3. Métodos de control y valoración del entrenamiento en el alto rendimiento deportivo

Para controlar y valorar las sesiones de entrenamiento existen distintos métodos que emplean equipos más o menos sofisticados y que nos permiten modular la carga de trabajo que tienen que soportar los deportistas. En primer lugar, probablemente el método más empleado para controlar y valorar el entrenamiento sea el control de la frecuencia cardiaca a través de pulsómetros. Primero se realiza el cálculo de la frecuencia cardiaca máxima del deportista (FCmax), que puede obtenerse mediante una prueba de esfuerzo. En caso de no poder realizarla, existen múltiples ecuaciones para predecirla de forma aproximada, siendo la siguiente la más adecuada para la población general de 18-30 años para ejercicio en carrera, según Bouzas et al. (2010):

Frecuencia cardiaca máxima (FCmax) = 208,75 – 0,73 × edad

 

Una vez obtenida y, en base a ella, se establecerán las zonas de entrenamiento individualizadas para cada deportista, que este controlará en el entrenamiento con el pulsómetro. Al respecto hay que ser cuidadosos, ya que estos umbrales variarán en función de cada sujeto y de su nivel de práctica. Así, las zonas de entrenamiento recomendadas para deportistas de alto rendimiento diferirán ostensiblemente respecto a personas deportistas no entrenadas, como podemos ver en la tabla II. Es importante respetar estas franjas en función del nivel de entrenamiento del deportista, ya que de lo contrario podemos provocar un estímulo excesivo que, si se produce de forma continuada, llevará al sujeto a la fatiga crónica o síndrome de sobreentrenamiento.

 

Tabla II. Zonas de entrenamiento en función de la frecuencia cardiaca máxima (FCmax) en deportistas de alto rendimiento y deportistas no entrenados.

Umbral/zona de entrenamiento Deportistas de alto rendimiento Deportistas no entrenados

Umbral 5

> 95% FCmax

90-100% FCmax

Umbral 4

90-95 % FCmax

80-90% FCmax

Umbral 3

85-90 % FCmax

(Umbral anaeróbico)

70-80% FCmax

Umbral 2

80-85% FCmax

60-70% FCmax

Umbral 1

75-80% FCmax

50-60% FCmax

Umbral 0

70-75% FCmax

 

< 70% FCmax (zona de recuperación)

 

Sin embargo, y como se ha explicado anteriormente, la frecuencia cardiaca puede presentar limitaciones. En la misma línea, Minganti y sus colaboradores (2010) exponen que la frecuencia cardiaca no es un buen indicador de intensidad en determinados tipos de entrenamiento, como los de alta intensidad o pliométricos. Por ello, cada vez aparecen más técnicas orientadas a tener un mayor control del entrenamiento, como la termografía infrarroja, la tensiomiografía o la electromiografía, que adquieren gran importancia en la prevención de lesiones y, por consiguiente, en el control del entrenamiento.

Termografía infrarroja

Termografía infrarroja.

La termografía infrarroja es una herramienta no invasiva, rápida y objetiva, que permite cuantificar la energía que irradia el ser humano, relacionada directamente con la temperatura. De esta forma, se crea una imagen térmica en la que cada pixel contiene información con temperaturas que sirven para comprobar el balance térmico de una persona e identificar asimetrías que pueden estar relacionadas con zonas de riesgo lesivo (Arnaiz y colaboradores, 2014). Además, estos autores explican que la termografía infrarroja tiene su explicación fisiológica en los procesos inflamatorios tras la actividad física, derivados de un incremento del flujo sanguíneo a las zonas ejercitadas y un aumento de la actividad metabólica. Así, la termografía permite prevenir y hacer el seguimiento de lesiones, detectar desequilibrios musculares o cuantificar la respuesta térmica a la carga de entrenamiento (Arnaiz y colaboradores, 2014). De esta forma, conociendo su uso, es posible tener mayor cantidad de información sobre el estado del deportista, que es un factor clave en la planificación del entrenamiento (Marins y colaboradores, 2015).

A continuación visiona estas dos parejas de imágenes y piensa qué ha podido ocurrir en este proceso de imágenes de termografía infrarroja:

Para comprobar a qué corresponde cada una de las imágenes de termografía infrarroja, accede al siguiente enlace: Aplicaciones de la termografía infrarroja en el deporte. Una revisión.

Por otro lado, la electromiografía (EMG) permite controlar la actividad muscular del deportista mientras realiza una acción determinada. En los últimos años su uso ha aumentado de forma notable y se emplea para comprobar cómo afecta a la musculatura del deportista la realización de diferentes ejercicios y acciones. Con ello, es posible cuantificar la carga de entrenamiento que supone el trabajo realizado para el deportista y prevenir lesiones en determinadas zonas. Por ejemplo, Bourne y colaboradores (2016) la emplean para comprobar cómo afecta a la musculatura isquiosural la realización de un ejercicio u otro, ya que como comentan, esta es una zona donde se producen un alto número de lesiones.

