3.1. Joyería, relojes y porcelana
La joyería neoclásica no solo presenta rasgos estilísticos bien distintos de las joyas rococó, sino que inaugura dos novedades muy importantes. Por un lado, estas joyas reflejan los nuevos procedimientos de fabricación de la incipiente Revolución Industrial, con muchos elementos fabricados en serie por máquinas, como enganches y cierres realizados en acero. Por otro lado, estas nuevas joyas suponen que las clases sociales que hasta 1789 y la caída del Antiguo Régimen habían estado bien diferenciadas, tiendan a igualarse. Así, la nueva y floreciente rica burguesía gustará de adornarse con elegantes y caras piezas de joyería como había hecho la aristocracia. Las joyas dejan de ser un patrimonio exclusivo de la aristocracia para pasar a adornar a la nueva clase social dirigente: la burguesía.
La joyería neoclásica es ante todo simple y elegante. Atrás quedaron los excesos y las mezclas de los más diversos materiales de otras épocas. Ahora lo que gusta es la simplicidad, la simetría, las formas sencillas y la pureza de los materiales, con combinaciones de no más de tres elementos. A las decoraciones con hojas de acanto y órdenes clásicos hay que sumar todo un repertorio inspirado en el antiguo Egipto: pirámides, esfinges, máscaras de animales, hojas de papiro, flores de loto y escarabajos también formarán parte de joyería de este periodo pues las campañas de Egipto del emperador Napoleón a finales del siglo XVIII causaron verdadero furor en la vieja Europa.
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La reina Luisa de Prusia |
Vigée Le Brun, |
Se retoma el gusto por los camafeos, ya sabes, esas piezas de joyería finamente labradas en relieve sobre piedras semipreciosas de ágata y ónice. Los pendientes se prefieren sencillos y verticales, terminados en perlas. Los collares son grandes engarzados con cadenas que dan varias vueltas al cuello, del que cuelgan camafeos, piedras preciosas y pastas vítreas delicadamente talladas que imitan piedras preciosas como gemas, rubíes o esmeraldas. Sobre la cabeza se ponen de moda las diademas en oro decoradas con incrustaciones de diamantes y rematadas con perlas, y la pieza clave de este periodo es el brazalete. Pieza recuperada de la antigüedad, el brazalete es una aro de metal de origen persa que los romanos usaban como premio para recompensar las hazañas militares y que los soldados lucían en el brazo derecho. Pues ahora serán las mujeres las que lo utilicen para ser retratadas y como complemento ideal para asistir a los eventos sociales de comienzos del siglo XIX.
Los hombres también usaran joyas aunque de manera más discreta, normalmente como adorno de sus zapatos, cinturones, sombreros, botones de las casacas y como sellos en forma de anillos.
Para saber más
La expedición de Napoleón a Egipto
En 1798 un joven Napoleón se embarca en una campaña militar sin precedentes para conquistar Egipto y Siria con el fin de bloquear el comercio mediterráneo de Gran Bretaña con la India y así debilitar al enemigo inglés. La campaña finamente fue un fracaso, pero culturalmente hablando fue el inicio de la Egiptología, pues con Napoleón viajaba un buen número de científicos, arqueólogos e historiadores que quedaron maravillados con las joyas de esa antigua civilización. El descubrimiento más importante de esa expedición fue el hallazgo de la Piedra de la Rosetta, una descomunal piedra de basalto gris oscura que transcribe en tres idiomas: jeroglífico, demótico y griego, una sentencia del rey Ptolomeo del año 196 a. C. y que permitió descifrar el lenguaje encriptado de los jeroglíficos.
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Reloj de sobremesa Las cuatro fachadas |
El arte de la relojería alcanza su máximo esplendor con la llegada al trono español del monarca Carlos III, verdadero amante de los relojes, quien impulsa la creación de la Real Fábrica de Relojes de Madrid en 1771. Los relojes se fueron perfeccionando durante todo el silgo XVIII con importantes innovaciones como la creación de los primeros relojes portátiles o la introducción del péndulo de compensación que permitía un mínimo error en la medición del tiempo de un segundo al día. El relojero más famoso de toda la centuria fue el francés Francisco Luis Godon, relojero de cámara de Luis XVI y Carlos III.
Pero sin lugar a dudas fue en la porcelana donde se aprecia con mayor claridad el influjo que el arte grecorromano tuvo en el Neoclásico. En ocasiones a simple vista cuesta mucho diferenciar entre una pieza de cerámica griega de hace más de dos mil años hallada en una excavación y entre una pieza neoclásica de hace doscientos años. Desde mediados del dieciocho se reprodujeron las tipologías de los vasos griegos, y las decoraciones imitaron desde las primitivas franjas geométricas del período arcaico hasta la totalidad de la iconografía mitológica de la etapa clásica y helenística.
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Pieza de Sèveres de 1786 |
Busto de Napoleón, 1811 |
Vaso de porcelana |
Las piezas más características de estos años son las denominadas cerámica Wedgwood, fruto de la unión de destreza técnica y producción industrial en serie. Su fundador fue el ceramista inglés Joshia Wedgwood, hijo de una estirpe de ceramistas que funda su propia fábrica en 1754 y con una gran visión comercial registra todos sus experimentos. El éxito le llegó en 1765 cuando recibe el encargo de la reina Carlota, esposa del monarca Jorge III, de fabricar una vajilla para su residencia real. Tanto le gustó a la reina esas piezas realizadas en color crema que animó a Wedgwood a que la registrara con el nombre de cerámica de la reina.
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Cerámica Wedgwood |
Desde entonces los experimentos de Wedgwood no dejaron de sucederse: a la pasta cerámica de base se le añadían diversos óxidos minerales y caolín que lograban imitar las más variadas piedras como el basalto y el ónice en ese característico tono azul mate de sus piezas a los que superponía delicados relieves en porcelana blanca con motivos de la antigüedad clásica. Wedgwood fue el primero en utilizar una máquina de vapor para la fabricación industrial de piezas cerámicas con moldes, y entre sus clientes se encontraban Catalina la Grande de Rusia o los primeros presidentes de los Estados Unidos.
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Piezas de cerámica |
Importante
En las artes decorativas se empezaron a implantar las nuevas formas del gusto a la griega tan de moda en el Neoclásico. Las joyas son simples, elegantes, simétricas y combinan pocos materiales como el oro y los diamantes. Se recuperan los camafeos y las piezas más características son las diademas y los brazaletes. Se producen importantes avances en la relojería, como la invención de los relojes portátiles o de sobre mesa y el péndulo de compensación. La porcelana de Sévres se adapta rápidamente a este nuevo gusto, y las piezas más significativas son las de cerámica Wengwood, con su característico tono azul y los relieves translúcidos que imitan motivos de la antigüedad. Josiah Wengwood fue el primer ceramista en utilizar una máquina de vapor para crear sus piezas.
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La floreciente burguesía también podrá permitirse el comprar y lucir exclusivos diseños de joyas
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Se retoman de los antiguos brazaletes con que los emperadores romanos premiaban las hazañas militares de sus legiones
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Fue una invención del ceramista inglés Josiah Wengwood
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