4. Conductas inmorales más frecuentes en la práctica deportiva

Conductas inmorales.
Imagen cedida por el autor
Los valores se entienden como ideales abstractos, fundamentados en las creencias y conocimientos, que se construyen a partir de las experiencias y que guían y orientan la conducta. Son metas, objetivos deseables de alcanzar de forma individual o de forma colectiva; con un carácter bastante duradero y estable (aunque pueden cambiar). Como son ideales abstractos, no son observables y por tanto, difíciles de evaluar (Prat, Font, Soler y Calvo, 2004).
Los valores se concretan en actitudes y normas según las cuales nos comportamos, que están de acuerdo con aquello que consideramos correcto (Prat et al., 2004).
Las actitudes son predisposiciones, o tendencias relativamente estables, a comportarse y actuar de una determinada manera. Mientras que los valores no son directamente observables, las actitudes son visibles y, por tanto, más fáciles de identificar. Si bien los valores tienen un carácter más estable, las actitudes, o comportamientos, se modifican y son educables. Los valores se aprenden a partir del trabajo de las actitudes (o comportamientos) y las normas (Juliá y Prat, 2013; Prat et al., 2004).
Las normas hacen referencia a las reglas o pautas de conducta. Determinan lo que se debe hacer o no se debe hacer. Pueden ser externas o impuestas (o que puede generar rechazo), o bien subjetivas fruto de una decisión personal o un consenso en un determinado colectivo. Las normas casi siempre hacen referencia a principios de seguridad (por ejemplo, normas de circulación) o están relacionadas con principios de valores (Juliá y Prat, 2013; Prat et al., 2004).
De esta manera, también podríamos añadir que un solo valor puede concretarse o construirse a partir de diferentes actitudes o comportamientos. O dicho de otra forma, la suma de varias acciones y comportamientos va configurando y construyendo un valor.
Por el contrario, un contravalor se entiende como un valor negativo, siendo los antónimos de los valores; es decir, se concretarían en comportamientos o acciones que van en contra del proceso de humanización y llegar a ser mejores personas. A modo de ejemplo, ante el valor de la justicia, surge el contravalor de la injusticia.
Como se ha indicado anteriormente, el deporte no tiene valores en sí mismo y no los fomenta por el simple hecho de realizar actividad física, sino que se presenta como un instrumento, un contexto con un gran potencial educativo, que puede ser utilizado por el entrenador o profesor para alcanzar unos objetivos de formación moral (Durán, 2006; Prat et al., 2004).
El contexto cultural, visible a través de los medios de comunicación, impregna en ocasiones el contexto deportivo con la promoción de contravalores que conllevan conductas inmorales, a partir de planteamientos morales como (Santos, 2010):
- El éxito es sinónimo de felicidad, y solo el que triunfa (es decir, gana), “triunfa”.
- Fomentar la competencia descarnada, teniendo que “ser más que…”.
- Solamente es válido aquello que es útil, asociado a producción económica.
- Se promueve el individualismo, situando a cada persona frente a la vida luchando contra los demás.