1. El deporte como transmisor de valores personales y sociales tanto positivos como negativos

Promover el desarrollo positivo en niños

Promover el desarrollo positivo en niños.
Imagen cedida por el autor

La actividad física y el deporte son un ámbito ideal para desarrollar valores personales y sociales como el respeto, autocontrol, autoestima, empatía, esfuerzo, deportividad, cooperación, ayuda a los demás, hábitos saludables o liderazgo (Caballero-Blanco y Delgado-Noguera, 2014). Cuando sucede esto, se considera que la actividad física cumple una función educativa, ya que contribuye a la formación integral de la persona a través de la motricidad.

Actualmente existe un amplio consenso acerca del contexto privilegiado que supone la actividad física y el deporte en la promoción del desarrollo positivo de los jóvenes (Escartí, Pascual y Gutiérrez, 2005).

Desde el punto de vista educativo (formativo), las actividades físicas y deportivas plantean situaciones pedagógicas de naturaleza experiencial que implican a la totalidad de la persona, cuyas vivencias tienen una aplicabilidad inmediata (aprendizajes para la vida). A la vez que se enseñan aprendizajes técnicos propios de las diferentes actividades físicas y deportivas (por ejemplo, técnica de carrera), se puede y se debe atender al desarrollo personal y social (por ejemplo, el desarrollo de la responsabilidad), es decir, contribuir al proceso de humanización de las personas (Parra, Caballero y Domínguez, 2009).

Los atributos que confieren a la actividad física y el deporte un potencial para educar en valores y promover el desarrollo positivo en niños y jóvenes son muchos, entres ellos podemos destacar los siguientes (Escartí et al., 2009; Durán, 2006):

  • Suele ser atractiva y motivante para la mayoría de los niños y jóvenes, facilitando la participación.
  • Permiten desarrollar aspectos que para ellos son importantes, tales como pertenecer a un grupo de iguales, demostrar capacidad o conseguir logros.
  • Posee un carácter vivencial, que permite aprender a partir de la experiencia.
  • Implica a la persona de forma global (especialmente al componente emocional) que aporta una mayor intensidad a las experiencias vividas.
  • Ofrece oportunidades únicas de interacción con los iguales y con personas referentes (entrenadores), que facilita la puesta en práctica de habilidades sociales.
  • Se manifiestan las conductas de forma explícita, ofreciendo la posibilidad de observarlas por uno mismo y por los demás (influyendo en el autoconcepto).
  • Suele desarrollarse mediante una metodológica lúdica, propiciando que las personas se sientan a gusto y se genere un clima positivo.
  • Se producen conflictos reales que ofrecen la posibilidad de aprender a solucionar problemas de forma dialogada y autónoma.
  • Presenta un contexto social que facilita la transferencia de lo aprendido durante la intervención a otras situaciones de la vida y posibilita abordar temas sociales.