2. Los poetas yámbicos

El yambo es una mezcla de sátira y ataque personal con la narración y con la fábula. Hay  que buscar su origen en las canciones rituales satíricas y obscenas, con raíces en los cultos a Deméter y Dioniso, y en los refranes populares. Es mayor la diferencia entre autores que la diferencia entre géneros. Arquíloco presenta la forma de pensar de la época arcaica. En Semónides e Hiponacte los temas se relajan. 


Es difícil saber en qué lugares y ocasiones se cantaban estas composiciones. Quizás entre la aristocracia, puesto que sus problemas y temas son, en parte, los de las clases dirigentes, incluso cuando dejan de serlo y se encuentran en la derrota, la pobreza o el destierro.

ARQUÍLOCO

Nació en Paros, hijo de un caudillo y una esclava. Abandonó Paros en la mayor miseria para trasladarse a Tasos, pero allí se enemistó con todo el mundo. Se ganaba el pan como mercenario. su actividad poética se suele fechar a mediados del siglo VII, pero la verdad es que es mucho más conocido por ciertos episodios de su vida que por su obra. Por ejemplo, por el conflicto amoroso en que se vio metido con Neóbule y su hermana. Sobre su seducción de esta última conservamos su relato en verso:

Flora y Céfiro abrazados

W. A. Bouguereau, Flora y Céfiro
Imagen en WikimediaDominio público

Estas son las palabras que yo le dije;
y a la muchacha entre las flores
exuberantes abracé
y la hice acostarse; con un blando
manto la cubrí, apoyando en mis brazos su cabeza,
temblando de miedo
como un cervatillo [...]
dulcemente con mis manos acaricié sus pechos.

Según cuenta la tradición, Licambes, el padre de ambas, se negó a dar a Neóbule en matrimonio a Arquíloco, faltando a un juramento anterior. Sus ataques a la familia fueron tan virulentos que padre e hijas acabaron suicidándose.

Halló la muerte en la batalla y una hermosa leyenda cuenta que la Pitia echó del templo a Calondas, que lo había matado.

En cuanto a los temas de su poesía



 Relieve de un hoplita en la crátera metálica de Vix

Hoplita. Crátera de Vix
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  • La guerra: no se ven motivos patrióticos, y sí la afirmación de que la pobreza obliga a luchar; se ríe de las "hazañas" de su ejército:

Siete muertos, a los que habíamos alcanzado
a la carrera, han caído.
Y somos mil sus matadores.

 
Además, en contra del ideal heroico, afirma que nadie cosecha honores después de muerto. Y le da igual perder su escudo.
  • El vino y el amor: es de destacar la originalidad con la que trata estos temas tradicionales, a base de ilustrarlos con experiencias concretas. Utiliza tanto la ternura como tonos del más crudo erotismo.
  • Los dioses: los mitos permanecen en un segundo plano. Más destacado es un pensamiento importante en toda la lírica arcaica: el reconocimiento de un límite para las aspiraciones humanas marcado por los dioses. En su magnífica Elegía a Pericles trata este tema y recomienda la resignación.

...hinchados por las penas
tenemos los pulmones. Pero los dioses, amigo mío,
establecieron como droga para males sin remedio
la firme resignación...


A la riqueza de contenido corresponde la variedad de la forma. En muy distintos metros perfecciona y da forma a una serie de géneros populares con lenguaje natural.

En resumen, se trata de una personalidad fuertemente individualista, amante de la vida, apasionada; un poeta de espíritu, sentimientos y expresión populares que supo elevar a la categoría de arte.
 
Una joven pensativa se recoge el pelo en un moño

J. W. Godward, A fair reflection
Imagen en WikimediaDominio público

SEMÓNIDES DE AMORGOS era de familia noble, aunque con un enfoque de las cosas un tanto plebeyo. fue prácticamente contemporáneo de Arquíloco, pero su filosofía de la vida está más próxima al hedonismo y la desesperanza de Mimnermo. Es hijo, evidentemente, de una civilización más decadente. Era originario de Samos y era aún joven cuando emigró a la isla de Amorgos. En ella vivió entre los siglos VII y VI a.n.e.

