2. Viaje por el Imperio Bizantino

Ahora que ya sabemos qué ocurrió en el Imperio Bizantino desde su creación hasta su caída podemos empezar este nuevo viaje para conocer que nos depara estos territorios, ¿salimos ya?

Realizaremos dos paradas, una en la actual Italia y otra en Turquía. Allí visitaremos las iglesias más espectaculares que se levantaron entonces, así como los mosaicos que las decoraban.

 

La arquitectura bizantina evolucionó a lo largo de sus sucesivas etapas históricas, no obstante, podemos exponer unos rasgos característicos generales.

Adoptó la planta basilical paleocristiana, es decir, un edificio rectangular con naves separadas por columnas y en el que distinguen espacios como el atrio o el nártex ¿Recuerdas qué eran estos lugares? El atrio es la zona porticada que está adosada a la fachada; el nártex es vestíbulo donde se sitúan los catecúmenos. Se le añaden nuevos espacios como la iconostasis, muro con iconos que separa el presbiterio o altar mayor de donde se sitúan los fieles, y la tribuna o matronio, sitio en la planta superior destinado a las mujeres.

De la tradición arquitectónica romana recogen también el uso del arco de medio punto y de la bóveda de cañón. Aunque su aportación más sorprendente es la solución que aportan al problema de los empujes de las bóvedas mediante el empleo de la cúpula sobre pechinas. Se genera entonces una nueva concepción espacial más dinámica al cubrir una planta centralizada con un elemento circular gracias al uso de las pechinas, trompas, así como medias cúpulas para el contrarrestar y asegurar el equilibrio. La cúpula es también una imagen metafórica del cielo. El uso de estos apoyos para las cúpulas permitían crear espacios más diáfanos, más abiertos, de modo que daban cabida a más gente. Además, la carga simbólica era evidente, con una cúpula que se convertía en una interpretación del cielo, de modo que el fiel estaba más cerca de su dios.

También del mundo romano es el empleo de la columna con capitel y cimacio.

Los interiores de los edificios están ricamente decorados con mármoles, estucos y mosaicos. El exterior, sin embargo, es más austero, con el predominio del uso de la piedra y el ladrillo.

Estos atributos pueden contemplarse en los edificios de dos ciudades del Imperio Bizantino: Constantinopla y Rávena.