1. Impacto del deporte de alto rendimiento
En las sociedades actuales el deporte supone todo un fenómeno con una gran capacidad de movilización y convocatoria y que, tanto desde la perspectiva del espectador como desde la del deportista, parece cubrir determinadas necesidades del ser humano (Pedrosa y Salvador, 2003), manifestándose, además, algunos de los valores más arraigados de las sociedades de las forma parte (Cayuela Maldonado, 1997). De hecho, el deporte se considera una actividad que genera relaciones sociales, enfatiza la creación de identidades colectivas y personales, incrementa las relaciones de conocimiento y apoyo mutuos, de cooperación social y, por ende, ayuda a la creación de una sociedad organizada (Pérez Muñoz, 2018).
Por todo ello, se puede considerar el deporte como una herramienta altamente valiosa para la educación moral de las sociedades (Lee, en Pérez, 2018).
Sin embargo y, lamentablemente, el deporte no se muestra desde esa perspectiva de construcción, sino que la imagen que se ofrece del mismo lleva consigo frecuentemente más contravalores sociales y éticos que los citados anteriormente, es entonces cuando en deportistas de alto rendimiento apreciamos conductas en las que prima ganar sin que importe infringir las normas, las conductas violentas o inapropiadas, la utilización de su fama con fines no deportivos, etc. Acciones poco ejemplares que también se observan en las categorías inferiores e incluso en el deporte amateur, resultado pues, de una contagiosa actitud negativa (Dorado, 2012), quedando así justificada, de nuevo, la necesidad de abordar dicha temática entre nuestros deportistas y de todo el entorno con el que interactúa.
1.1. Actitudes y valores propios del deporte de alto rendimiento
Cuando en los medios de comunicación observamos a los deportistas de alto rendimiento intentando alcanzar su objetivo deportivo, solamente apreciamos si gana o pierde y nos limitamos a comentar lo bien o lo mal que ha realizado la prueba. Sin embargo, muy pocas veces se alude a todo el camino que ese deportista ha tenido que recorrer para llegar a ser visible para nosotros (además, en muchas ocasiones solamente lo son determinados deportes, mientras que otros deportistas quedarán en el anonimato aunque estén en pleno auge deportivo). No se muestran los entrenamientos, la capacidad de superación, las difíciles decisiones que a veces tienen que tomar para continuar como deportistas de alto rendimiento, etc.
Incluso algunas veces los medios de comunicación han ofrecido largos minutos televisando hazañas no deportivas de un jugador para, posteriormente, otorgar segundos de información de otro deportista que, en su disciplina deportiva, se alzaba con la medalla europea.

Actitudes y valores propios del deporte.
Imagen de elaboración propia
Bajo este panorama, las sociedades reciben un mensaje poco constructivo y valioso del deporte, quedando éste reducido a mensajes poco significativos y superfluos que, en definitiva, serán los que captarán y copiarán las sociedades.
De todo ello podemos deducir la necesidad prioritaria de enseñar a la sociedad en general y a los deportistas, técnicos y formadores en particular, la obligatoriedad de devolver al deporte su carácter ético y moral (López, 2010) con enorme capacidad de construcción. Pero ello, como apunta este autor, sólo será viable cuando comprendamos la naturaleza ética del deporte, de modo que si es exclusivamente competitiva, la función pedagógico-ética será prácticamente inexistente, ya que la competición entendida así busca el éxito deportivo sin considerar ninguna dimensión ética o moral.
Desde las primeras edades y en cualquier contexto (familiar, escolar, extraescolar…) del deportista hasta el final de su trayectoria deportiva, se debe incidir en su desarrollo integral, en el que se promueva el desarrollo ético y moral que le haga tomar conciencia plena del impacto de sus acciones sobre su sociedad. En este sentido, el deportista en particular, y cualquier persona en general, tendría que asumir lo que Cortina (2013) denomina “querer cuidar”, es decir, asumir la fragilidad de los seres humanos y concienciarnos de que, como seres sociales, necesitamos de los otros para asegurarnos la supervivencia, en definitiva, cuidar del prójimo como obligación moral.
Aunque las peculiaridades personales, educativas y las circunstancias que rodean a cada deportista pueden ser muy dispares, a continuación se presentan algunas ideas sobre las que se podrían desarrollar la construcción de valores personales y colectivos:
a) Toma de conciencia de la diferencia fundamental entre un mineral, una planta, un animal (asilvestrado) y una persona. Persigue la idea fundamental y básica del ser humano social
Aunque a priori podría parecer absurdo pensar en la diferencia fundamental entre una persona, un mineral, una planta y un animal (asilvestrado), Savater (2003) nos insta a ello para que seamos conscientes de que, a diferencia de, por ejemplo, un lobo que vive en una sociedad donde imperan las leyes básicas de la supervivencia, el ser humano vive en una sociedad construida sobre una serie de normas y valores que tienen por propósito alcanzar un estado estable de convivencia. En esta sociedad plural y diversa se han de destacar dos ideas fundamentales: reconocer lo malo y lo bueno, diferenciar lo que está bien de lo que está mal, así como conocer perfectamente cuáles podrían ser las consecuencias del incumplimiento de esta regla básica.
