Resumen

Importante
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Aristóteles concuerda con Platón en el carácter universal de las formas o ideas, pero las concibe como inmanentes, presentes en los objetos sensibles, y no trascendentes como las ideas platónicas, existiendo de forma separada en un mundo ideal.

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Aristóteles defiende que no es necesario el mundo de las ideas que defendió Platón. De alguna forma, Aristóteles baja el mundo de las ideas platónicas del cielo a la Tierra. Es decir, que es posible hacer ciencia, y por tanto un conocimiento estable, universal, etc, sin necesidad de acudir a modelos como las ideas. Para Aristóteles, la esencia de algo no puede ser separada de él, y Platón la separaba al situarla en el mundo de las ideas.
Platón defendía que hay dos mundos, el sensible y el de las ideas, y el de las ideas es el real, el importante. Por contra, para Aristóteles el único mundo real es éste en el que estamos. Y hay que conocerlo científicamente. Según Aristóteles la teoría de Platón no explicaba el mundo, sino que al duplicarlo, complicaba las dificultades para el verdadero conocimiento.

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Aristóteles define la naturaleza o la physis como el principio interno de movimiento de los seres naturales. Son naturales aquellos movimientos o transformaciones operados por ellos mismos, de acuerdo con su propia naturaleza, por ejemplo, el que lleva a un árbol a crecer. Son artificiales los que tienen su origen en un agente externo, como los que convierten la madera del árbol en una mesa.
La naturaleza de cada ser determina su dinamismo y le conduce al mismo a alcanzar la perfección que le es propia. Así, Desarrolla una concepción teleológica de la realidad natural: todos los seres poseen una finalidad interna que es el logro de su perfección, la realización o actualización de todas sus potencias.
Según este criterio, el bien pasa de ser una idea trascendente, como la interpretaba Platón, y pasa a interpretarse como el cumplimiento de esa tendencia interna que conduce a todos los seres a su propia perfección.

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Aristóteles da respuesta al planteamiento platónico con una explicación sobre lo real basada en la teoría de las cuatro causas, una teoría de la sustancia en la que se vinculan lo material y lo ideal, la materia y la forma, y una explicación del movimiento a partir de las nociones de potencia y acto.

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Aristóteles distingue estos tipos de cambio:
- Sustancial: que puede ser de generación o corrupción. Por ejemplo, una planta puede nacer y puede morirse.
- Accidental: puede ser cuantitativo, cualitativo y locativo.
Con estos tipos de cambio, Aristóteles recurre a su conocida teoría de la materia y la forma para explicar el fenómeno de cómo cambian la naturaleza. Es conocida como su teoría hilemórfica. Resumidamente, defiende que la naturaleza se compone de materia y forma. La primera es el objeto de cambio, la segunda es la que hace que todo sea lo que es. Por ejemplo, la materia madera puede tener la forma árbol y la forma mueble sin dejar de ser madera, pero o es un árbol o es un mueble.
La segunda teoría que utiliza Aristóteles para explicar el cambio es la de la potencia y el acto. El acto es lo que una cosa es (por ejemplo una semilla de un naranjo) y la potencia lo que una cosa puede llegar a ser (esa semilla puede llegar a ser un naranjo, aunque aún no lo sea).

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Si la física se ocupa de las entidades materiales y dotadas de movimiento, la metafísica alcanza a las realidades últimas, inmateriales e inmóviles. Para Aristóteles, el movimiento y el orden encuentran en la noción de Dios su explicación última, forma inmaterial suprema. Tratándose de un ser perfecto y completo, no caben cambios que alteren su perfección, por lo que Aristóteles lo concibe como acto puro sin potencia.
Dios es el motor inmóvil que explica el dinamismo cósmico (causa eficiente) y la ordenación del mismo hacia la perfección de los seres (causa final). Se trata de una realidad pensante ajena a los avatares del tiempo, una inteligencia que se piensa a sí mismo en cuanto realidad perfecta inteligible.

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A diferencia del planteamiento platónico dualista, Aristóteles interpreta al ser humano como una unidad compuesta de cuerpo y alma, correspondientes a su materia y su forma.
Caracteriza el alma como un principio anímico que da vida al ser humano en sus distintas funciones: vegetativa, sensitiva y racional. La primera, común a todos los seres vivos, se refiere a las funciones implicadas en el mantenimiento de la vida (alimentación, crecimiento, reproducción...). La segunda, propia de los animales, añade la locomoción, las sensaciones, los sentimientos, los deseos, etc. La tercera, exclusivamente humana, comprende además funciones vitales específicas, como son el entendimiento y la voluntad.

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Aristóteles desarrolla un modelo ético en el que se postula que el fin último del ser humano es la felicidad. Busca integrar distintos modelos éticos en los que dicha felicidad se concretaba en bienes últimos diferentes como el conocimiento, el placer o la gloria.
Pare el logro de la felicidad es fundamental la virtud o la excelencia del alma, instrumento que conduce al ser humano a su plena realización. Dentro de la virtud se diferencian las virtudes éticas y las intelectuales (dianoéticas), también esenciales para el reconocimiento de la rectitud moral y claves para el perfeccionamiento humano. La persona se hace virtuosa teniendo el conocimiento de lo que debe hacer, voluntad para ello y ejercitándose en la rectitud. De este modo el hábito se constituye en uno de los pilares de la ética aristotélica.
La política sería una prolongación de la ética, ya que solo en el contexto social de la polis concibe Aristóteles la posibilidad de la plena realización de todas las potencias del alma humana. Para ello es preciso la realización de la justicia: virtud que integra al conjunto de las virtudes.