1.1 Tito Livio
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Tito Livio |
Nació y murió en Padua (año 59 a.n.e.- 17 n.e.). Se crió en un ambiente aristocrático y de ideas afines a la República. Recibió una educación que amplió con estudios en Roma. Vivió a caballo entre esta ciudad y aquella en la que nació. Sus primeros años de vida coincidieron con la dictadura de César, su juventud con las guerras civiles y su madurez con los comienzos del Imperio.
Este hombre de carácter austero, que dejó de lado la política para dedicarse a las letras, fue amigo de Augusto, a pesar de sus convicciones políticas republicanas. Su vida literaria transcurre coincidiendo con la Pax Augusta y con destacados autores de la literatura latina como Virgilio, Horacio u Ovidio.
Aunque escribió sobre asuntos filosóficos, el género en el que realmente destacó fue la Historiografía. La obra que le dio fama, Ab Urbe condita libri ("Libros desde que se fundó la ciudad"), se trataba de un ambicioso proyecto de 150 libros en los que pretendía narrar la historia de Roma desde sus orígenes hasta su época. Trabajó en ella con ilusión y constancia durante 40 años. Consiguió escribir 142 libros, que llegaban hasta la muerte de Druso en el año 9 a.n.e. Publicados en grupos de diez o décadas, por desgracia y probablemente debido a su gran extensión, no se han conservado todos. De estos libros, salvo puntuales y muy pequeñas lagunas, el azar nos ha permitido conocer completos 35, que son los siguientes:
- del I al X (década I): desde los orígenes de Roma hasta la tercera guerra samnita (293 a.n.e.);
- de los libros XXI al XXX (década III): la segunda guerra púnica;
- de los libros XXXI al XLV (década IV y primera mitad de la V): la conquista del Mediterráneo oriental hasta la batalla de Pidna (167 a.n.e.).
No obstante, conocemos el contenido completo de la obra gracias a los resúmenes (Periochae) que los compiladores realizaron sobre ella.
Como obra histórica, es importante saber cuáles son las fuentes que utilizó su autor, pues de ellas depende la credibilidad o no de su trabajo. Livio no mostró nunca mucho interés por los documentos oficiales y le habría resultado prácticamente imposible visitar los lugares en los que se desarrollaron los acontecimientos por la cantidad de hechos que abarca su obra. Por esto, se basó fundamentalmente en obras de autores anteriores a él, principalmente de los últimos analistas, concretamente Claudio Cuadrigario y Valerio Ancias; para las guerras púnicas, Celio Antípater; para la política romana en el Oriente griego, Polibio; y tal vez también Catón el Viejo para la cuarta década. A menudo existían diferentes versiones de los hechos, situación ante la que solía escoger la que le parecía más fiable y, en caso de contradicciones, la completaba o corregía. Este método, en la opinión de algunos, poco riguroso para un historiador, debido a los duplicados que resultaban de las inexactitudes y discrepancias, ya cronológicas, ya políticas o militares, era fiable para otros como Tácito.
Livio buscaba, a través de su obra, que la historia de Roma sirviera de modelo de los valores romanos: entendía que los hechos gloriosos y la prosperidad que habían colocado a Roma a la cabeza del mundo (caput mundi) eran el reflejo de las virtudes de sus patriotas; la decadencia, de la ausencia de ellas. De acuerdo con este ideal, trató de crear una obra artística también en cuanto a su forma. Para ello se valió de relatos, discursos y retratos, todos ellos escritos en la lengua culta de la Roma del momento, una lengua a la altura de la poesía, especialmente en los pasajes sobre los hechos más antiguos y legendarios. Influenciado por la técnica de César en las narraciones, y por la retórica ciceroniana en sus discursos, en Livio los periodos largos y densos se alternan con otros cortos, vivos e incluso dramáticos cuando los episodios lo requieren. También encontramos junto a expresiones antiguas, cuando de arcaizar se trata, metáforas, comparaciones, ritmos poéticos...
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Luperca, la loba Capitolina, con Rómulo y Remo |
Más centrado en los hechos que en el análisis o comentario de los mismos, escribió su historia con el corazón, pues entendía que eran las pasiones las que producían los hechos, y con la razón, tratando de relacionarlos y armonizarlos de manera que estos sirvieran como modelos a seguir y errores a evitar.
