1.3. Imperialismo y nacionalismo

Reparto colonial de China
Reparto colonial de China
Imagen en Wikipedia. Dominio público

IMPERIALISMO

Igual que el siglo XVI había sido el de la expansión española por América, el XIX lo fue el de la expansión europea por África y Asia.

Inglaterra y Francia especialmente, pero también Bélgica, Holanda, y más tarde Alemania e Italia, convirtieron ambos continentes en territorios propios gracias a un proceso de colonización brutal.

Los países occidentales buscaban en las colonias varias cosas: por un lado zonas de las que obtener materias primas de calidad y baratas (si el territorio pertenece ahora al propio país, el coste sería cero); por otro un lugar en el que ofertar el enorme excedente de producción que sale de las fábricas de las metrópolis; también un modo de acceder a mano de obra barata (en realidad gratis porque se trabaja en condiciones de esclavitud) y, como no, una forma de demostrar poder y hegemonía, algo fundamental en la política internacional del momento.

Mientras, los territorios ocupados sufrían consecuencias negativas: proceso de aculturación, pérdida de población en enfrentamientos bélicos, separación de pueblos y tribus por la creación de fronteras ficticias e interesadas, desaparición de los modos de vida locales sustituidos por los que interesaban a la metrópolis…

En definitiva, todo un proceso sin el que es imposible entender la evolución política mundial durante los siglos XIX y XX.

NACIONALISMO

 Pero a la vez, en Europa, comienza a desarrollarse una idea que hasta entonces no tenía mucho sentido: el sentimiento de arraigo de una nación, de un país, la ligazón entre la tradición, la historia, la lengua, la cultura y las gentes de un mismo territorio por oposición al resto, ya que el nacionalismo no es más que eso, la necesidad de diferenciarse del otro.

Este movimiento tiene un doble carácter: por un lado un nacionalismo que surge de la necesidad de independencia de una nación que está bajo el dominio de otra más grande, como el nacionalismo griego que trata de sobreponerse al control turco, o el Húngaro que se enfrenta al control Austríaco.

Por otro lado el nacionalismo unificador que trata de concretar bajo una misma bandera (y un mismo gobierno) territorios con una misma lengua o una misma historia. Es el caso de Alemania o Italia que no existen como países hasta el último cuarto del siglo XIX.

Este nacionalismo se va a concretar también en el arte ya que éste va a tratar de ensalzar los grandes valores y tradiciones de estas naciones. De ahí, que modelos estéticos como el neogótico, en realidad, aparezcan como oposición a la tradición clásica típicamente occidental. 

Revolucionarios en Viena con banderas alemanas. 1848
Revolucionarios en Viena con banderas alemanas. 1848
Imagen en WikipediaDominio público

Reflexión

En el siguiente texto se explica algunos de los motivos por el que el imperialismo se convierte en una política activa por parte de algunos países occidentales. Señala cuáles son y reflexiona sobre su idoneidad:

"Estaba ayer en el East End y asistí a una reunión de parados. Escuché fuertes discusiones. No se oía mas que un grito: "pan, pan". Cuando regresé a mi casa me sentí todavía más convencido de la importancia del imperialismo (...). Para salvar a los cuarenta millones de habitantes del Reino Unido de una mortífera guerra civil, nosotros, los colonizadores, debemos conquistar nuevas tierras para instalar en ellas el excedente de nuestra población y encontrar nuevas salidas a los productos de nuestras fábricas."

Sir Cecil Rhodes. Carta al periodista Stead. 1895.

Curiosidad

Tintín en el Congo
Tintín en el Congo

El imperialismo ha sido tratado o aprovechado por la cultura occidental de mil formas. El cine es quizá el elemento más expresivo en este sentido: desde 55 días en Pekín, pasando por Memorias de África, El hombre que pudo reinar o incluso la segunda parte de Apocalypse Now, son ejemplos de ello; sin embargo, fue el cómic, de la mano de Hergé y de su Tintín, quién de una forma más evidente lo incorporó a sus historias. 

Quizá la obras más famosa y a su vez más polémica fue Tintín en el Congo, en el que el joven reportero llevaba su aventura al país centroafricano, por aquel entonces en manos belgas. En este cómic hay varias viñetas polémicas. La más evidente fue la que encabeza esta curiosidad, Tintín porteado por cuatro congoleños, un símbolo, al fin y al cabo de sumisión frente al poder blanco.

En cualquier caso, la más evidente fue aquella en la que Tintín está dando clases en un colegio. En ella, Tintín se dispone a explicarles cosas sobre su país: Bélgica. Esto, obviamente, generó notables polémicas, tanto, que el propio Hergé decidió cambiarla por otra en la que lo que les explicaba era matemáticas; pero claro, esto también traslada un racismo evidente en tanto en cuanto Tintín no es profesor de matemáticas, sino un periodista que, parece ser, solo por ser blanco, ya está en disposición de explicar cosas a los congoleños. Invita, cuando menos, a la reflexión.

Tintín en el Congo, versión profesor de Geografía Tintín en el Congo, versión profesor de matemáticas
Tintín en el Congo, versión profesor de Geografía. Tintín dice: "Mis queridos amigos, hoy os voy a hablar de vuestro país: Bélgica" Tintín en el Congo, versión profesor de matemáticas

Importante

Los países occidentales, especialmente Francia e Inglaterra, buscaban en las colonias varias cosas: por un lado zonas de las que obtener materias primas de calidad y baratas (si el territorio pertenece ahora al propio país, el coste sería cero); por otro un lugar en el que ofertar el enorme excedente de producción que sale de las fábricas de las metrópolis; también un modo de acceder a mano de obra barata (en realidad gratis porque se trabaja en condiciones de esclavitud) y, como no, una forma de demostrar poder y hegemonía, algo fundamental en la política internacional del momento. Eso sí, las consecuencias para las colonias fueron nefastas: aculturación, imposición de modos productivos distintos a los tradicionales y que permitían su sustento por otras dirigidas al beneficio de las metrópolis, configuración de fronteras artificiales...

Aparece también y muy vinculado con el romanticismo un sentimiento de arraigo de una nación, de un país, la ligazón entre la tradición, la historia, la lengua, la cultura y las gentes de un mismo territorio por oposición al resto, ya que el nacionalismo no es más que eso, la necesidad de diferenciarse del otro. Surge con ello el nacionalismo, que se va a concretar también en el arte ya que éste va a tratar de ensalzar los grandes valores y tradiciones de estas naciones. De ahí, que modelos estéticos como el neogótico, en realidad, aparezcan como oposición a la tradición clásica típicamente occidental.