1. - ¿Qué pretendo aprender?
Avete, amicae et amici. Veis, ya empiezo a expresarme un poco mejor en latín. Me está costando mucho, pues ya sabéis que soy una esclava que vengo de muy lejos y sin estudios, pero sé que con trabajo y con constancia voy a conseguir aprender latín y empaparme de la cultura de los romanos. Creo que nos vamos a entender, pues muchos de vosotros, al igual que yo, estáis trabajando o tenéis familia, con lo cual no tenéis mucho tiempo para estudiar: os comprendo, ya que me ocurre lo mismo, aunque con la complicación de que soy una esclava, es decir, no soy una ciudadana libre para tomar mis decisiones.

La ciudad hispanorromana de Baelo Claudia (Bolonia, Cádiz)
Ya hemos visto que la primera unidad estaba organizada en 4 secciones:
1. La cultura de Roma.
2. La morfología.
3. La sintaxis.
4. La fonética.
En esta segunda unidad vamos a seguir el mismo esquema, para facilitarnos el trabajo. Pero, ¿qué nos vamos a encontrar? Creo que será mejor que empecemos por grados y por lo que nos resulta más accesible, por lo menos a mí, Fausta.
En la historia inicial de la otra unidad os comenté mis primeras sensaciones cuando llegué a Italica y vi mi nueva casa y la zona del mercado, donde tengo que ir a hacer la compra. Pues bien, en esta segunda unidad aprenderemos algo más sobre la ciudad romana, sobre la vivienda y sobre el centro de la ciudad, donde se encuentran, no sólo el mercado sino también, la mayor parte de los edificios públicos.
Si comparamos la ciudad actual con las antiguas ciudades romanas, veremos elementos muy parecidos, pero también diferentes. Por ejemplo, hoy en día las ciudades no tienen murallas y puertas, como ocurría en la Antigüedad. También hay que observar que, hasta hace poco tiempo en nuestras ciudades, el mercado o los mercados se encontraban siempre en pleno centro, pero en los últimos años se han visto desplazados progresivamente por los centros comerciales de la periferia.

Respecto a las viviendas, las casas de la ciudad de Italica y la de mi amo en concreto, comparadas con las de mi aldea, parecen auténticas mansiones. Yo, en verdad, tengo la suerte de trabajar en una domus, la lujosa casa de Postumius, un señor importante. Este tipo de vivienda está dotada de muchas comodidades, pero están destinadas principalmente a mi amo y a su familia. De todos modos, tengo que considerarme afortunada. Si me hubiese tocado trabajar como esclava en una villa romana, mi vida habría sido seguramente más dura, pues no me habría librado de los trabajos en el campo. ¡Ese sí que es un trabajo de esclavo!
La casa de mi amo me impresiona por la belleza de los suelos de mosaico que tengo que fregar con esmero, utilizando una mezcla de aceites para mantenerlos brillantes y protegerlos. También las pinturas son dignas de mención. ¡Yo en mi aldea no había visto nada semejante!

Pero en Italica no todas las casas son así. También existen casas para la gente más pobre. Son como bloques de apartamentos de varias plantas, a las que los romanos llaman insulae. Bueno, esto lo veremos juntos más adelante; no quiero adelantar acontecimientos...