Tú eras el huracán y yo la alta torre que desafía su poder: ¡tenías que estrellarte o que abatirme! ¡No pudo ser!
Tú eras el océano y yo la enhiesta roca que firme aguarda su vaivén: ¡tenías que romperte o que arrancarme! ¡No pudo ser!
Hermosa tú, yo altivo: acostumbrados uno a arrollar, el otro a no ceder: la senda estrecha, inevitable el choque... ¡No pudo ser!
I watch thy grace; and in its place My heart a charmed slumber keeps, While I muse upon thy face; And a languid fire creeps Through my veins to all my frame, Dissolvingly and slowly: soon From thy rose-red lips my name Floweth; and then, as in a swoon, With dinning sound my ears are rife, My tremulous tongue faltereth, I lose my colour, I lose my breath, I drink the cup of a costly death Brimmed with delicious draughts of warmest life. I die with my delight, before I hear what I would hear from thee.
Safo cantaba sus versos acompañándolos de la música de su lira. En su poesía, lo más importante es el ritmo. La sucesión de sílabas largas y breves se adaptaría de forma ideal a los sonidos que sus dedos arrancaban de las cuerdas. La rima era un concepto desconocido, y la medida no se basaba tanto en las sílabas como en una sucesión determinada de sílabas largas y breves.
La estrofa preferida de Safo aún lleva su nombre. Utilizada también por Alceo e imitada por Catulo, la recuperaron los poetas italianos del Renacimiento, y tuvo difusión en nuestra literatura de mano de poetas como Esteban Manuel de Villegas (s. XVII):
Si de mis ansias el amor supiste, tú que las quejas de mi voz llevaste, oye, no temas, y a mi ninfa dile, dile que muero.
O Miguel de Unamuno. Pero el poeta que la adaptó especialmente a sus versos, que le dio una vida igual a la que tuvieron con Safo, sirviéndole también para expresar su pasión y sentimiento, fue Gustavo Adolfo Bécquer:
¿Qué es poesía?, dices mientras clavas en mi pupila tu pupila azul. ¡Qué es poesía!, Y tú me lo preguntas? Poesía... eres tú.
Se trata de una estrofa de cuatro versos, los tres primeros endecasílabos sáficos (con acentos en 4ª y 8ª sílabas) y el cuarto pentasílabo, sin rima, denominada "estrofa sáfica". Los acentos imitan el ritmo de los versos originales, y la longitud es similar. Escuchando el vídeo, especialmente los versos en griego y el poema de Bécquer, se puede apreciar la semejanza. El verso es fluido, dulce, suave, no forzado. No hace falta la música para sentirlo como música.
La poesía de Safo ha tenido admiradores y continuadores también en sus contenidos, como el británico Alfred Tennyson. La traducción del poema que aparece arriba sería la siguiente:
Observo tu gracia; y en su lugar Mi corazón guarda un sueño encantado, Mientras medito en silencio sobre tu rostro; Y un débil fuego se extiende Por mis venas a todo mi cuerpo, Disolviéndose y lentamente: pronto Fluye mi nombre de tus labios rojos como las rosas; Y entonces, como en un desvanecimiento, Mis oídos se llenan de sonidos insistentes, Mi lengua trémula balbucea, Pierdo el color, me quedo sin aliento, Bebo el cáliz de una muerte costosa, Rebosando delirantes sorbos de la vida más apasionada.
Muero con mi deleite, antes De oír lo que me gustaría oír de ti.