Compuso yambos y elegías en dos libros; además se le atribuyen unas “Antigüedades de los samios” que podrían ser semejante a las Fundaciones de Jenófanes. De sus obras nos han llegado solamente unos treinta fragmentos.

Quizá su obra más conocida sea el Yambo de las mujeres. La composición, en cuanto al tema, carece de originalidad: en la literatura popular son frecuentes los denuestos entre los sexos y los griegos eran, en general, bastante misóginos.

Se cree que HIPONACTE DE ÉFESO era de linaje aristocrático. Exiliado por los tiranos de Éfeso, se ve sumido en la miseria por enredos políticos. Sus fragmentos nos describen su vida como la de un cínico mendigo. Es un autor de tono y lenguaje populares, con motivos de inspiración estrechamente personales. Reflejan claramente sus fragmentos sus enemistades personales y se cuentan las peripecias de su vida cotidiana de manera trivial y con frecuencia obscena.

(Durante aflicciones colectivas como plagas o hambrunas, los atenienses y jonios seleccionaban una víctima propiciatoria para purificar de todo mal sus ciudades. Se elegía a los phármakoi entre los más pobres y feos y se los llevaba en procesión alrededor de la polis al ritmo de música destemplada y desafinada, apedreándolos y persiguiéndolos hasta el exterminarlos en el límite de la ciudad, a menudo despeñándolos por un barranco; ritual que Hiponacte parodia en un fragmento en que se ofrece él mismo como víctima propiciatoria con un rico vocabulario escatológico. Wikipedia)

De no encontrarse en un estado tan fragmentario, sus textos podrían ilustrar de manera muy explícita el ambiente de las ciudades griegas de Asia Menor. 

Conocimiento previo

El yambo de las mujeres, de Semónides de Amorgos (traducción de Carlos García Gual)

De modo diverso la divinidad hizo el talante de la mujer
desde un comienzo. A la una la sacó de la híspida cerda:
en su casa está todo mugriento por el fango,
en desorden y rodando por los suelos.
Y ella sin lavarse y con vestidos sucios,
revolcándose en estiércol se hincha de grasa.

A otra la hizo Dios de la perversa zorra,
una mujer que lo sabe todo. No se le escapa
inadvertido nada de lo malo ni de lo bueno.
De las mismas cosas dice que una es mala,
y otras que es buena.
Tiene un humor diverso en cada caso.

Otra, de la perra salió; gruñona e impulsiva,
que pretende oírlo todo, sabérselo todo,
y va por todas partes fisgando y vagando
y ladra de continuo, aun sin ver nadie.
No la puede contener su marido, por más que la amenace,
ni aunque, irritado, le parte los dientes a pedradas,
ni tampoco hablándole con ternura,
ni siquiera cuando está sentada con extraños;
sino que mantiene sin pausa su irrestañable ladrar.

A otra la moldearon los Olímpicos del barro,
y la dieron al hombre como algo tarado. Porque ni el mal
ni el bien conoce una mujer de esa clase.
De las labores sólo sabe una: comer.
Ni siquiera cuando Dios envía un mal invierno,
por más que tirite de frío, acerca su banqueta al fuego.

Otra vino del mar. Ésta presenta dos aspectos.
Un día ríe y está radiante de gozo.
Cualquiera de fuera que la ve en su hogar la elogia:
No hay otra mujer más agradable que ésta
ni más hermosa en toda la tierra.
Al otro día está insoportable y no deja que la vean
ni que se acerque nadie; sino que está enloquecida
e inabordable entonces,
como una perra con cachorros.
Es áspera con todos y motivo de disgusto
resulta tanto a enemigos como a íntimos.
Como el mar que muchas veces sereno
y sin peligro se presenta, alegría grande a los marinos,
en época de verano, y muchas veces enloquece
revolviéndose en olas de sordo retumbar.
A éste es a lo que más se parece tal mujer
en su carácter: al mar que es de índole inestable.

