1.3 Epílogo: la tercera Guerra Púnica
Tras la derrota en la segunda Guerra Púnica, Cartago tuvo que ceder sus ricos territorios en Hispania y pagar fuertes tributos como indemnización de guerra. La situación de gran debilidad en la que se encontraba hizo que asumiera cada vez más fuerza el cercano estado de los Númidas, cuyo rey era Masinisa. Aprovechándose de la debilidad de Cartago y de la prohibición de armarse, Masinisa empezó a ocupar los territorios de Cartago. Por otro lado, en Roma cada vez tenía más peso el partido conservador cuya idea era que Cartago tenía que desaparecer para siempre; resume perfectamente este pensamiento la famosa frase del político conservador Catón el Censor: Cartago delenda est, es decir, Cartago tiene que ser destruida. En esa línea, Roma, además, había exigido a los cartagineses que abandonaran su ciudad y que la reconstruyeran a unos 15 km más al interior. La situación era insostenible y una clara provocación; por ello, Cartago no tuvo más remedio que volver a armarse para defender sus territorios, rompiendo de esta forma los pactos con los romanos.
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Marco Porcio Catón, apodado "Censor" (Esta imagen (o este archivo) está en el dominio público pues su derecho de autor ha expirado) |
Restos de las termas de la ciudad de Cartago, imagen de BishkekRocks (Yo, el titular de los derechos de autor de esta obra, lo libero al dominio público. Esto aplica en todo el mundo)
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Esto era lo que esperaba en Roma el partido que quería retomar las hostilidades. En el 149 a. C. Roma declaró la guerra a Cartago y envió su ejército a África. En la campaña se sucedieron diferentes cónsules al mando del ejército pero sin resultados significativos, pues Cartago era una ciudad muy bien defendida; además, la desesperación era lo que daba fuerza a los sitiados: era una simple cuestión de supervivencia.
En el 146 a. C. el cónsul Publio Cornelio Escipión Emiliano asumió el mando de las operaciones militares y empezó a conquistar las ciudades cercanas a Cartago, bloqueando su puerto. De esta forma, Cartago quedaba completamente aislada y sin posibilidad de ser abastecida. El hambre y la peste menguaron las fuerzas de la ciudad. Fue en esta situación tan delicada cuando Escipión decidió dar el ataque final. El ejército romano entró en la ciudad y empezó una encarnizada lucha casa por casa. Una vez que la ciudad fue tomada, Escipión permitió que sus soldados se dieran al pillaje.
La destrucción de Cartago fue definitiva y un claro ejemplo para quien no se sometía a Roma y ofrecía resistencia. Tras ser conquistada, la ciudad fue arrasada (es significativa la expresión latina ferro ignique vastare, es decir, "destruir con el hierro y el fuego"). Por último, una vez que no quedaban más que escombros, se esparció sal sobre la ciudad para que no pudiera volver a crecer nada. De esta forma tan trágica concluyó la vida de una ciudad que había sido fundamental para el comercio y la colonización del Mediterráneo occidental.

Cartago tiene que ser reconstruida.
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Cartago tiene que ser destru¡da.
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Cartago tiene que ser abandonada.
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Roma exigió condiciones imposibles de soportar.
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Pensaba que podía ganar.
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Confiaba en la ayuda de Masinisa, rey de los Númidas.
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