1. Esopo. La realidad y el mito
![]() El abeto y la zarza
Esopo es un esclavo de origen frigio, de extremada fealdad. Carecía del don de la palabra, pero, por haber sido amable con una sacerdotisa de Isis, no solo obtuvo de la diosa ese don, sino también la gracia de saber contar historias, que él utilizó para ayudar y a la vez ridiculizar a su amo, el filósofo Xanto, ante sus alumnos. Y cuenta esta historia que también lo utilizó para seducir a su mujer. Tras interpretar un portento ante el pueblo de Samos, Esopo consiguió su libertad e incluso actuó como emisario de los samios ante el rey Creso. Más tarde viajó a la corte de Licurgo en Babilonia y Nectanabo de Egipto (ambos reyes son imaginarios). la historia termina con su viaje a Delfos, donde se granjeó la antipatía de sus habitantes con groseras fábulas y fue condenado a muerte. Las fábulas escritas por Esopo se difundieron largo tiempo por medio de la tradición oral. Cuenta Platón que Sócrates empleó parte de su tiempo en prisión, en espera de la ejecución de su condena, versificando algunas fábulas. Se dice que Demetrio Falereo, un filósofo ateniense del siglo III a.n.e., fue el primero en recopilarlas. Fedro, esclavo griego al que Augusto dio trato y favor de hombre libre, las vertió al latín. Fedro, precisamente, explica las dos condiciones que ha de cumplir el escritor de fábulas, provocar la sonrisa y dar una útil norma de conducta: Duplex libelli dos est: quod risum movet,
Et quod prudenti vitam consilio monet.
Esopo escribe textos sencillos y atractivos. El mensaje se desprende por sí solo de la acción, y la moraleja es innecesaria en la mayoría de los casos. De ahí el encanto y la proyección universal del fabulista griego.
En las fábulas de Esopo la elección de los personajes está tan conseguida, la acción es tan sencilla y a la vez tan expresiva que la lección que pretende ofrecer se desprende por si sola del breve relato, sin necesidad de remarcarla con una moraleja final. Así en la fábula El Abeto y la zarza se alaban sin necesidad de explicitarlo las ventajas de la humildad; en El león y el ratón tampoco hay que hay incluir una moraleja para entender que el mensaje es que a nadie, por insignificante que parezca, se debe despreciar.
Cierto que en no en todas las fábulas de la recopilación atribuida a Esopo aparecen tan inequívocos estos rasgos, lo directo del mensaje, la sabia elección de los protagonistas no humanos, que constituyen el encanto de Esopo. Pero igualmente cierto es que no todas son suyas. Algunas son anteriores a él y se encuentran ya en autores como Hesíodo o Esquilo. Por ejemplo, la fábula "El halcón y el ruiseñor" abre las reflexiones de Hesíodo, en Los trabajos y los días, sobre la justicia social:
El aguila y la zorra y El zorro y el mono aparecen ya en Arquíloco, y en Semónides El águila y el escarabajo. Un número mayor son más tardías, y seguramente fueron añadidas a la compilación original. |