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La destrucción del bosque en España a lo largo de la Historia.

 

Aunque hoy cueste trabajo creerlo, el actual territorio español fue durante una buena parte de su Historia un lugar cubierto por frondosos y espesos bosques. Se calcula que en la actualidad, no queda más de un 30 por ciento de la superficie tapizada por bosques que debió existir en España antes de que se iniciara el proceso de destrucción del mismo.

Cabe pues preguntarse cuándo, cómo y por qué sucedió semejante desaparición. Los paleobotánicos están convencidos que la masa vegetal que tapizaba buena parte de la Península y las islas se mantuvo intacta hasta que comenzó el proceso histórico que denominamos Neolítico, varios milenios antes de nuestra era. El Neolítico tuvo como principal consecuencia la roturación de los primeros bosques buscando pastos para el ganado y tierras fértiles que cultivar.

Durante la Edad de los Metales este proceso continuó, quizás no a una escala muy grande, pero sí con una extensión cada vez mayor. La necesidad de abastecer de combustible a los hornos debió incrementar la pérdida de la masa forestal. Eso mismo sucedió con la llegada de los pueblos colonizadores procedentes del Mediterráneo Oriental, aunque sus efectos negativos se debieron dejar sentir exclusivamente sobre las zonas del litoral Mediterráneo, que fue donde principalmente se asentaron.

Este proceso se debió incrementar considerablemente bajo la dominación romana. Los romanos roturaron gran cantidad de tierras que pusieron en cultivo y es muy probable que fuera durante esta época cuando la reducción del bosque peninsular y baleárico alcanzase un momento importante en el proceso de reducción que venían siguiendo. También las explotaciones mineras debieron repercutir negativamente sobre los bosques hispanos, dada la necesidad abastecimiento de madera para entibamientos y otros fines.

La Edad Media fue una etapa particularmente negativa en cuanto a la conservación de las masas forestales peninsulares. La Reconquista propició la destrucción de numerosos bosques, en un intento por privar a los enemigos de lugares donde ocultarse, así como del sustento que la propia riqueza forestal daba a los pueblos que vivían de ella.

 

La Capitulación de Granada, de Francisco Pradilla Ortiz (1882)

Toma de Granada por los Reyes Católicos. La Reconquista implicó
la destrucción de una parte importante de los bosques peninsulares
Imagen en Wikimedia Commons de Escarlati bajo dominio público

 

A partir de finales del siglo XV y hasta principios del XIX, la riqueza maderera se dilapidó para la construcción de una importante flota naval que garantizase las comunicaciones entre España y las colonias americanas. El ejemplo más claro relacionado con esta cuestión es la famosa Armada Invencible de Felipe II, construida para invadir Inglaterra, pero que se perdió en 1588 a consecuencia de las tempestades. Numerosos bosques peninsulares fueron talados para abastecer de madera a los astilleros donde se construyó la gran escuadra.

El siglo XIX fue también un momento muy negativo para la conservación de los bosques. Las dos grandes desamortizaciones de 1836 y 1855 implicaron la pérdida de los bosques de la Iglesia y de los bienes de propios de los Ayuntamientos, mientras que los nuevos propietarios procedían a una labor de deforestación y puesta en cultivo de nuevas tierras, de cuyos efectos medioambientales todavía hoy seguimos lamentándonos.

La tendencia destructora no se ha detenido hasta la segunda mitad del siglo XX. En este período, los conservacionistas del bosque todavía han tenido que luchar contra el desarrollismo impuesto por el Estado franquista y contra la especulación urbanística. Esta en muchos casos, ha supuesto la pérdida de miles de hectáreas de bosque para construir sobre él urbanizaciones, o para ampliar el espacio edificado en las zonas que previamente habían perdido su cobertura vegetal.

Derrota de la Armada Española, de Philip James de Loutherbourg
La construcción de la Armada Invencible
implicó la tala de numerosos bosques peninsulares
Imagen en Wikimedia Commons de Mattes bajo dominio público

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El sotobosque y las formaciones de matorrales.

Sin duda, los bosques son el aspecto más llamativo de la vegetación de nuestro país o de cualquier otro. Pero el bosque no es el único elemento que configura el paisaje vegetal. Ya anteriormente hablamos de las distintas formaciones vegetales que lo componen, de manera que en este caso nos vamos a centrar en la parte menos conocida del mismo, el estrato inferior al que se conoce como sotobosque.

El sotobosque es la parte baja del bosque, pues el término equivale a decir "bosque bajo", o también "por debajo del bosque". Está compuesto por árboles jóvenes poco desarrollados, helechos, arbustos e hierbas. Suele ser más habitual en las zonas húmedas. Es en ellas donde crece una masa vegetal bajo las copas de los grandes árboles que vive en un mundo más umbrío y con luminosidad más reducida, ya que el porte de los grandes árboles impide que la insolación llegue de pleno a las zonas más bajas del mismo.

El sotobosque es el medio natural en el que viven numerosos animales de pequeño tamaño. Esto es debido a que las capas más altas de los árboles impiden que muchas aves de presa puedan avistarlos y cazarlos, de ahí que sea un espacio privilegiado en cuanto al mantenimiento de una rica fauna.

Sierra de Guadarrama

En las zonas de umbria, como esta del Guadarrama,
las nieves perpetuas se mantienen más que en la de solana
Imagen en Wikimedia Commons de Miguel303xm bajo CC

 

El matorral, sin embargo, es aquella formación vegetal dominada por los arbustos y por las plantas de porte herbáceo. Puede surgir tanto de forma natural, como debido a la acción destructiva del bosque por la mano del hombre o por incendios.

