1.2. La mujer en la vida cotidiana

Hay un momento en la película en que un emisario persa se queja a Leónidas por la intromisión de una mujer (la reina) en su conversación y, cuando Leónidas lo arroja al foso por su insolencia en todos los aspectos, no deja de echarle en cara el haber ofendido a “su reina”, a pesar de que ella misma no había sentido vergüenza y le había respondido adecuadamente: “nosotras las espartanas podemos hablar entre varóns, puesto que somos las que parimos a los verdaderos varóns”.

Frederic Leighton: Helena de Troya
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Las mujeres en la Edad Heroica

La principal fuente de información de las mujeres en esta época son La Ilíada y, sobre todo, La Odisea, que describen numerosas escenas de la vida cotidiana, donde las mujeres tienen un papel importante.

Los deberes de la mujer giran alrededor de la casa, de la familia y del hogar. En las casas de los personajes importantes había muchas esclavas. Todos los alimentos eran preparados en la casa por esclavas y servidos por ellas.

Las ropas se hacían en la casa, y en esta tarea estaban implicadas las mujeres de la realeza, así como las esclavas. Las mujeres solían sentarse junto al fuego a hilar y tejer. No vivían retiradas en sus habitaciones, como en la época clásica.

La épica pinta atractiva la vida de las mujeres. Andrómaca y Helena paseaban libremente por las calles de Troya, aunque siempre con escolta, y las mujeres aparecían en el escudo de Aquiles ayudando a la defensa de las murallas de la ciudad. Podían permanecer en las habitaciones públicas en presencia de invitados varones sin escándalo.

Las mujeres en la época clásica: Atenas

En la primera democracia de Europa, todos los ciudadanos tenían derecho a voto y el deber y el derecho de participar en la vida política y en la gestión de la polis. Pero por ciudadano se entendía “varón nacido en Atenas, de progenitor ateniense, de condición libre": élite minoritaria que nunca alcanzó la cuarta parte de la población total: no contaban los esclavos, los niños, los extranjeros (metecos) ni las mujeres. Estas quedaban excluidas de cualquier participación en la vida pública.

La marginación del sexo femenino comenzaba de hecho desde la concepción. No se podía mantener a muchos hijos: un varón que heredara los bienes familiares y una hija que entregar en matrimonio, gravosa por la obligación de otorgarle una dote, eran más que suficientes. Los medios anticonceptivos eran rudimentarios y, aunque se practicaban abortos, era frecuente el nacimiento de hijos no deseados. Se podía admitir un hijo más, pero era raro que se criara a dos hijas. El infanticidio femenino era frecuente. Los bebés no deseados solían exponerse en la colina del Lycabetos, próxima a la Acrópolis. Las parejas que no podían concebir acudían allí a recoger a algún niño abandonado. Pero era muy raro que adoptasen a una niña.
Si la niña crecía en el seno familiar, no podía tampoco acceder a educación alguna. Todo lo aprendían en el ámbito doméstico: el mantenimiento de las posesiones, las tareas domésticas, o el cuidado de los niños. Sus salidas se limitaban a recoger agua en las fuentes próximas, en las que se desarrollaba su escasa vida social. Incluso quedaban excluidas de las cenas que sus maridos celebraban en el hogar en compañía de sus amigos (simposioi), a las que no era raro que acudieran prostitutas al final de la noche. Los matrimonios no eran fruto de una relación amorosa, sino un contrato entre el padre de la novia y su futuro marido. El padre entregaba a la hija junto con una dote, y ésta pasaba de la casa paterna a la casa del marido. Las muchachas solían casarse cuando llegaban a la pubertad, mientras que los varones lo hacían ya en una edad madura para la esperanza de vida de la época, en torno a los treinta años.

Aspasia

Michel Corneille: Aspasia en medio de los filósofos de Grecia
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Todo ello hacía difícil que hubiera una relación igualitaria entre esposos. Los varones encontraban más ocasiones de compartir sus intereses y aficiones con personas de su mismo sexo, lo que propició en la sociedad ateniense las relaciones homosexuales entre varones, en absoluto mal vistas, y el éxito de las pocas mujeres cultivadas que tuvieron ocasión de vivir en la Atenas del siglo V: las hetairas. La misma palabra con que se las designa, hetairas, dice mucho de su consideración entre los varones: ἑταίρα significa compañera, plano de igualdad del que distaban mucho las esposas legítimas de los atenienses.