Otra procede del asno apaleado y gris,
que a duras penas por la fuerza y tras los gritos
se resigna a todo y trabaja con esfuerzo
en lo que sea. Mientras tanto come en el establo
toda la noche y todo el día, y come ante el hogar.
Sin embargo, cuando se trata del acto sexual,
acepta sin más a cualquiera que venga.
Y otra es de la comadreja, un linaje triste y ruin.
Pues ésta no posee nada hermoso ni atractivo,
nada que cause placer o amor despierte.
Está que desvaría por la unión de Afrodita,
pero al hombre que la posee le da náuseas.
Con sus hurtos causa muchos daños a sus vecinos,
y a menudo devora ofrendas destinadas al culto.

xx

A otra la engendró una yegua linda de larga melena.
Ésta evita los trabajos serviles y la fatiga,
y no quiere tocar el mortero ni el cedazo
levanta ni la basura saca fuera de su casa,
ni siquiera se sienta junto al hogar para evitar
el hollín. Por necesidad se busca un buen marido.
Cada día se lava la suciedad hasta dos veces,
e incluso tres, y se unta de perfumes.
Siempre lleva su cabello bien peinado,
y cardado y adornado con flores. 
Un bello espectáculo es una mujer así
para los demás, para su marido una desgracia,
de los que regocijan su ánimo con tales seres.

Otra viene de la mona. Ésta es, sin duda,
la mayor calamidad que Zeus dio a los hombres.
Es feísima de cara. Semejante mujer va por el pueblo
como objeto de risa para toda la gente.
Corta de cuello, apenas puede moverlo,
va sin trasero, brazos y piernas secos como palos.
¡Infeliz, quienquiera que tal fealdad abrace!
Todos los trucos y las trampas sabe
como un mono y no le preocupa el ridículo.
No quiere hacer bien a ninguno, sino que lo que mira
y de lo que todo el día delibera es justo esto:
cómo causar a cualquiera el mayor mal posible.

A otra la sacaron de la abeja. ¡Afortunado quien la tiene!
Pues es la única a la que no alcanza el reproche,
y en sus manos florece y aumenta la hacienda.
Querida envejece junto a su amante esposo
y cría una familia hermosa y renombrada.
Y se hace muy ilustre entre todas las mujeres,
y en torno suyo se derrama una gracia divina.
Y no le gusta sentarse con otras mujeres
cuando se cuentan historias de amoríos.

Tales son las mejores y más prudentes
mujeres que Zeus a los hombres depara.
Y las demás, todas ellas existen por un truco
de Zeus, y así permanecen junto a los hombres.
Pues éste es el mayor mal que Zeus creó:
las mujeres. Incluso si parecen ser de algún provecho,
resultan, para el marido sobre todo, un daño.
Pues no pasa tranquilo nunca un día entero
todo aquel que con mujer convive,
y no va a rechazar rápidamente de su casa al hambre,
odioso compañero del hogar, dios de mal temple.
Cuando piensa un hombre gozar de mejor ánimo
en su hogar, por gracia de los dioses o fortuna humana,
encuentra ella un reproche y se arma para la batalla.
Pues donde hay mujer no puede recibirse con agrado
ni siquiera a un huésped que acude a la casa.
La que parece, en efecto, que es la más sensata,
Ésa resulta ser la que más ofende a su marido,
y mientras anda él de pasmarote, sus vecinos
se ríen a su costa, viendo cuánto se equivoca.
Cada uno hará elogios recordando a su propia
mujer, y censuras cuando evoque a la de otro.
¡Y no advertimos que es igual nuestro destino!
Porque éste es el mayor mal que Zeus creó,
y nos lo echó en torno como una argolla irrompible,
desde la época aquella en que Hades acogiera
a los que por causa de una mujer se hicieron guerra.

 

Esta composición tiene elementos propios de la fábula, por la relación que se establece entre caracteres humanos y animales, y también a Hesíodo en sus escritos sobre las mujeres. La perspectiva nada tiene que ver con la perspectiva caballeresca de la épica heroica, donde la belleza y la gracia eran las características con más frecuencia atribuidas a las mujeres. El enfoque es más proletario, referido a un mundo más real, de trabajo constante, de penalidades, y se mira a las mujeres con más desprecio. Como Pandora, la mujer resulta un ser ambiguo, dañino y seductor, y los riesgos son mucho más abundantes que los beneficios, siempre dudosos.

Hay que ver el Yambo de las mujeres también como una composición sin mayores pretensiones, dentro del contexto de las invectivas entre sexos, algo así como hoy en día los chistes machistas o feministas.