Una de las contribuciones mas valiosas de los griegos de la época arcaica a la cultura occidental fue, desde luego, la filosofía. En casi todos los rincones de Grecia surgieron pensadores cuyos nombres no han llegado hasta nosotros en su totalidad, ni mucho menos tuvieron fama en todo el mundo griego, pero que tuvieron en común precisamente "la filosofía", es decir el amor por la sabiduría. Casi todos reflexionaron y teorizaron sobre el origen del mundo, qué elemento o que fuerza era el punto de partida o elemento constituyente del mundo visible. Eran conscientes de que buscaban un conocimiento que trascendía sus limitaciones, y permanecieron en el territorio de lo opinable. No hicieron grandes avances, pero sus elucubraciones supusieron para el hombre el aprender a razonar. La primera "escuela" que podemos denominar así está formada por tres pensadores. Mileto, siglo VI a.n.e. Los milesios suponían que algo tan complejo como el mundo procedía de un elemento simple, el ἀρχή; que la tierra es finita y circular, y está sostenida por alguna cosa; que el cielo es una entidad separada de la tierra; que hay fuentes de energía que mueven y transforman el universo. Todo podía explicarse con la acción de unos cuantos procesos universales. Fueron Tales, Anaximandro y Anaxímenes.
- Tales pensó que todo derivaba del agua y que la tierra descansaba sobre el agua. Porque vio, según Aristóteles, que el alimento de todas las cosas contiene humedad y que el calor mismo viene de esta y es sostenido por ella; y porque las semillas de todas las cosas tienen una naturaleza húmeda, y que el agua es la base de la humedad.
- Anaximandro trata de explicar el mundo visible como resultado de procesos ordenados y universales. Sostuvo que el mundo, y otros mundos desconocidos para nosotros, llegó a ser a partir del infinito, elemento indefinible (ἄπειρον), y podría volver a ser absorbido por él. Lo que percibimos como cuerpos celestes son grandes anillos de fuego que rodean la tierra, cubiertos por una niebla que solo deja pasar su luz por pequeños orificios. La tierra flota en medio de todo eso. Todo cambio cósmico tiene su momento ya determinado. El infinito es eterno y lo gobierna todo.
- Anaxímenes enseñó que es el aire el que sostiene y gobierna al mundo como el alma al cuerpo. Todas las sustancias provienen del aire. La tierra es delgada y plana, y está sobre el aire. Los vapores que surgen en el aire forman discos de fuego, que son el sol, la luna y las estrellas. Todo lo que respira aire participa de la inteligencia.
Otros se expresaron mediante la poesía. Este medio fue preferido por los filósofos occidentales: Jenófanes, Empédocles y Parménides.
- Jenófanes tenía un punto de vista tan contrario a todos los demás que cae en el absurdo. Vio la tierra como un ente que se ensanchaba en todas direcciones, y que el aire se extendía sobre ella hasta el infinito. Explicaba la desaparición del sol por el horizonte como una ilusión óptica. El sol que sale a la mañana siguiente es otro astro diferente. Creía en una divinidad sin forma determinada, toda ella conciencia, y es el primero en asegurar que los hombres crean a sus dioses a su imagen y semejanza.
- Para Empédocles todo es producto de la mezcla o separación de cuatro elementos: tierra, aire, fuego y agua, que identifica con algunos de los dioses tradicionales. El amor y la lucha de los dioses son dos poderes supremos que se alternan: cuando gobierna el amor los elementos están fundidos en una esfera homogénea. Cuando la lucha se abre camino, se separan y forman un cosmos. Los dioses son entidades de naturaleza ígnea.
- Parménides, mientras tanto, es el primero en dudar de que la realidad sea como nosotros la percibimos. Solo el Ser puede existir: no hay un llegar a ser o un dejar de ser, puesto que esto implicaría un no ser. El ser no tiene pausa, discontinuidad o movimiento. La realidad consiste, entonces, en el Ser. La diversidad del mundo visible es una farsa, y Parménides la explica reduciéndola a la dualidad básica de la luz y la sombra.
Zenón, también de Elea, fue su seguidor. Reforzó la argumentación contra el pluralismo y el movimiento con ejemplos y paradojas, incluida la conocida de Aquiles y la tortuga.
Heráclito compartió el concepto de Jenófanes de la divinidad como inteligencia. No trata el mundo físico, ya que su interés se centra en la religión y el destino del alma. El alma muere trasformándose en agua, que muere a su vez trasformándose en tierra. Así participa de la trasformación cíclica de los elementos que parte del fuego. Con la muerte las almas se elevan en el aire, las más húmedas hasta el nivel de la luna, donde contribuyen al invierno, la noche y la lluvia, las más secas hasta el sol y las estrellas. Incluso las más favorecidas se hacen vigilantes de lo vivo y lo muerto. Sostuvo que el cosmos es fuego, aunque no todas sus partes están encendidas a la vez. Encontró unidad en la aparente diversidad del mundo, considerándolo todo unido en un proceso continuo. La continuidad del cosmos depende de la diferencia sustancial de los opuestos, que es solo aparente: caliente y frío, seco y mojado, por ejemplo, no son opuestos irreconciliables, puesto que las cosas pasan de un estado a otro. Anaxágoras inicia su cosmogonía a partir de un estado de mezcla que es desequilibrado por una fuerza divina. En esta mezcla no hay un número determinado de ingredientes y su proceso de separación nunca culmina. Siempre queda una proporción de sustancia en todo. Denominamos a las sustancias en razón del elemento que predomina en ellas. El único elemento que no se mezcla nunca con los demás es la Mente. Esa es la fuerza divina que proporciona el impulso inicial.
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Átomo de litio Imagen de Halfdan en Wikimedia. Licencia CC
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Desde Anaximandro había sido común al pensamiento cosmológico un sentido de la proporcionalidad. Para los pitagóricos, el principio que explica el mundo está en los números. Cada número tiene, además, una naturaleza específica que lo diferencia de los demás y es base de las relaciones entre las cosas: el uno sería la unidad, esencia de todo lo impar; el dos, la dualidad, esencia de todo lo par; la unidad, lo limitado; la dualidad, lo ilimitado... y así se van contruyendo sucesivamente series de compuestos más complejas para explicar el mundo.
Los números tienen también cualidades espaciales (el uno es el punto, el dos la línea, el tres la superficie, el cuatro un cuerpo...) hasta llegar al diez, el número perfecto, por ser la suma de 1+2+3+4, los números que explican el ser de las cosas.
La idea de proponer los números como principio surge de la música, de la observación de la relación existente entre la longitud de las cuerdas de una lira y el tono que produce. La música, la armonía, se basa en proporciones numéricas. Leucipo de Mileto fue el primer presocrático atomista. Afirma que el No ser existe a la par que el Ser y reduce la materia a partículas indivisibles que se distinguen entre ellas tan solo en su forma y orientación. Esta idea fue continuada por Demócrito y le sirvió de base para su teoría sobre el origen y evolución de la civilización. ¿Demasiado? En la página siguiente tienes un póster donde todo esto aparece claro y resumido.
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