2.1 Grecia clásica

Ya en el siglo IV a.C., el filósofo griego Sócrates tuvo la oportunidad de comprobar la propiedad magnética que poseía el mineral conocido por magnetita podía ser transferida a ciertos materiales, como el hierro, al estar en contacto con ésta. Aunque es posible magnetizar de otra forma como se puede ver en el siguiente vídeo:

Vídeo de Di181818 alojado en Youtube

En la actualidad, podrás decir que existen unos materiales a los que llamaremos ferromagnéticos. Todos estos tienen la particularidad de ser atraídos intensamente por la magnetita.

Estatua de Socrates

Imagen de Joanbanjo en COMMONS.WIKIMEDIACC

Además del hierro, te puedo indicar otros materiales ferromagnéticos como el cobalto, el níquel y muchas mezclas de esos metales, conocidas por aleaciones.

Con estas nociones básicas, podemos hacer una clasificación. Así pues, tú serás capaz de diferenciar dos grupos: los llamados imanes naturales, fragmentos de magnetita, y los imanes artificiales, aquellas sustancias ferromagnéticas que han recibido la propiedad magnética.

Dentro del último grupo, los artificiales, existen dos subgrupos: temporales y permanentes.

Los primeros sólo tienen esa capacidad de interacción magnética mientras se hallan en contacto con un imán y los segundos son capaces de mantenerla de forma indefinida.

Funcionamiento de un electroimán

Imagen de Anynobody en COMMONS.WIKIMEDIACC

 


Te he contando cómo los físicos llaman a las sustancias que siempre o en algún momento presentan la propiedad magnética. Pero ¿qué pasa con las que no? Bueno, se conocen dos grupos: paramagnéticos y diamagnéticos.

El primer conjunto de materiales incluye sustancias como el magnesio, el aluminio, el estaño o el hidrógeno, estos al ser colocados dentro de una zona donde haya presencia de las propiedades magnéticas se convierten en imanes y se orientan en la dirección del campo sólo en esa situación y no en otras.

En la segunda agrupación podrás hallar sustancias como el cobre, el sodio, el hidrógeno, o el nitrógeno, y se denominan diamagnéticas. Ellas, al ser colocadas dentro de un espacio deformado por la propiedad magnética (recuerda el concepto de campo), se magnetizan en sentido contrario al campo aplicado.