Tras la muerte en 1504 de Isabel la Católica, la unión dinástica entre Castilla y Aragón estuvo a punto de romperse. En principio, el derecho al trono castellano correspondía a la hija mayor de Isabel y Fernando de Aragón, Juana de Castilla, que ha pasado a la historia como Juana la loca. Como habrás comprobado, el hecho de ser mujer no hubiera impedido que Juana ejerciera en Castilla, como su madre, la autoridad monárquica. Fue el achaque de su enfermedad mental el que la apartó de los asuntos de gobierno, y aunque mantuvo hasta su muerte en 1555 el título de reina de Castilla, el poder efectivo quedó en diversos momentos en manos de su padre Fernando, de su marido Felipe de Habsburgo (Felipe el Hermoso), del Cardenal Cisneros, como regente, y, finalmente, de su hijo Carlos de Habsburgo, que reinó con el nombre de Carlos I.
Hasta su muerte en 1516, Fernando el Católico gobernó personalmente la Corona de Aragón. A su muerte fue su nieto, Carlos de Habsburgo, quien heredó de manera conjunta ambas coronas.
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Felipe el Hermoso Imagen en Wikipedia. Licencia CC. |