4. Radiactividad natural y artificial
Vamos a dar un pequeño salto atrás en el tiempo para situarnos en 1896. En este año el físico francés A.H. Becquerel (1852-1908) observó cómo se impresionaban unas placas fotográficas que había guardado en un cajón envueltas en papel oscuro junto a un trozo de mineral de uranio. Enseguida se percató de que el uranio estaba emitiendo la radiación responsable de este fenómeno. Esta radiación era mucho más intensa que los rayos X (descubiertos un año antes por W.K. Roentgen).
Como ya puedes imaginar, Becquerel acababa de descubrir la radiactividad. Este descubrimiento animó a muchos científicos a estudiar este fenómeno de forma más detallada, obteniéndose nuevos elementos radiactivos. Entre el grupo de científicos de los que te hablamos destacó sobremanera Marie Curie.
Podemos definir la radiactividad natural como el fenómeno de emisión espontánea de radiación que presentan determinadas sustancias, capaz de penetrar en cuerpos opacos, ionizar el aire, impresionar placas fotográficas y excitar la fluorescencia de ciertas sustancias. Cuando el fenómeno no es espontáneo, sino inducido por alguna reacción nuclear, hablamos de radiactividad artificial.
Hoy sabemos que esta radiación procede de los núcleos de los átomos y puede ser de tres tipos:
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- Radiación alfa (α): Es una radiación material formada por núcleos de Helio (partículas alfa), por lo que poseen carga positiva (Qα=+2e) y su masa es Mα=2mp+2mn. La radiación alfa tiene un alto poder de ionización y bajo poder de penetración.
- Radiación beta (β): Es una radiación material formada por electrones. Su poder de ionización es menor que el de las partículas alfa (son menos masivos) pero su poder de penetración es mayor.
- Radiación gamma (γ): Es una radiación electromagnética de frecuencia muy alta, mayor que los rayos X.