Jurídicamente, la mujer ateniense era una eterna menor. Toda su vida debía permanecer bajo la autoridad de un tutor: primero su padre, luego su marido, su hijo si era viuda o su más próximo pariente. Su existencia no tiene sentido más que para el matrimonio, en el que el enamoramiento no tenía nada que ver. El varón griego, sin embargo, debía ver el matrimonio como un mal necesario.

El varón tenía la posibilidad de repudiar a su esposa sin alegar motivo alguno ni más obligación que reintegrar la dote. En cambio, la mujer carecía del mismo derecho: solo en caso de maltrato podía solicitar al arconte que disolviera el matrimonio. Los hijos solían quedarse con el padre, incluso los no nacidos.

La mujer viuda se veía obligada a casarse con quien su marido dejara establecido, o con quien decidiera su nuevo "dueño" legal, que podía ser incluso su hijo mayor. Las mujeres del pueblo aportaban a la economía familiar un complemento de recursos vendiendo su superproducción agrícola o artesanal: aceitunas, frutos y hortalizas, hierbas tejidos, etc. Los autores cómicos como los oradores atestiguan a mujeres vendedoras al detalle de aceites perfumados, de peines, de pequeñas alhajas o incluso de cintas.

Las mujeres libres eran cuidadosas con su aspecto físico, al menos en cuanto a peinado y maquillaje se refiere: llevaban largas cabelleras (a diferencia de las esclavas, las cuales llevaban el cabello corto), a las que les solían dedicar diversos cuidados durante diversas horas del día. Solían teñirse el pelo, preferentemente de rubio. También podía requerir varias horas el embellecimiento con cosméticos y perfumes. Se maquillaban y se rasuraban el vello corporal. No practicaban, en cambio, ejercicio físico alguno.
Las esclavas, sin lugar a dudas las menos favorecidas, se encargaban de las tareas domésticas o de las labores agrarias. Carecían de derechos legales pero disponían de cierta protección en la medida en que no estaba bien visto el maltrato o el asesinato de un esclavo. De todos modos, tampoco las mujeres libres tenían derechos legales, y en la mayoría de los hogares disfrutaban de un trato familiar.

Las mujeres en la época clásica: Esparta

La mujer espartana disfrutaba de una relativa libertad y automonía, que les permitía ocuparse de actividades comerciales o literarias, entre otras posibilidades.

Desde niñas recibían una educación parecida a la que recibían los varones, entrenándose en gimnasia, música y deportes; se las alimentaba bien para que tuvieran buena salud y se las preparaba para ocupar un lugar central en la sociedad lacedemonia: el de madres de los espartiatas.

El matrimonio, al que todos los espartanos estaban obligados -por su finalidad estrictamente reproductiva-, estaba altamente ritualizado en esta sociedad. La mujer llegaba a este punto contando 24 o 25 años, edad avanzada si tenemos en cuenta los parámetros de otras sociedades de la antigüedad clásica.

Las mujeres espartanas no podían participar de los órganos de gobierno, ni acceder a cargos públicos, ni intervenir en las reuniones de los varóns, ni en el ejército, pero tampoco estaban obligadas a las labores domésticas, para las cuales contaban con esclavas. Tenían, en cambio, la responsabilidad de concebir y preparar a los hijos hasta los siete años, momento en que la educación pasaba a manos del estado. Los roles de varón y mujer eran muy diferentes, pero esos roles eran igualmente valorados: los ideales de valor y entrega varoniles tenían su justo contrapunto y motivación en la inteligencia, fuerza y mérito de las mujeres que los parían y criaban, y por tanto merecían todos los respetos. La consideración e igualdad con el varón de que disfrutaban estas ciudadanas no tiene parangón en la Grecia clásica.

(Extractado de La vida de las mujeres en la Grecia Antigua).