El matorral de la España húmeda o Atlántica es bien distinto al de la España seca o Mediterránea. En el primer caso predomina una formación que recibe el nombre de landa, mientras que en el segundo existen dos tipos de matorrales, la garriga, que se da sobre zonas calizas, y el maquis, que se da en zonas silíceas.

La landa es una formación vegetal muy densa y con un porte muy alto, ya que en ella viven especies que llegan a alcanzar los cuatro metros de altura. Procede de la degradación del bosque Atlántico a consecuencia de las talas abusivas y de los incendios. Cuando este proceso alcanza su máxima gravedad, la landa desaparece y es sustituida por la pradera, que se emplea principalmente como forma de alimentar a la ganadería.

La garriga es una formación de matorral poco denso y con bastante discontinuidad. En ella se dan especies como la jara o el tomillo, que se adaptan a las elevadas temperaturas y a la sequía estival. La garriga es silífuga, es decir, huye de los suelos ricos en silicatos, de ahí que se concentre especialmente en las zonas calizas, como sucede en los Sistemas Béticos, por ejemplo.

El maquis o la maquia, es un matorral arbustivo de tipo denso, en él abundan especies como el acebuche, el algarrobo o los palmitos. Tiene especies que alcanzan mayor altura que la garriga y no se suele dar sobre suelos calizos, sino silíceos, de ahí que se diga que es una formación calífuga.

Formación de maquia

El maquis o maquia, es una formación vegetal típica del paisaje mediterráneo
Imagen en Wikimedia Commons de Nikater bajo CC

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La vegetación xerófila es propia de las zonas más áridas del Mediterráneo.

Como vimos en un epígrafe anterior, el clima Mediterráneo se extiende por amplias zonas de la Península y de las islas Baleares, de ahí que la vegetación que existe en el mismo difiera considerablemente en función de esas características climáticas específicas. El caso más llamativo de todos es el del sudeste peninsular, ya que allí la sequía es tan acusada, que las especies que habitan esa zona han de adaptarse a unas condiciones de vida que son bastante extremas.

Son las denominadas plantas xerófitas, o xerófilas, es decir, aquellas que "aman" o que les gusta la sequía. Son plantas y arbustos que sobreviven con una escasa aportación de agua y que, la poca que obtienen, se ven obligada a almacenarla en unos troncos gruesos o en unos frutos con una piel muy dura. Son además plantas que desarrollan un sistema de protección ante los depredadores consistente en la aparición de espinas que disuaden a los animales de su consumo.

Las plantas xerófitas, entre las que destacan los cactus, las pitas o las chumberas como ejemplos más conocidos, se encuentran frecuentemente en una formación vegetal que es la estepa. Esta está formada por un matorral muy poco denso, ralo y disperso, en el que sin embargo es frecuente encontrar especies denominadas aromáticas, pues atraen con su fuerte olor a insectos que las polinizan. Esta característica es típica además de casi todas las regiones Mediterráneas ya que en ellas abundan arbustos y flores como el romero, el tomillo, la lavanda, y otras especies algunas de las cuales se utilizan incluso para la industria de perfumería.

Bárdenas Reales, en Navarra

Las Bárdenas, claro ejemplo de paisaje estepario en Navarra
Imagen en Wikimedia Commons de Flipao bajo CC

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¿Cambio climático o calentamiento global?

Los científicos no muestran un total acuerdo a la hora de analizar qué es lo que está sucediendo en el mundo desde una perspectiva climatológica. Desde hace más de tres décadas, las temperaturas están aumentando en el planeta. Este aumento parece estar provocado por la acumulación de dióxido de carbono en las partes altas de la atmósfera, lo que genera el denominado efecto invernadero, ya que estos gases impiden que una parte del calor que recibe la tierra vuelva al espacio. De ahí que el planeta se esté calentando a un ritmo más rápido que en épocas anteriores.

Sin embargo, el calentamiento (o enfriamiento del planeta) es algo que ha venido sucediendo a lo largo de la Historia de la Tierra. En ocasiones, como sucedió durante las glaciaciones, las temperaturas descendieron a un nivel mucho más bajo que en la actualidad. En otros momentos, por el contrario, se produjo un calentamiento que hizo que las temperaturas medias fueran incluso superiores a las que tenemos hoy día.

Es cierto, sin ningún tipo de discusión, que la cantidad de emisiones contaminantes que diariamente se arrojan a la atmósfera, puede estar alterando el equilibrio natural del planeta. De ahí se deduce la necesidad de evitar cuanto antes que la situación empeore aún más y sea irreversible.

Sequías, inundaciones, fusión de los casquetes polares y de los glaciares de las altas montañas, etc., son algunas de las consecuencias que se pueden derivar de este hecho si no se toman rápidamente las medidas oportunas.

España empieza a experimentar estos hechos en el rápido deshielo de las altas montañas, y de continuar esta situación durante mucho tiempo, se podría llegar a producir un aumento del nivel de los mares, lo que implicaría la inundación de algunas zonas de las costas.

En cualquier caso, y aunque las causas fueran una responsabilidad exclusiva del ser humano, es preciso también conocer que el comportamiento climático del planeta en los últimos milenios ha alternado etapas de temperaturas muy bajas con otras en las que estas fueron considerablemente más elevadas. Sea como sea, hay que poner todo cuanto esté de nuestra parte para intentar evitar las consecuencias descritas anteriormente.

 

El cambio climático y sus consecuencias sobre el planeta

El cambio climático y sus consecuencias son una amenazas
que penden sobre nuestro planeta
Imagen en Wikimedia Commons de Wricardoh bajo dominio público