Importante
Para finalizar la situación de aprendizaje, y antes de empezar con el proceso de creación del producto final, te ofrecemos una síntesis de lo abordado aquí.
Palabras de otras lenguas
El español ha incorporado palabras de muchas lenguas debido a la historia y diversidad cultural de sus hablantes. Entre los préstamos más comunes se encuentran los galleguismos como chubasco y carabela, los catalanismos como papel y faena, los vasquismos como izquierda y boina, los arabismos como azotea y ojalá, los helenismos del griego como teorema y economía, .... El latín no se considera préstamo porque el español es una evolución directa de él, aportando alrededor del 75% del vocabulario.
Incorporación a lo largo de los siglos
Respecto a las palabras de origen latino en español, los cultismos son términos tomados directamente del latín con poca evolución fonética, como rapidum que dio rápido. Los dobletes léxicos son dos palabras derivadas de la misma raíz latina pero con evolución diferente, como delicatus que originó delicado (cultismo) y delgado (patrimonial). Los semicultismos son préstamos latinos que evolucionaron menos que los patrimoniales, con cambios parciales, por ejemplo, miraculum dio milagro, no *mirajo, que era lo que debía haber dado, como auricula > oreja. Por último, las patrimoniales son palabras que evolucionaron fonéticamente de forma continua y natural en la lengua hablada, como verecundiam que se transformó en vergüenza.
Incorporación hoy
Los xenismos son palabras extranjeras que se mantienen sin adaptación, como influencer, y suelen usarse por moda o prestigio, aunque se recomienda usar equivalentes en español cuando existan. Los calcos son traducciones literales de expresiones extranjeras, como sin hogar por homeless o disco duro por hard disk. Finalmente, la adaptación es la integración de palabras extranjeras adaptándolas a la morfología española para facilitar su uso, como chalet que se adapta a chalé, permitiendo formar el plural chalés.
Procedimientos de formación de palabras
Simples: Formadas por un lexema (raíz) + morfemas flexivos (género, número, tiempo...): cartas, ambulancia, queríamos,...
Las palabras con el mismo lexema forman familias léxicas (ej.: blanc- en blanco, blanquear, blancuzco,...).
Derivadas: Lexema + morfemas derivativos (prefijos, interfijos, sufijos), además de los flexivos.
- Prefijos: Van antes del lexema (anteponer).
- Interfijos: Enlaces sin significado (viejecito).
- Sufijos: Van después del lexema o interfijo (cartero). Pueden ser diminutivos (-ito), aumentativos (*-ón*), despectivos (-ato) o expresivos (cafelito).
Compuestas: suponen palabras con más de una raíz: cascanueces. Las sintagmáticas son la combinación de palabras sin unirse (hombre rana, coche cama). Hay palabras compuestas con elementos compositivos: raíces griegas/latinas que actúan como afijos (geo-, tele-, -céfalo). Ej.: geopolítica, cefalópodo,...
Parasintéticas: combinación simultánea de prefijo + sufijo o composición + derivación, sin formas intermedias: enamoramiento (no existe amoramiento ni enamor), quinceañero (no existe quinceaño ni añero). No hay que confundirla con derivación secuencial (control > controlado > descontrolado).
Género y número
El género en los sustantivos se expresa mediante morfemas flexivos. Para el masculino, las terminaciones más comunes son *-o*, *-e* o ausencia de marca (ø), como en cartero, monje o director. En cambio, el femenino suele formarse con *-a* (cartera, monja), aunque también existen otros morfemas como -triz (actriz), -ina (gallina), -isa (poetisa) o -esa (condesa).
Algunas palabras no tienen marca de género en su lexema y dependen de los determinantes para indicarlo (el/la artista, la crisis). Además, existen casos especiales: los heterónimos, que cambian completamente de lexema según el género (caballo/yegua, hombre/mujer); los de género común, que mantienen la misma forma pero varían según el artículo (el/la pianista); y los epicenos, usados para animales y que no distinguen género semántico (la pantera, el delfín).
En ocasiones, el cambio de género altera el significado (caballo/caballa, el cólera/la cólera), e incluso en algunas variedades del español, como el andaluz, el uso del femenino puede intensificar la expresión (la calor, la hambre).
El número singular no suele llevar marca (ø), mientras que el plural se forma añadiendo *-s* o *-es* (libro/libros, café/cafés). Sin embargo, hay sustantivos invariables: los singularia tantum (sed, caos) solo existen en singular, y los pluralia tantum (víveres, añicos) solo se usan en plural.
El plural no siempre indica cantidad, sino que puede denotar variedad (los vinos), énfasis (estar hasta las narices) o incluso cambiar el significado (celo/celos).
Tipos de adjetivos
Los adjetivos concuerdan en género y número con el sustantivo (alto/alta, altos/altas). Se clasifican en calificativos (admiten gradación: más alto), relacionales (no se gradúan: musical) y adverbiales (funcionan como adverbios: hablar claro).
Su posición influye en el significado: lo habitual es que vayan pospuestos (casa grande), pero si se anteponen, pueden realzar la cualidad (impresionante jugada) o alterar el sentido (antigua casa ≠ casa antigua).