Respecto a la tensiomiografía (TMG), diversos autores (Gil y colaboradores, 2015; García-Manso y colaboradores, 2012; Tous-Fajardo y colaboradores, 2010) explican que ha surgido en los últimos años como un método válido y no invasivo para evaluar las propiedades contráctiles de la musculatura esquelética. Así, durante la medición, la magnitud (mm) y duración (ms) del desplazamiento de un músculo en respuesta a un estímulo eléctrico es capturado por un transductor (Zagar y Krizaj, 2005). De esta manera, pueden medirse parámetros como el tiempo de contracción (Tc) o el desplazamiento máximo (Dm) y emplearse para identificar la fatiga muscular (García-Manso y colaboradores, 2012). Por ello, y principalmente por su carácter no invasivo, su uso se ha extendido en el ámbito del alto rendimiento deportivo, considerándose una técnica fundamental en la prevención de lesiones, ya que permite conocer el estado del deportista y en función del mismo determinar el entrenamiento a realizar. Para conocer un poco más sobre su funcionamiento y realización, visita el siguiente enlace:

Tensiomiografía. Cómo hacer una TMG.
Video publicado por Science2improve alojado en Youtube

Otro método empleado a menudo para el control del entrenamiento es la medición del lactato en sangre, cuya principal aplicación es determinar el llamado umbral anaeróbico del deportista, siendo este un término que ha generado y aún hoy en día genera mucha controversia entre los científicos de la actividad física y el deporte. El umbral anaeróbico permite cuantificar el estrés que produce un ejercicio, ya que en principio se refiere a la intensidad individual de ejercicio por encima de la cual se produce una acumulación progresiva de ácido láctico o lactato en sangre, a la vez que la ventilación se intensifica desproporcionadamente respecto al oxígeno consumido. Sin embargo, las investigaciones al respecto se suceden y ponen en duda esta interpretación clásica, sosteniendo que el lactato podría incluso ser transportado hasta el interior de las mitocondrias para ser oxidado/utilizado (Gladden, 2001), de manera que el lactato sería el principal sustrato durante el ejercicio (Brooks, 1986). No obstante, como explican López Chicharro y sus colaboradores (2004), la determinación de la intensidad correspondiente al umbral anaeróbico es importante porque permite valorar la capacidad de resistencia del deportista, evaluar los efectos del entrenamiento, prescribir cargas de trabajo físico individualizadas y predecir el rendimiento deportivo.

Otro indicador no invasivo para valorar las sesiones de entrenamiento es el empleo de la variabilidad de la frecuencia cardiaca (VFC), ya que, como explican Ortiz y sus colaboradores (2012), de acuerdo con el principio de especificidad del entrenamiento, cada tipo de ejercicio produce respuestas y adaptaciones específicas. Como comentan estos autores, este marcador mide las oscilaciones en la FC que ocurren entre un latido cardiaco y otro. Así, la VFC es el resultado de las interacciones entre el sistema nervioso autónomo (SNA) y el sistema cardiovascular (Rodas, 2008). Así, podemos controlar el estrés del sujeto antes, durante y tras el entrenamiento, a través del equilibrio simpático-vagal, que es resultado de la acción del sistema nervioso simpático (SNS), que predomina en estados de ansiedad, estrés y ejercicio físico, y del sistema nervioso parasimpático (SNP), que predomina en estado de reposo. Así, podemos realizar una valoración pre- y post- entrenamiento de cómo se encuentra el sujeto y cómo es su recuperación, de cara a establecer cargas adecuadas que no supongan un estímulo muy alto que le lleven a un estrés excesivo.

Por último, existe una sencilla forma de control del entrenamiento que es la autovaloración del deportista, a través de las escalas de percepción subjetiva del esfuerzo. Con ellas, el deportista puede darnos una información muy valiosa acerca de su estado tras la realización del entrenamiento, a través de una simple cuantificación del esfuerzo que ha realizado. Por ejemplo, empezamos a entrenar a un nadador de alto rendimiento cuya especialidad son los 100 metros libres, pero no conocemos nada sobre él. Pretendemos que el esfuerzo o carga de entrenamiento sea muy alto durante las dos primeras semanas. Sin embargo, cuando acaba la primera sesión, al entregarle una hoja de evaluación al nadador como la que se puede ver a continuación, él sitúa su esfuerzo durante ese entrenamiento en 2 (“esfuerzo suave”). Con ese simple dato, podemos saber que la exigencia de los entrenamientos debe ser mayor para alcanzar nuestro objetivo (que sería que el sujeto situara su esfuerzo en 7-10 puntos). Así, esta herramienta es un excelente modo de control y valoración de los entrenamientos. Para llevarlo a cabo existen distintas escalas, siendo la de Borg una de las más conocidas y utilizadas.

Escala de esfuerzo de Borg

Escala de esfuerzo de Borg.
Imagen de elaboración propia

 

Respuesta poco adaptativa al estrés del entrenamiento y la competición, habitualmente debida a la exposición continuada a niveles cada vez más altos de cargas de entrenamiento con pocos periodos de descanso.
Número de inspiraciones realizadas en un minuto.
En actividad física hace referencia a la fuente de energía.
Parte del sistema nervioso autónomo, que predomina en situaciones de estrés.
Parte del sistema nervioso autónomo que controla los actos involuntarios y que va a predominar en situaciones de reposo.