Aunque su obra no se corresponde con nuestra concepción actual de historia y, a pesar de que la veracidad de su testimonio depende de la de sus fuentes, es justo destacar su honestidad y decir que, al menos en lo que concierne a los primeros tiempos, la arqueología confirma su narración.
Su valor como historiador reside en que fue el primero en concebir la historia como una totalidad.

AV - Actividad de Espacios en Blanco

AV - Pregunta Verdadero-Falso
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Tito Livio escribió también sobre asuntos filosóficos, aunque efectivamente fue en el género historiográfico en el que destacó.Retroalimentación
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Su traducción literal es "Libros desde que se fundó la ciudad".Retroalimentación
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El proyecto inicial eran efectivamente 150 libros sin embargo, a pesar de dedicarse a ellos durante 40 años, fueron 142 los libros que consiguió escribir (hasta la muerte de Druso en el año 9 a. C.).Retroalimentación
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Su obra se publicó en grupos de diez libros llamados "décadas".Retroalimentación
Verdadero
Por desgracia, probablemente a causa de su gran extensión, sólo nos han llegado prácticamente completos 35 libros.Retroalimentación
Falso
El contenido completo de la obra lo conocemos gracias a unos resúmenes llamados Periochae que los compiladores realizaron sobre ella.
AV - Pregunta de Selección Múltiple
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Actividad de Lectura
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Aníbal Barca |
A continuación te presentamos el retrato de Aníbal que Tito Livio hace en el libro XXI, 4. Fíjate como mezcla los elementos positivos del enemigo cartaginés, con los negativos. ¿Realmente Livio admiraba las cualidades de buen estratega y soldado de Aníbal o, al dar estas cualidades al enemigo, indirectamente las daba a los romanos, que acabaron derrotándolo?
Enviado Aníbal a Españá se ganó desde el momento mismo de su llegada las simpatías de todo el ejército; los veteranos pensaban que se les había devuelto a Amílcar en su juventud: veían en Aníbal la misma expresión en el rostro, la misma viveza en los ojos, su misma fisonomía y sus mismos rasgos de la cara. Pero pronto consiguió que el parecido con su padre fuera lo de menos para ganarse el apoyo de todos. Nunca hubo una misma forma de ser tan apropiada para cuestiones tan diferentes: la obediencia y el mando. De ahí que no era fácil distinguir si lo quería más Asdrúbal o el ejército, pues ni el general prefería dar el mando a ningún otro en acciones arriesgadas y peligrosas ni los soldados confiaban y se exponían más con otro jefe. Tenía una enorme osadía para arrostrar los peligros y una enorme sangre fría ya dentro de ellos. Ninguna acción podía cansar su cuerpo o doblegar su espíritu. Soportaba igualmente el calor y el frío; comía y bebía por necesidad física, no por placer; no distinguía las horas de sueño y de vigilia entre el día o la noche, sino que sólo dedicaba al descanso el tiempo que le sobraba de sus actividades; y para descansar no tenía necesidad de una buena cama ni del silencio: muchos lo vieron a menudo tendido en el suelo y cubierto con el capote militar entre los centinelas y garitas de soldados. Su vestimenta no se diferenciaba de sus compañeros, pero si llamaban la atención sus armas y sus caballos. Era con gran diferencia el primero tanto de jinetes como de infantes; iba en cabeza al combate, pero era el último en retirarse una vez iniciado el mismo. Estas cualidades admirables de este hombre quedaban igualadas por enormes defectos: crueldad inhumana, perfidia más que púnica, ningún respeto por la verdad, ninguno por lo sagrado, ningún temor de Dios, ninguna consideración por los juramentos, ningún escrúpulo religioso. Con esta suma de cualidades y defectos sirvió durante tres años a las órdenes del general Asdrúbal sin omitir nada que un gran futuro caudillo debiera ver y llevar a la práctica."
Tito Livio, Historia de Roma, XXI, 4
Traducción de Antonio Ramírez de Verger y Juan Fernández Valverde