3. Los medios de comunicación digitales y las redes sociales

Charlie Brook’s Wipe, de Adam Curtis en Youtube.

En este fragmento subtitulado del cortometraje del realizador británico Adam Curtis se puede observar con mucha claridad una de las estrategias que ha usado el gobierno ruso para mantener el inquebrantable poder de Putin: producir una constante confusión mediática en torno al Presidente de la Federación Rusa y sus propósitos políticos.

Esta perversa estrategia ha ido cobrando cada vez más protagonismo en el desarrollo de algunas candidaturas políticas en distintos países, con el ejemplo paradigmático de la carrera a la Casa Blanca de Donald Trump con los Republicanos en noviembre de 2016. Internet y las redes sociales han jugado un papel fundamental en la proliferación de las mentiras o medias verdades que los equipos de comunicación de los partidos se han encargado de difundir. Esta situación provocada ha permitido que los discursos populistas de extrema derecha como el de Trump calen hondo en fragmentos de la población desorientados, a los que una vuelta a antiguas costumbres les parecía el único asidero fiable. Este fenómeno comunicativo ha venido a llamarse posverdad; aunque en realidad no son más que noticias falsas tejidas en una red comunicativa con muchos recursos económicos y el impulso de grupos como Alt-Right (Derecha alternativa), que operan difundiendo campañas comunicativas de dudosa veracidad en internet. Pero, ¿podemos decir sin temor a equivocarnos que las redes sociales tienen la culpa de que algunos movimientos políticos se alcen al poder con artimañas comunicativas de dudosa ética?

Demos un momento un paso atrás con otra pregunta: ¿por qué las redes sociales han llegado a ser un terreno tan fértil para este tipo de mentiras? El diseño de redes sociales como Facebook o Twitter privilegian la interacción y el compartir posts y tuits entre usuarios. La visibilidad de un contenido lanzado a estas redes sociales depende de ello. La mayoría de las webs conocen bien la situación y desde hace algún tiempo se han empleado a fondo para hacer sus contenidos cada vez más atractivos a primera vista desde las redes sociales. Se ha llegado al extremo de titular para conseguir el click fácil sobre una noticia cuyo contenido difiere significativamente de lo prometido por el titular. Esto ocurre porque las webs necesitan del click de sus usuarios para generar ingresos por publicidad. Este fenómeno es conocido como clickbait, y cómo puedes imaginar, los que recurren a estas técnicas poco se preocupan por la veracidad de los contenidos. ¿El resultado? Lo publicado por muchas webs en redes sociales suele ser muy atractivo, pero poco fiable.

Entonces, ¿la culpa de todo la tienen las redes sociales? Pues no, no al menos las redes sociales en sí mismas, sino los que generan contenidos para ellas y los que los consumen sin ánimo crítico. Este fenómeno de la posverdad puede ser combatido desde dos territorios distintos: por un lado, el usuario puede desarrollar competencias mediáticas que le permitan diferenciar un contenido de calidad de uno que no lo es tanto; por otro, algunos medios de comunicación, como hemos visto en el tema anterior, están construyendo sus modelos de negocio apostando por contenidos de calidad que no buscan el click rápido sino la lectura reposada.

La responsabilidad social de los medios de libre acceso pasa por que no sólo sea el productor el que asuma una postura ética frente a los contenidos que lanza a la red, sino también que el lector o usuario sea capaz de adquirir un rol activo en dilucidar qué contenidos merece la pena consultar y cuáles tienen indicios de falsedad.

Objetivos

Para conocer un poco más a fondo el fenómeno de la posverdad, puedes leer este artículo publicado en el diario Ctxt, que apuesta por un periodismo digital riguroso.