3. Teócrito

Acis y Galatea son observado en la distancia por Polifemo

A. C. Guillemot: Acis y Galatea
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Aunque su obra no fue muy extensa, Teócrito dejó una honda huella en la historia de la literatura, en cuanto a que fue el creador de la poesía bucólica.

Debió vivir por los años 300-260 a.n.e., época del florecimiento de la poesía alejandrina. Nació en Siracusa, y el paisaje de esta isla es el telón de fondo de muchos de sus Idilios. El nombre de Idilios que reciben sus poemas no es otra cosa que un diminutivo de εἶδος, “pequeñas viñetas”.

No hay muchos datos sobre su vida aparte de los que se desprenden de sus mismas obras. Por supuesto, vivió en Sicilia, y ocasionalmente también en Cos, Alejandría y quizás en Rodas. Los poemas que nos han llegado bajo su autoría son del género de la poesía pastoral o bucólica, mimos situados en ambientes rústicos o urbanos, epilios (poemillas épicos breves) y epigramas.

Pan enseña a Dafnis a tocar la siringe

Heliodoro: Pan y Dafnis
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Su poesía bucólica es lo más significativo de su obra, y también la que más ha influido en la poesía posterior a él. Por vez primera se describe un mundo ideal de pastores y ninfas, donde los pastores y campesinos rivalizan en sus cantos. Puede ser que en el nacimiento de este género hayan influido las pequeñas y rudimentarias representaciones de los campesinos sicilianos, pero el idilio cultivado por los escritores alejandrinos supone una tradición culta y refinada de una sociedad que buscaría en el campo una evasión de su vida cotidiana. Son el antecedente inmediato de las églogas de Virgilio y también, a través de este autor, de gran parte de la poesía del Renacimiento.

El tema principal de los Idilios es, entonces, la contienda musical y poética entre dos pastores. La naturaleza, perfectamente descrita sin ahorrar en recursos estilísticos, comparte el protagonismo y es el marco ideal para estos cultos certámenes. Los pastores y campesinos son de hecho personajes literarios en los versos de Teócrito, que los dota de un relieve que solía estar reservado a las figuras legendarias o mitológicas.

El pastor Dafnis, sobre el que cantan Tirsis y un anónimo cabrero en el Idilio I, se convertirá en una figura que perdurará en el imaginario de la literatura. También el pastor Títiro y su enamorada Amarilis, o la nereida Galatea y el cíclope Polifemo. Son nombres que aparecen continuamente en casi todas las épocas y en diversas lenguas, desde Ovidio y Virgilio hasta Góngora y los neoclásicos.

No todo es "idílico" en Teócrito. Hay piezas que son de un realismo total. Las siracusanas (poema XV) parece una comedia de costumbres. En ella dos mujeres recorren las calles de Siracusa hasta que llegan a un local donde se celebra una fiesta. Los diálogos son alegres, naturales y fluidos, como si se estuvieran desarrollando ahora mismo. En el Idilio II, Simeta, muchacha de origen humilde, cuenta los filtros con los que se propone recobrar el amor de Delfis, y canta en un apasionado monólogo, dirigido a la luna, su amor por el chico. 

Conocimiento previo

Polifemo va a arrojar una gran roca sobre Acis, su rival en el amor de Galatea

Jean François de Troy: Acis y Galatea descubiertos por Polifemo
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Los temas y paisajes de la poesía bucólica y pastoril rebasaron los límites de la literatura para extender su influencia también a la música y las artes plásticas. Un ejemplo es la historia de los amores de Acis y Galatea, concluidos por los celos del monstruoso Polifemo.

