aquel momento se presentó Apolo, quien había descubierto la identidad del ladrón observando el comportamiento sospechoso de un ave de largas alas. Entró en la cueva, despertó a Maya y le dijo severamente que Hermes debía devolver las vacas robadas. Maya señaló al niño todavía envuelto en sus pañales y que fingía dormir. "¡Qué acusación absurda!", exclamó. Pero Apolo había reconocido los cueros. Tomó a Hermes, lo llevó al Olimpo y allí le acusó formalmente del robo, mostrando los cueros como prueba. Zeus,  poco dispuesto a creer que su hijo recién nacido era ladrón, le instó a que se declarase inocente, pero Apolo no estaba dispuesto a ceder y al final Hermes flaqueó y confesó.

escultura de Apolo con lira

Apolo con lira
Imagen de Ricardo André Frantz en IWikimedia. Licencia CC


-Muy bien, ven conmigo -dijo- y tendrás tu rebaño. He matado solo dos y las he dividido en doce partes iguales como sacrificio a los doce dioses.
-¿Doce dioses? -preguntó Apolo-. ¿Y quién es el duodécimo?
-Tu servidor, señor -contestó Hermes modestamente-. No comí más que mi parte, aunque tenía mucha hambre, y lo demás lo quemé debidamente.
Ahora bien, este fue el primer sacrificio de carne que se había hecho hasta entonces.

 
dibujo esqumático de una lira

Lira
Imagen en WikimediaDominio público

d. Los dos dioses volvieron al monte Cilene, donde Hermes saludó a su madre y recuperó algo que había dejado oculto bajo una piel de oveja.


-¿Qué tienes ahí? -le preguntó Apolo.

En respuesta, Hermes le mostró la lira de concha de tortuga recién inventada por él, y utilizando el plectro, que también había inventado, tocó con ella una tonada tan arrebatadora, al mismo tiempo que cantaba en elogio de la nobleza, la inteligencia y la generosidad de Apolo, que este le perdonó inmediatamente. Condujo al sorprendido y complacido Apolo a Pilos, tocando durante todo el camino, y allí le entregó lo que quedaba del ganado, que había ocultado en una caverna.

-¡Hagamos un trato! -exclamó Apolo-. Tú te quedas con las vacas y yo con la lira.

Robert Graves: Los mitos griegos.