Los grados del adjetivo
Los adjetivos pueden tener tres grados. El positivo es la forma neutra, sin comparación, como en “el coche rojo”. El comparativo establece una comparación y puede ser de superioridad (“más alto que”), de igualdad (“tan inteligente como”) o de inferioridad (“menos rápido que”). Algunos comparativos tienen formas propias, como “mejor” o “mayor”, y no deben combinarse con “más”. El superlativo intensifica la cualidad y puede ser relativo (“el más alto de la clase”, en relación con un grupo) o absoluto (“altísimo” o “muy alto”, sin comparación).
Morfología verbal
El verbo se compone de varios elementos: la raíz, que aporta el significado léxico; la vocal temática, que indica la conjugación (-ar, -er, -ir); el morfema de aspecto, modo y tiempo; y la desinencia, que señala persona y número. Estos componentes pueden aparecer claramente diferenciados, como en amábamos (am- / -á- / -ba- / -mos), o fusionados, como en corre.
En cuanto al modo, el español cuenta con tres: el indicativo, que expresa hechos objetivos y reales (Viene a este club); el subjuntivo, que refleja deseos, dudas o posibilidades (Ojalá venga a este club); y el imperativo, que se usa para órdenes o ruegos (Cerrad la puerta), aunque sus formas para la primera y tercera personas se construyen con el subjuntivo (Cierren ustedes la puerta).
El tiempo verbal sitúa la acción en pasado, presente o futuro, pero puede usarse con valor expresivo: por ejemplo, usar el presente en lugar del pasado para dar viveza (Colón descubre América en 1492), o el presente por el futuro para expresar decisión firme (Mañana estoy en la estación).
Por último, el aspecto muestra cómo se presenta la acción: como terminada, con aspecto perfectivo (Llegué a Glasgow), o en desarrollo, con aspecto imperfectivo (Llegaba a Glasgow).
Las desinencias y la voz
Las desinencias marcan la persona (1.ª, 2.ª o 3.ª) y el número (singular o plural). Las formas no personales del verbo (infinitivo, gerundio y participio) carecen de estas desinencias. En el imperativo, las formas que faltan se completan con el subjuntivo (¡Que no vengan!).
La voz indica la relación entre el sujeto y la acción. Es activa si el sujeto realiza la acción (El camión recogió la mercancía), y pasiva si la recibe (La mercancía fue recogida por el camión). Algunos autores reconocen también una voz media, en la que no hay un agente claro, y que suele coincidir con los verbos pronominales (Se ha arrepentido, Se ruboriza).
Verbos especiales
Los verbos irregulares presentan cambios en la raíz o en las terminaciones, ya sean vocálicos (pedir → pidió) o consonánticos (caber → quepo). Los polirrizos, como ser o ir, tienen varias raíces históricas, lo que complica su conjugación.
Los defectivos no se conjugan en todas las formas; por ejemplo, acaecer solo aparece en tercera persona. Dentro de estos, los unipersonales, como los meteorológicos (llueve, nieva), también se usan solo en tercera persona del singular.
Las perífrasis verbales combinan un auxiliar con una forma no personal para expresar matices como inicio (ponerse a), duración (seguir), fin (terminar de), obligación (haber que) o posibilidad (deber de). No deben confundirse con las locuciones verbales, expresiones fijas con significado propio, como echar a perder, que no admiten cambios estructurales.
Determinantes y pronombres
Los determinantes acompañan al sustantivo dentro del grupo nominal, marcando su referencia y concordando en género y número. Por ejemplo, en "esta casa", "esta" especifica al sustantivo "casa". Existen varios tipos: artículos ("el", "un"), demostrativos ("este", "aquel"), posesivos ("mi", "nuestro"), cuantificadores ("pocos", "tres"), relativos ("cuyo"), e interrogativos/exclamativos ("qué").
Los pronombres, en cambio, sustituyen completamente al sustantivo. Los personales ("yo", "él") y sus formas átonas ("me", "le") funcionan como núcleo. También existen posesivos ("el mío"), demostrativos ("prefiero este"), indefinidos ("alguien"), numerales ("tres") e interrogativos/exclamativos ("¿quién?").
La diferencia esencial radica en su función: los determinantes modifican sustantivos, mientras los pronombres los reemplazan. Comparten formas ("este libro"/"quiero este"), pero su rol sintáctico los distingue claramente.
Palabras invariables
Los adverbios son palabras invariables que modifican verbos, adjetivos, otros adverbios o enunciados completos, expresando circunstancias de lugar (aquí, lejos), tiempo (ayer, pronto), modo (bien, rápidamente), cantidad (mucho, bastante), afirmación (sí, ciertamente), negación (no, nunca) o duda (quizá, tal vez).
Las preposiciones, también invariables, establecen relaciones entre palabras. El español cuenta con unas 23, incluyendo a, ante, bajo, con, de, en, para, por, entre otras, además de algunas en desuso como cabe o so, y otras más recientes como vía o versus.
Las conjunciones unen palabras u oraciones. Las coordinantes (y, o, pero) enlazan elementos equivalentes, mientras las subordinantes (que, porque, aunque) introducen estructuras dependientes. Los conectores discursivos (además, sin embargo) cumplen una función similar pero con mayor libertad.
Las interjecciones son expresiones exclamativas autónomas. Las propias (¡ay!, ¡eh!) solo cumplen esta función, mientras las impropias (¡cuidado!, ¡bravo!) son palabras de otras categorías usadas como exclamaciones.
Las locuciones son grupos de palabras con significado unitario que funcionan como adverbios (de repente, a menudo), preposiciones (delante de, cerca de), conjunciones (a pesar de que, así que), interjecciones (¡Dios mío!) o determinantes (un montón de).