1.2. Sobrecompensación y recuperación
El fenómeno del entrenamiento denominado sobrecompensación o supercompensación fue descrito por primera vez por Folbrot en 1941 y discutido posteriormente por Selye en 1956. Este concepto surge como parte de la propuesta de aplicación del SGA a las Ciencias de la Actividad Física y del Deporte, como una propuesta para explicar la marcha ascendente del proceso adaptativo del organismo.
Yakovlev (1967) diferenció cuatro etapas dentro de una sesión de entrenamiento de la siguiente manera (figura 2). Cuando los deportistas entrenan, se exponen a una serie de estímulos que modifican su estatus fisiológico. Estas respuestas fisiológicas a la sesión de entrenamiento provocan la aparición de fatiga que se manifiesta mediante una disminución de la capacidad funcional y una caída de la curva de homeostasis (fase 1, duración de 1-2 horas). Después de la sesión de entrenamiento, los deportistas eliminan la fatiga y recuperan la homeostasis, o el estado biológico normal (fase 2, duración de 24-48 horas). Si en tiempo entre sesiones es suficiente, el organismo elimina la fatiga y repone por completo sus fuentes energéticas permitiendo recuperarse en un estado de supercompensación, adquiriendo un mayor nivel homeostático con incrementos positivos para el rendimiento (fase 3, duración de 36 a 72 horas). No obstante, si el tiempo entre dos sesiones o estímulos de entrenamiento se alarga demasiado, el efecto de la supercompensación se reducirá lentamente, provocando una reducción de la capacidad funcional (fase 4).

Figura 2. Fases del fenómeno de supercompensación de una sesión de entrenamiento (Bompa y Buzichelli, 2019).
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Las modificaciones en el estatus fisiológico del organismo y el tiempo de recuperación necesario entre sesiones están relacionadas con las características del estímulo de entrenamiento al que se haya sometido (intensidad, volumen, frecuencia). Por tanto, cuanto mayor sea la magnitud del estímulo de entrenamiento, mayor será la magnitud de la respuesta y el tiempo de recuperación necesario entre sesiones. La combinación optima entre la carga de entrenamiento y el tiempo de recuperación tendrá como consecuencia las adaptaciones deseadas en el organismo. No obstante, conseguir la combinación adecuada se antoja difícil, pudiendo no ser esta alcanzada en ocasiones. En la figura 3 podemos ver una representación esquemática de tres respuestas a estímulo de entrenamiento diferentes. En la figura 3A, se observa una evolución positiva del rendimiento tras la aplicación de un estímulo de entrenamiento y un tiempo de recuperación óptimos. En la figura 3B, se observa una falta de evolución en el rendimiento que puede ser debida a la aplicación de una carga de entrenamiento subóptima y/o por la utilización de tiempos de recuperación excesivamente largos. Y finalmente, en la figura 3C se observa un descenso en el rendimiento que puede ser debida a la aplicación de una carga de entrenamiento que excede las capacidades de respuesta del organismo y/o por la utilización de tiempos de recuperación excesivamente cortos.

Figura 3. Estímulos de entrenamiento y adaptación. A, estimulo óptimo que conlleva adaptaciones positivas y mejora del rendimiento. B, estímulo neutro que no conlleva adaptaciones y cambios en el rendimiento. C, estimulo excesivo que conlleva adaptaciones negativas y descenso del rendimiento (adaptado de Bompa y Buzichelli, 2019).
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