La totalidad de las pinturas góticas se realizaron con una mezcla de pigmentos aglutinados con agua y una mezcla de grasas animales y vegetales, como la caseína, colas de conejos y pescado, glicerina, y sobre todo, huevo, siendo la técnica del temple a la yema de huevo la más común. El huevo tiene múltiples ventajas: es fácilmente asequible y manipulable, tiene una gran poder emulsionante y al secar crea una película impermeable y muy duradera.
Las recetas son muy variadas, pero la más común consistía en usar solo la yema, calentarla suavemente para separar esa fina película que la recubre, y mezclarla con agua. La yema está compuesta básicamente de aceite de huevo y una albúmina llamada vitelina, con gran poder emulsionante. En ocasiones se añadía a esta mezcla algunas gotas de barniz de almáciga, pero era muy usual que los artistas góticos solamente emplearan pigmentos, yema de huevo y agua.
Los soportes eran tablas de madera, finamente lijadas y ensambladas en su parte posterior. Una vez preparadas las tablas, se imprimaban con una mezcla de yeso, cola de conejo y agua, que se lijaban hasta conseguir una superficie pulida. Y ya finalmente se aplicaban las sucesivas capas de color con una consistencia a medio camino entre la acuarela y el óleo, que secaban rápidamente y permitían infinidad de capas sucesivas, pues estos artistas medievales trabajaban por veladuras, es decir, aplicando capas de color semitransparentes que iban alterando los colores paulatinamente hasta conseguir esos delicados tonos y semitonos que podemos apreciar en las maravillosas tablas y miniaturas de esta etapa artística. El resultado son pinturas brillantes y duraderas que no se alteran con el paso del tiempo, ni amarillean ni se craquelan como les sucede a muchas pinturas al óleo. Conocerás más en profundidad esta técnica del temple en la siguiente unidad.
En ocasiones, los pintores aplicaban más capas de imprimación para conseguir diferentes relieves en sus tablas, lo que se conoce como estucados, y sobre todo a partir del siglo XIV se expandió el uso de láminas de pan de oro en las tablas, algo que tiene su origen en el arte bizantino y que los artistas góticos incorporaron en sus obras. Ten en cuenta que la religiosidad cristiana inunda todo el arte gótico, y que Dios simboliza la luz, y no se puede conseguir más luz que la que te da una lámina de oro pulida y bruñida. Por eso, cada vez que veas algo dorado en una tabla o manuscrito de esta etapa, ahí tienes que ver, que intuir, la presencia divina.