Sobre Polifemo, Acis y Galatea

Al parecer, su mito es bastante reciente, pues fue creado en el 400 a.n.e. por Filoxeno de Citera, poeta cortesano de Siracusa. Fue él quien imaginó cómo, en las costas sicilianas, esta nereida fue avistada por el terrible cíclope Polifemo quien, enamorado de su belleza, comenzó a dirigirle toscos poemas de amor. la idea entusiasmó a los poetas helenísticos, encabezados por Teócrito, Calímaco y Bión, pues vieron en este Polifemo una figura más digna de conmiseración que de burla, y pusieron en su boca versos bucólicos: tal es la escena que aparece representada, una y otra vez, en mosaicos romanos. Parece que, al menos en alguna versión, el cíclope acabó por conmover a Galatea, ya que ambos se abrazan en una pintura pompeyana.

Pero Ovidio prefirió un planteamiento mucho más dramático; según él (Metamorfosis XIII, 750-897), Galatea estaba enamorada del joven Acis, que la correspondía. Cuando Polifemo, tras cantar su amor, descubrió juntos a los amantes, enloqueció de celos y aplastó a Acis bajo una roca; lo único que pudo hacer Galatea fue convertirlo en río para salvar su inmortalidad. Esta versión parece haber sido ignorada en el arte antiguo, pero, al haber sido la mejor conocida desde el Renacimiento (ya la relatan Dante, A. Poliziano y Lorenzo de Medici) fue la destinada a dominar Europa, tanto en el campo literario como en el artístico: tras el Triunfo de Galatea pintado en la Farnesina por Rafael (1511), los pintores se entusiasmaron con el mito.

Arte y mito: Manual de iconografía clásica
Miguel Ángel Elvira Barba

El mito también tuvo una amplia repercusión en la música y en la literatura:

La Galatea, novela pastoril de Miguel de Cervantes.
Acis y Galatea, ópera de Lully
Acis, Galatea y Polifemo, cantata de Händel
Acis y Galatea, otra obra musical de Händel
Fábula de Polifemo y Galatea, poema de Luis de Góngora.

Objetivos

Las siracusanas

Dos mujeres de Siracusa, residentes en Alejandría, van a las fiestas de Adonis, celebradas con gran pompa por Arsínoe esposa de Ptolomeo. Gorgo llega a casa de Praxínoe, y allí se desarrolla una escena encantadora, llena de gracia y vivacidad, en la que Praxínoe se arregla, prodiga mimos a su pequeño, se queja de su esposo y riñe a la criada, casi todo al mismo tiempo. Igualmente animado es su recorrido por las calles de Alejandría hasta el palacio de la reina, magníficamente adornado para la ocasión. Allí el canto de una muchacha ante la estatua de Adonis proporciona a Teócrito una buena excusa para lucir sus dotes poéticas y componer un hermoso himno en honor del malogrado joven y su amante, la diosa Afrodita.

dos jóvenes esperan en una calle romana la llegada de un desfile

J. W. Godward: Esperando el desfile
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GORGO: ¿Estás en casa, Praxínoe?

PRAXÍNOE: ¡Querida Gorgo! ¡Cuánto tiempo sin verte! ¡Qué milagro que por fin hayas venido hoy! Eunoe, atiéndela. Una silla. ¡Ponle un cojín!

GORGO: Magnífico. Todo está bien.

PRAXÍNOE: Siéntate.

GORGO: ¡Imprudente de mí, más que loca! Me he salvado por los pelos, Praxínoe. ¡Cuánta gente por todas partes!. Muchas cuádrigas, botas por todos lados. En todas partes, hombres con clámides. Y el camino es interminable. Siempre tienes que vivir lo más lejos posible.

PRAXÍNOE: Cosas de mi marido. Es un snob. Me ha traído al final del planeta, y a una chabola, que no una casa. Y todo para que tú y yo no estuviéramos cerca la una de la otra. Para meter cizaña. ¡Mal bicho!. Siempre igual.

GORGO: No digas esas cosas de tu marido delante del niño. Observa cómo ha mirado. ¡Alégrate, Zopirito, dulce retoño! No estamos hablando de tu papito.