2. El helenismo
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Reparto del Imperio de Alejandro entre los Diácodos (sus sucesores) Imagen de Captain_Blood en Wikimedia. Licencia CC |
Alejandro Magno murió en Babilonia un tórrido día de junio del año 323 a.n.e. Los lamentos se propagaron por la ciudad; los miembros de su guardia personal deambularon bañados en lágrimas; los persas se raparon la cabeza en señal de duelo; los templos apagaron sus fuegos. Sus generales se lanzaron a una vertiginosa y caótica lucha por el poder. Lucharon en torno a su féretro, en el que quizás aún estaba vivo aunque en coma terminal, ya que le frescura y el color natural de su cadáver --que había pasado cierto tiempo desatendido-- produjeron gran asombro. Por fin se presentaron los embalsamadores, se le acercaron con sumo respeto y, luego de orar para que fuera justo y legítimo que los mortales tocaran el cuerpo de un dos, emprendieron su tarea.
El hijo de Roxana aún no había nacido. Si Alejandro nombró sucesor en su lecho de muerte, nadie admitió haberlo oído. No existía heredero conocido de cuyo prestigio se le pudiera investir en medio del esplendor de sus exequias; durante décadas Grecia y Asia serían asoladas por intrigas y sacudidas por el paso de los ejércitos a medida que sus generales desgajaban fragmentos del imperio.
Mary Renault, Alejandro Magno
A estos generales que sucedieron a Alejandro al frente de su imperio se les conoce como diádocos (del griego διάδοχοι, ‘sucesores’, de διά, ‘por’ y δέχομαι, ‘recibir’).
Pérdicas, que en un primer momento asumió el liderazgo, hizo un reparto de satrapías que en principio funcionó bien. Pretendía preservar para el hijo de Alejandro, cuando naciera, el imperio de su padre.
Pronto los conflictos se hicieron cotidianos. Antípatro, Crátero, Antígono y Ptolomeo no querían someterse a la supremacía de Pérdicas. En particular Ptolomeo, que ya hacía tiempo deseaba Egipto para sí. Seleuco recibió la satrapía de Babilonia de manos de Antípatro, a quien se designó tutor del pequeño hijo de Alejandro Magno, que subiría al trono, ente insidias y luchas de poder en el seno de su propia familia, con el nombre de Alejandro IV.
Solo vivió catorce años y no llegó realmente a reinar. Tras la regencia de Antípatro, su hijo Casandro lo asesinó, poniendo fin a la dinastía de Filipo y a toda esperanza de volver a unir el Imperio de Alejandro.
Como resultado de todas estas luchas dentro y fuera de Macedonia se consolidaron tres estados sucesores, que subsistirían hasta la conquista romana en el siglo II a.n.e.: la Dinastía Ptolemaica en Egipto, el Imperio seléucida en Asia y la Dinastía Antigónida en Grecia.
En estos tres estados se desarrolló una nueva civilización, resultado de la fusión cultural y étnica que supusieron las conquistas de Alejandro. Una transformación social y política, pero también una brillante eclosión en las ciencias y en las artes que recibió el nombre de Helenismo.
El helenismo
Presentación de Melisa Penélope en Slideshare