2.1. Las fuentes itinerarias y la señalización
A la hora de hablar de las vías de comunicación terrestres, nos centraremos en tres aspectos: la información viaria, la red de caminos en el Imperio y en la Península Ibérica y, por último, la técnica constructiva de las vías romanas.
El ciudadano romano, al emprender un viaje por tierra, disponía de algunas fuentes de información que le permitían tener una idea precisa de cómo moverse por todo el territorio del Imperio. Era parecido a como hoy en día cuando, antes de salir de viaje, nos hacemos con mapas y guías del lugar que vamos a visitar.
Los romanos disponían de dos tipos de fuentes informativas, ambas llamadas itinerarios. En primer lugar, se utilizaban los itineraria scripta (itinerarios escritos): un catálogo de vías en donde se recogían las ciudades por donde pasaba la calzada y se marcaban las distancias entre las mismas. En segundo lugar, los itineraria picta (itinerarios pintados), verdaderos mapas donde gráficamente se representaban las ciudades, los caminos y los accidentes topográficos (montes, ríos, lagos). De estos últimos nos queda únicamente una copia medieval de un original romano llamada Tabula Peutingeriana, que se conserva en Viena, pero se ha perdido su primera parte donde se encontraba Hispania y las Islas Británicas.
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Tabula Peutingeriana, detalle de la zona de Roma Imagen en Wikimedia. Dominio público |
En los itineraria scripta las distancias entre los núcleos urbanos estaban calculadas de forma que coincidieran aproximadamente con el recorrido que podía realizar una persona a pie en un día. Al respecto, una de las mejores fuentes que ha llegado hasta nuestros días es el Itinerario de Antonino, obra del siglo III n.e. En ella se recogen las principales rutas del Imperio romano, constituyendo una fuente importantísima para el conocimiento de las vías y las ciudades que lo configuraban.
409, 1 Item a Gadis Corduba |
m. p. CCXCV |
Ad Pontem | m. p. XII |
Portu Gaditano | m. p. XIIII |
Hasta | m. p. XVI |
Ugia | m. p. XXVII |
Orippo | m. p. XXIIII |
Hispalis | m. p. VIIII |
Detalle del tramo entre Gades e Hispalis |
Pero el viajero disponía de otra fuente de información una vez emprendido el viaje por una calzada. A lo largo de las vías, cada milla (es decir, cada 1.498 m., aproximadamente 1,5 km.) se solía colocar una señal informativa denominada miliario, un poco como ocurre hoy con los mojones que indican las distancias en las carreteras. Los miliarios eran cilindros de piedra maciza, con su basa enterrada, que podían medir más de 2 m. de altura. Solían tener una inscripción grabada en la que constaba el nombre del emperador que había construido o reparado la calzada, sus títulos honoríficos, que nos permiten establecer su datación, y la información viaria. En este sentido, la distancia marcada por el miliario podía ser global, si la medición se hacía desde el caput viae o el comienzo de la vía, o parcial, si se hacía desde el núcleo habitado más cercano.
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Miliario de la Vía de la Plata (que iba de Mérida hasta Astorga) Imagen y calco de la inscripción de un miliario en Béjar; de época del emperador Caracalla. |

Curiosidad
Merece la pena detenerse nuevamente en la calzada más antigua de
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Uno de los vasos de Vicarello | Calco del texto |
Veamos algunas de ellas: Ad Portum (El Puerto de Santa María), Hispalim (Sevilla), Carmonen (Carmona), Astigi (Ecija), Cordubam (Córdoba).

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