Trasladar esta cuestión al ámbito deportivo puede ser muy fácil y a la vez muy complejo debido, en parte, a las enormes diferencias interindividuales en lo que concierne a formación-educación tanto de los deportistas como de los técnicos y formadores, así como del nivel de asimilación y responsabilidad por asumir la formación y el diálogo para abordar dicha temática. No obstante, existen múltiples ejemplos de deportistas que incumplieron las normas con consecuencias negativas por ello, y que podrían ayudar a ejemplificar con datos reales y establecer un diálogo en relación a dicho tema.
b) Acerca la lectura filosófica al deporte. Invita a la reflexión
En una sociedad agitada y rápida donde la información recibida a través de un clic es a la vez que fugaz, vaga en fundamento ideológico y poco productiva para que nuestro cerebro la asimile y produzca beneficios a nivel cerebral (Carr, 2011) y en suma, en nuestra persona, invitar a la lectura de textos de base filosófica puede parecer un tanto paradójico. Sin embargo, no debemos olvidar que tanto los grandes pensadores clásicos como los contemporáneos muestran especial interés por la actividad deportiva y por todos los elementos que, derivados de ella, son esenciales en la construcción de personas y sociedades.
De algunos de estos manuscritos se podrán extraer ejemplos directos, mientras que otros serán más proclives al planteamiento reflexivo de la temática sobre los que versan, estableciendo un debate conjunto acerca de cómo podrían aplicarse al entorno deportivo.
Podemos encontrar algunos ejemplos de ello en (basado en Romero y Aguilar, 2017):
Desde el ámbito filosófico… | …al ámbito deportivo. Por ejemplo: sancionar… |
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c) Actitudes positivas contagiosas. Buscar referentes
Como se ha citado anteriormente, Dorado (2012) señala que las actitudes son contagiosas. En este sentido, tanto en el ámbito nacional como en el internacional, existen muchos deportistas de alto rendimiento, así como técnicos deportivos, cuyas hazañas tanto deportivas como personales marcan un claro ejemplo de conducta sustentada bajo principios éticos y morales. Conocer las historias de estos deportistas y reflexionar en conjunto puede ayudar a que estos comportamientos positivos se consideren modelos a seguir por otros deportistas, técnicos, formadores y público en general, por lo que son proclives a modificar los intereses y comportamientos sociales y, en suma, tienden a transformar las sociedades.
1.2. Deporte y medios de comunicación

Medios de comunicación.
Imagen de elaboración propia
La dimensión del deporte espectáculo es la más representativa del deporte, vinculándose a éste con los medios de comunicación (González, 2004) en el que ambos parecen disfrutar de una relación simbiótica (McChesney, en Llopis-Goig, 2016) con capacidad de transformar las economías y las dimensiones sociales a través de la disparidad de medios de información y comunicación (Moragas, 2007) que existen en la actualidad. En esta línea y siguiendo a este último autor, se hace necesario que, en la era digital en la que nos hallamos inmersos, se asuman nuevas condiciones de responsabilidades compartidas tanto por los medios de comunicación como por las entidades deportivas y los deportistas para no mostrar una mayor tendencia a lo que ya sucede, es decir, que el teatro-ficción espectáculo deportivo de nuestros días retorne hacia la naturaleza ética y moral de la práctica deportiva y con ella, vuelvan sus beneficios derivados.
1.3. Análisis de contenido de la información deportiva en los medios de comunicación
Tal y como señala Naranjo (2011) en su tesis doctoral, frente a la demanda existente, la mayoría de los contenidos de los diarios deportivos en el ámbito nacional están dedicados al fútbol y una minoría de contenidos a otros deportes.
Considerando la preferencia manifiesta por el fútbol en los medios de comunicación, esta misma autora señala que, dentro del mismo, son los equipos que ocupan los primeros puestos en la clasificación, así como los que tienen un mayor presupuesto, aquellos a los que se presta un mayor interés. Posteriormente estaría el resto de equipos de la Primera División e incluso los de categorías inferiores.
Esta perspectiva de demanda-oferta-servicio atiende a lo comentado en párrafos anteriores en relación con la pérdida de la esencia de la naturaleza ética y moral del deporte, es decir, no se reflejan los valores del deporte, sino que aparece más ligado al ámbito del reconocimiento económico y social, adquiriendo, de este modo, un carácter mercantilista (Esteve y Fernández del Moral, en Naranjo, 2011).